La coreana ante esa pregunta se ha quedado muda, y es que ella sabe la respuesta, pero no sabe si sea correcto decirle. Ya le ha dicho mucho. —¡Joon! —el señor Kim la llama por su nombre con un tono firme y fuerte. La joven coreana se asusta al escuchar su voz. Ella solo pone las manos en su regazo bajando más la vista, sintiéndose muy intranquila. Sam la mira y piensa en otra manera de sacarle la verdad—. ¿Quién es el padre? —cambia de tema, ella levanta la vista, uniéndosela sus miradas por un par de segundos y al final baja la vista nuevamente. Pero sigue sin responderle—. ¿Es alguien que no aceptará el señor Lee? —Sí, él nunca será aceptado por mi abuelo —declaró sin poder ver al coreano a la cara, y en eso el señor Kim piensa en algo que lo puede ayudar mucho. —Quizá yo pueda ayudarte a que tu abuelo lo acepte —dijo Sam y la joven coreana levantó la vista sintiendo un poco de esperanza. Sabe que si el señor Kim lo respalda, hay una oportunidad de que su abuelo lo acepte. —¿Ha
Valeria y Min se encuentran muy preocupadas debido a que Johanna se niega a comer. También se ven nuevas, salir o por lo menos hablar; no saben lo que pasa, solo esperan que no haya hecho nada malo. Entre tanto, Johanna tiene todas sus cosas listas, ha pedido un taxi que la espera afuera y ya es momento de salir porque tiene que estar una hora antes. Toma su bolso, agarra su maleta, saliendo de la habitación, jalando su maleta, que con la ayuda de las ruedas es fácil de llevar; baja las escaleras haciendo bastante ruido… Causando que la coreana y la joven adolescente se sorprendan viendo cómo Johanna baja. —¿A dónde vas mamá? —preguntó Valeria. —A casa —contestó Johanna caminando directo hacia la puerta. —¿Cómo que a casa? —indagó Min caminando hacia ella. —Sé que había quedado contigo, que estaría dos meses aquí, pero no puedo soportar ni un minuto más; regresaré a México, de donde no debí de haber salido —declaró Johanna con resentimiento… —Pero no vas a esperar al señor
El vuelo de Johanna ha llegado. Baja del avión caminando cabizbaja por los pasillos del aeropuerto. Recogió su maleta, saliendo del aeropuerto internacional de Jalisco y tomando un taxi de los que están a las afueras. —Hola, señora, ¿a dónde la llevo? —preguntó el chofer mientras la veía por el retrovisor.—Hola, puede llevarme a esta dirección —le entrego un papel.—Claro que sí —aceptó el hombre mayor poniendo el vehículo en marcha. Entretanto, Johanna se desploma sobre el asiento viendo por la ventana las calles de la ciudad…Minutos después, el taxi se detiene en la entrada de la casa de Johanna, le ayuda a bajar la maleta, ella le paga y se despide del hombre. Mira la entrada de su casa y deja salir un suspiro; no sabe si por satisfacción o frustración; lo único bueno es que ya está de regreso.Agarra su maleta caminando directo hacia la entrada, mete la llave en la cerradura quitándole el seguro y entra dejando la maleta al lado de la puerta y cerrándola. Deja las llaves sobre
El reloj cerca de la chimenea marca las 23:30 de la noche. La señora y el señor Castillo están en la sala viendo la televisión y es que está superfeliz porque hace unas semanas alguien marcó preguntando por Johanna Suárez y que querían que le ayudara a saber todo sobre ella. Ya que le estaba quitando el novio a una mujer muy importante en Corea y obvio, no iba a desperdiciar la oportunidad de hacerla quedar mal al otro lado del mundo…Le contó todo, algunas cosas de más y algunas se las inventó. También le entregó toda la información con fotos y todo del crimen que había hecho hace años. Estuvo muy atenta esperando poder ver la nota y, claro, que la encontró, se sintió mucho más alegre y satisfecha. Y ahora, después de presionar mucho al juez ofreciéndole una fuerte suma de dinero, por fin aceptó para que ellos no le tengan que dar ni un peso a Valeria y que ella no tenga derecho a recular ninguna herencia por parte de su padre…Así que ahora lo que hagan esas dos no le interesa más.
