EL ENSAYO
Emil, de pie sobre el escenario, ensayaba las líneas de su personaje en el amplio teatro. Su voz se oía por todo el lugar, proyectándose hasta los palcos del fondo.
Caminaba, y sus pasos resonaban sobre el suelo de madera, y en sus ojos cerúleos se podía ver la emoción que le otorgaba al personaje que había construido.
Detrás de él, su profesora de teatro se acercó con el libreto en la mano. Se acomodó sus cabellos rizados y grises detrás de la oreja y esperó a que terminara su línea.
- Hasta ahí, Emil -dijo, levantando la mano-. Tu interpretación está muy bien, pero debes encarnarte más en el papel y hablar desde la emoción del personaje. No debes pensar como un actor. Recuerda eso. Para la clase que viene quiero ver mejoras, por favor.
La profesora comenzó a recoger las cosas del ensayo y Emil fue detrás de ella, ayudándola.
- Disculpe, profesora… Tiene razón.
- No hay necesidad de disculparse, Emil. Sólo muestra un cambio la semana que viene -contestó ella, bajando del escenario.
- De acuerdo.
Emil salió de allí y se dirigió a su coche, para regresar a su casa. Era sábado y ese día no trabajaba. Caminó hasta su vehículo y suspiró ante la visión de este: era pequeño y económico. Lo había conseguido de segunda mano y tenía una abolladura en una de sus puertas. Buscó las llaves en su bolsillo y abrió.
Se sentó en el asiento del conductor, puso en marcha el motor y encendió la radio. Cambió de estación, hasta sintonizar las noticias y aceleró. En la radio dieron el clima y hablaron de un robo, y luego un periodista habló de cine.
- Sin dudas, la noticia del día es lo que le está sucediendo al famoso director de cine Marco Rossi, que esta mañana fue acusado por una ex amante. La actriz en cuestión es Anastasia Taylor, quien lo acusa de violación y maltrato psicológico -relató uno de los periodistas.
Emil giró el volante en la intersección.
- Estaremos al tanto de lo que suceda -dijo el otro locutor-. En otras noticias…
Chasqueó la lengua, apagó la radio rápidamente, con el ceño fruncido y siguió conduciendo. Se detuvo frente a una gran edificación de puertas de vidrio y bajó del coche.
Caminó hacia las puertas, que se abrieron en cuanto él se acercó y atravesó el hall, blanco y luminoso. Emil atravesó el gentío atareado, bien vestido, que iba y venía por el lugar y pasó de largo el gran escritorio de mármol gris donde se leía “RECEPCIÓN”, que combinaba con el color del suelo, donde una joven se hallaba sentada, hablando por teléfono. Ella lo saludó amablemente con un gesto de la mano y él hizo lo mismo.
Continuó caminando hasta llegar a los elevadores, e ingresó a uno de ellos. Oprimió el número cuatro en el panel y las puertas se cerraron. Se encontró sólo, rodeado de su imagen en los espejos del elevador y se observó. Lucía terrible. Llevaba la ropa que había usado para el ensayo y no se había detenido para cambiarse. Peinó un poco su cabello oscuro y acomodó su camisa.
El elevador se detuvo y las puertas se abrieron. Emil salió y se dirigió a la puerta de madera negra que tenía un letrero en el que se leía “Oscar Miller”. Golpeó suavemente dos veces y luego abrió la puerta y entró a la oficina, cerrando la puerta detrás de él.
La oficina de Oscar era sumamente ordenada y prolija. Cuadros de diseño colgaban de las paredes y sobre su escritorio sus papeles estaban bien apilados y acomodados. Oscar estaba sentado en su silla de cuero negro y cuando lo vio se levantó, rodeó el escritorio y se acercó a él para abrazarlo.
- Hijo, ¿cómo te fue en tu clase de teatro? -le preguntó con una sonrisa en el rostro y apoyando una mano en el hombro de Emil.
Emil hizo una mueca de disgusto, levantando las cejas y los hombros al mismo tiempo.
- No te preocupes, nadie comprende nada, tú eres mi actor preferido -dijo Oscar, palmeando el hombro de Emil.
Emil se separó de Oscar, para sentarse en la silla frente al escritorio.
