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Capítulo 31. Tú puedes ser la heredera

—Por favor, vete… Mackenzo no puede verte… luego hablamos porque es muy peligroso hacerlo aquí… hay cámaras, trataré de borrar las películas ¡Ten! ¡Corre! —le dijo dándole las llaves del auto —. No lo lleves donde te estas quedando ni siquiera cerca de allí, déjalo con las llaves colocadas en alguna parte de la ciudad —habló la mujer en un susurro.

—Espera, madre —dijo Briggitte al ver la mirada desesperada de su madre y sabiendo que debía salir de ahí rápido —. Gracias.

La mujer no respondió, mientras su hija cogió las llaves del auto y salió corriendo hacia el, no sin antes dar un último vistazo a su madre, quien la miraba con tristeza.

Briggitte subió al auto y puso en marcha el motor, condujo con rapidez para poner distancia entre ellos, sin dejar de pensar en las razones por las cuales su madre la había ayudado.

Al principio, se trasladó sin rumbo fijo, tratando de encontrar respuesta a sus interrogantes, hasta que al fin llegó a la parte más concurrida de la ciudad y allí dej
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