A la mañana siguiente, Johanna despierta sintiendo los rayos del sol tocar su piel, se mueve en la cama dándose cuenta de que el coreano no está a su lado y ahora ve que ya se le está haciendo costumbre que cada vez que duermen juntos siempre amanece sin él. Se levanta de la cama tomando una de sus batas sin ponerse nada abajo, se la amarra al frente, se coloca sus sandalias y sale de la habitación. Bajan ellas, yendo directo hacia la cocina, donde está casi seguro que el señor Kim se encuentra. Y efectivamente, ve a ese atractivo hombre luciendo un mandil de color oscuro, moviendo un sartén y en la estufa… —Buenos días —saluda Johanna y el señor Kim voltea a verla dedicándole una tierna sonrisa. —Buenos días, hermosa —responde Sam con cariño. Johanna sonríe y se acerca a él que sale superada de la estufa dándose un beso. —Creo que podría acostumbrarme a esto —dijo Johanna mientras los abraza por la cintura, colocando su mejilla en su espalda descubierta. —Y para mí será un
Después de desayunar y darse un baño que se prolongó más de lo habitual, la pareja va en el auto agarrado de la mano, mientras que el chofer conduce por las calles de Jalisco y él se ha sorprendido porque aquí las reglas de manejo no importan o no tanto como en Corea. Por fin ha llegado a la ubicación. Deteniéndose en la entrada de la casa, el coreano y la mexicana ven por la ventana del auto viendo la fachada de la casa.—Es aquí —confirma Johanna. El señor Kim abre la puerta ayudando a bajar a su amada mexicana. Mientras continúan agarrados de la mano, caminan directo hacia la puerta. Los dos se detienen en el umbral y Johanna toca el timbre, escuchándose de fondo un sonido muy suave—. Debo de decirte que mi madre está enferma; ella padece de demencia y se olvida de todo, así que tal vez ella te pregunte varias veces la misma cosa —le avisó Johanna.—Está bien, no te preocupes —dijo Sam, tomando con más firmeza su mano. Unos pasos se acercan a la puerta, abriéndose esta y Johanna r
Al día siguiente uno de sus hombres informó al señor Kim sobre los resultados del laboratorio donde compró que sí lo había drogado. Él les ordenó que llevaran esa información al detective a cargo de su caso para que así viera que efectivamente lo habían llevado a la fuerza a su departamento con malas intenciones. Le contó a Johanna que ella también quedó indicada por lo que tuvieron que hacer para que ellos se separaran. Aunque no lograron su objetivo. Durante dos días estuvieron preparando todo para su viaje a Corea, el señor Kim también ayudó a traer todas las cosas de su suegra, ya que ella hasta cargó con los peces. Mientras que la señora María y Alejandra estuvieron felices por el viaje al extranjero. Suben al jet privado, Alejandra ayuda a la mujer mayor mientras que Johanna y Sam se acomodan en unos asientos adelante de ellas. Se abrochan el cinturón, se toman de la mano mirándose fijamente mientras sienten cómo la aeronave empieza a moverse. La mexicana no pierde de v
—Señorita Johanna Suárez, es usted encontrada culpable del homicidio del productor Vicent castillo —exclamó el señor juez—. Pero debido a que usted es menor de edad, será trasladada al correccional femenil de mujeres hasta cumplir la mayoría de edad. —Terminó el señor juez golpeando el escritorio con el martillo de madera. —¡No! —un grito invade toda la sala y ese provenía de la madre de Vicent Castillo, que se sentía indignada por la sentencia que le habían dado a la mujer que asesino a su hijo—. ¡Esa mujer debería de ser condenada a la pena de muerte! —dijo la mujer de cabello castaño cubierto con algunas canas. —¡Silencio en la sala! —dijo el juez con voz ronca—. Doy por finalizado este juicio —al terminar de hablar la gente se pone de pie. Dos policías toman del brazo a la joven de quince años de cabello castaño, piel de color medio y de complexión delgada. Que tiene esposas en las muñecas y en los tobillos. Los hombres se llevan a la joven. —¡Te juro que nunca te deja