- Tío… Hace un momento escuchaba la radio y “la noticia del día” tiene que ver con Marco… ¿Qué está pasando? -consultó, disgustado.
Oscar se sentó frente a Emil en su silla de cuero y se acomodó.
- Sabes cómo es este ambiente, aquí todos buscan su minuto de fama. Esa chica quiso acostarse con tu padre. Pero luego vio que podía sacar provecho de la situación. Tú no te preocupes que nosotros tenemos todo bajo control. Nos encargaremos de esto.
Oscar alargó su mano por encima del escritorio para alcanzar la de Emil y le dio unas palmadas.
- Hoy se abre el casting para la nueva película de tu padre… ¿Qué te paree si te presentas? -sugirió Oscar.
- Estás loco, tío -dijo Emil, y pensó por un momento-. Quiero hacerte una pregunta, ¿por qué sigues siendo amigo de Marco? No eres como él.
- Mira, Emil, tu papá y yo nos conocemos hace mucho tiempo… Tu papá era otro tipo de persona en esa época en la que nos conocimos. Hoy en día tenemos una relación laboral. Cuando éramos jóvenes era un chico solitario, que había escapado de su casa… Ya sabes cómo fue, tu abuelo era alcohólico. Luego se fue convirtiendo en un tipo distinto, pero yo seguí igual y me quedé a su lado… No lo sé, la vida es complicada.
En ese momento se escuchó que alguien llamaba fuertemente a la puerta y entró Ana. Ana era una mujer en sus cincuentas, alta y delgada, muy atractiva, que intentaba seguir luciendo joven y había retocado más de una parte de su cuerpo con cirugía, usaba vestidos llamativos y ceñidos al cuerpo. Le gustaba la atención y nunca pasaba desapercibida.
- Mira quién ha aparecido por aquí -dijo Oscar-. Mi querida Anita, ¿cómo estás?
- Ay, ¿“Anita”? Anita no, ya sabes que es muy vulgar. Lola.
Ana rodeó el escritorio de Oscar y lo abrazó, estrechando todo su cuerpo contra el suyo. Luego miró de arriba abajo a Emil y él se levantó de su silla.
- No puedo creer lo grande que estás. Cada vez más parecido a tu padre. Qué bien que te queda ese corte de cabello, más descontracturado. Siempre lo habías usado super corto y definitivamente te favorece más como lo llevas ahora.
Emil estuvo a punto de irse cuando la oyó mencionar a su padre, pero Ana se acercó a él y le dio un fuerte besó en la mejilla y continuó hablando.
- Les tengo una buena noticia, queridos míos. Esta película va a ser todo un éxito. Ya estuve leyendo el libreto. Y para promocionarla nos vamos de viaje por todos lados con tu padre. ¿Qué les parece?
Emil suspiró y Oscar tomó gentilmente a Ana del brazo y comenzó a dirigirla hacia la puerta. Cuando pasó cerca de Emil le guiñó un ojo.
Oscar abrió la puerta, dejando pasar a Ana.
- Excelentes noticias, linda. Nos vemos pronto.
- Chau, chau -dijo ella, sonriendo.
Oscar cerró la puerta y suspiró.
- Sé que no es tu día laboral, pero te dejé trabajo. Te he dejado unos llamados que hacer y le dejé a tu madre una cosa para ti, porque no te había encontrado en tu oficina -dijo Oscar, dándole una palmada en la espalda a Emil.
Emil asintió con la cabeza y salió.
***
Marco estaba sentado en la silla de director junto a su equipo de casting y buscando al actor ideal para el papel protagónico. Era un hombre elegante, de cabello corto y oscuro y ojos claros, con su barba impecablemente cortada y su camisa bien planchada.
Frente a él, los jóvenes actores desfilaban dando lo mejor de sí. En ese momento, un joven de unos treinta años estaba audicionando con el libreto en la mano. Oscar entró y se sentó en la silla vacía al lado de Marco, y observó al muchacho con los brazos cruzados frente a su pecho.
- ¿Cómo puedes pensar que un director como yo podría contratar a un tipo como tú para el protagónico? Actúas horrible, te quiero fuera de mi vista -gritó Marco, haciendo un gesto con la mano, echando al joven del plató.
El joven miró a Marco y se le llenaron los ojos de lágrimas. Agachó la cabeza y salió disparado en dirección a la puerta. Oscar suspiró.
- Esta generación no es talentosa. No como las de antes -dijo.
- WHISKEYYY -gritó Marco.
Un joven asistente se acercó corriendo hacia Marco con un vaso en la mano y una servilleta de papel debajo del vaso. Marco miró el vaso y luego levantó la mirada, observando fijamente al joven.
- No me he pasado toda una vida escribiendo y dirigiendo para que un imbécil como tú me trajera un whiskey sin hielo -le dijo-. Vete.
El joven corrió diligentemente a buscar hielo.
- No seas impaciente, hay muchos como estos -dijo Oscar-. Al fin y al cabo, son los novatos los que nos van a ahorrar dinero.
- ¡Siguiente! -grito Marco, y miró a Oscar-. ¿Por qué has tardado tanto? Sabes que no puedo controlar estas cosas sin ti.
- Me he quedado hablando con tu hijo y se me hizo tarde.
Marco lo fulminó con la mirada, mientras el siguiente joven se paraba frente a ellos. Tenía buena presencia y era apuesto.
Marco abrió una cajita de madera y se prendió un habano.
- Te convendría no hacerme perder el tiempo, joven -le dijo, con el habano en la mano, soltando una bocanada de humo-. Actúa como si estuvieras matando a la mujer que más daño te haya hecho en la vida.
LA MADRE Emil, sentado en su pequeña oficina, hablaba por teléfono y acomodaba los papeles desordenados sobre su escritorio. - La reunión con la gente de marketing se realizará el jueves a las cinco de la tarde. Venga con todas sus propuestas -Emil hizo una pausa escuchando-. Si, hasta luego. Colgó el teléfono y escribió en su laptop cuando su móvil comenzó a sonar. Miró la pantalla y atendió rápidamente. - Hola, ma -dijo, y escuchó-. ¿Qué pasó? ¿que te caíste? ¿cómo sucedió? Espera, no llores, ¿cómo que haciendo jardinería? Estoy saliendo a verte, no te preocupes. No te muevas y quédate con la pierna hacia arriba. Emil tomó su abrigo y salió rápidamente de su oficina. Condujo hacia la casa de su madre, aparcó el coche y cerró de un golpe la puerta. Abrió con su llave la puerta de entrada e ingresó. Caminó por la casa antigua, exageradamente decorada, y se dirigió a la habitación de su madre. Su madre, Isabella,
EL ASESINOEmil frenó ante la puerta de vidrio de la productora. Era de mañana y estaba nervioso. Había estado leyendo casi toda la noche el libreto que le había enviado Oscar, y sabía las líneas a la perfección. Tomó aire y lo retuvo en sus pulmones un momento. Lo soltó y cruzó la puerta.Recorrió los pasillos hasta llegar a una sala grande, que tenía una de las hojas de la puerta doble abierta. En ese momento Oscar, asomó su cabeza por la puerta.- Aquí estas. Ven conmigo -le dijo.- ¿Muy concurrido? -preguntó Emil, disimulando su nerviosismo.- Unos cuantos, pero tu no tienes de qué preocuparte. Ha venido cada desastre que mejor ni mencionarlo. No sé donde toman clases de actuación hoy en día.- Si no fuese por tus sugerencias y buenas recomendaciones yo estaría peor que ellos
EL SABUESOSiena estaba en la escena del crimen haciendo su trabajo. La víctima se encontraba sentada frente al escritorio de su oficina, con un revolver en su mano y un tiro en la frente.- Todavía debemos descartar homicidio -decía su jefe, Liam.- El lugar de la herida es totalmente accesible. El orificio de entrada fue la frente y la bala salió limpiamente por aquí -señaló Siena, mientras fotografiaba la herida.- Busca residuos de pólvora en la mano -pidió Liam.Siena continuó fotografiando al cadáver, mientras Liam gritaba órdenes a los recién llegados.- ¡Etiqueta bien esa evidencia! No quiero problemas como con el caso anterior. Novatos… -dijo Liam-. ¡Oye! ¿Dónde están tus guantes? -Liam caminó hacia los novatos recién llegados hacia la escena del crimen para reprenderlos.
LA EXEmil entró en la escuela primaria y se sentó entre los padres de las últimas filas. Su ex mujer lo vio y se sentó a su lado.- ¿Qué haces aquí, Emil? -le dijo Lisa.- He venido a ver a mi hijo. Él me pidió que viniera.Emil le mostró en su móvil la conversación que habían tenido.- ¿Ves?Lisa miraba hacia adelante, sin prestar atención a lo que Emil le mostraba.- No puedes estar aquí. Y no quiero que estés aquí. Debes irte -dijo Lisa.- Pero… -Emil la observó, sin realmente saber qué contestar-. Ya comienza.- Vete, no me importa. No quiero que te acerques a mi hijo.Emil cerró los ojos y masajeó sus sienes, respirando profundamente. Abrió nuevamente los ojos y la miró.- De acuerdo. Tú le dirás qu
LA PELÍCULAA la mañana siguiente, Emil se levantó temprano y ordenó la habitación. Compró café y algunas cosas ricas para dejarle a Oscar para que desayunara y condujo, bebiendo su propio café. Aparcó frente a una tienda de juguetes y compró unas figuras de acción, para llevarle más tarde a Dani.Luego, se dirigió a la productora y de camino allí, se detuvo en la puerta del cine que quedaba cerca. En la cartelera podía verse un anuncio de las películas que proyectarían en la semana. Llamó su atención el ciclo de cine sobre crímenes y asesinatos que estaban promocionando, y pensó que podrían servir en la construcción de su nuevo papel, por lo que aparcó el coche en la puerta y bajó a observar.La primera película que proyectarían sería El nombre de la r
FAMA Y FORTUNAA la mañana siguiente, Emil decidió llevar la figura de acción a su hijo y algunas compras como para llenarle la alacena a Lisa. Pensó que podría funcionar.Se posicionó frente al timbre, pero dudó por un momento. Dio media vuelta y volvió a encaminarse hacia su coche. Finalmente, tomó coraje y pensó que tenía que enfrentar los gritos de Lisa. Caminó con paso rápido y tocó timbre antes de que se arrepintiera de nuevo.Lisa asomó su rostro por la puerta entreabierta y lo observó.- ¿Qué haces aquí? -preguntó, mirándolo de arriba abajo con cara de pocos amigos.- Vengo a ver a Dani. Le he traído algunas cosas. A ti también.Lisa salió y cerró la puerta tras de sí.- No sé si puedes verlo ahora -dijo, pensando sus pr&oac
PREMEDITADOSiena entró en la escena del crimen.- No toquen nada -dijo-. Tú, dame esa cámara.- ¿Qué es lo que tiene con las cámaras? -murmuró uno de los agentes que se encontraba en la escena.- Buen ojo -dijo Liam-. Dale la cámara.Siena fotografió el cuerpo de Elena, desde todos los ángulos posibles. Había visto eso en otro lugar, estaba segura.- Es una de las actrices de Marco Rossi. Identifíquenla.- Ese hijo de puta de nuevo -refunfuñó Oliver.- ¿Reconoces esto? -dijo Siena, dirigiéndose a Liam.- Si, una mujer muerta -dijo Liam.- No, esta parodia. Esta reproducción. Lo he visto antes.Liam frunció el ceño y se encogió de hombros.- ¿A qué te refieres?- Es la escena de una película, Liam. Por favor, mira -dij
LA CENAMittens estaba descontrolado. Hacía días que Siena aparecía en su apartamento sólo para dormir, y Mittens se lo estaba haciendo notar. Había dado vuelta su plato de agua sobre la alfombra, a propósito, claro, y se negaba a comer.- Vamos, Mittens, no me hagas la vida más complicada de lo que ya es -rogó Siena-. Te lo compensaré ni bien pueda. Miraremos muchas películas el fin de semana y te cocinaré pavo. ¿Quieres? -preguntó, acercándose para acariciarlo, pero Mittens corrió y saltó, subiéndose a lo más alto de la biblioteca.Siena suspiró y puso los ojos en blanco. Dejo caer sus hombros, resignada. El gato la observaba desde las alturas, disgustado.- Tienes razón, trabajo mucho -musitó, cansada.El microondas hizo su característico pitido, finalizando, y Siena se acerc&o