Sebastián observó el resultado del primer sobre, su mirada se detuvo al final de la hoja. Compatibilidad con las muestras estudiadas 99,9 %. Sacó el contenido del segundo sobre, con el mismo resultado 99,9 % de compatibilidad, fue inevitable que en su boca se dibujara una sonrisa de satisfacción, su pequeño Dominik, era su hijo, pese a ello, no pudo dejar de sentirse intranquilo, al pensar en las razones por las cuales Francesca le había llevado las muestras, si igual podía tomárselas directamente del bebé, algo no tenía sentido, tampoco la actitud de Mackenzo era lógica, cada día crecían sus sospechas, y una de ellas era que quizás el hombre tenía secuestrado a Briggitte. —¿Será posible que una de esas muestras corresponda a mi hijo con Briggitte? Aunque eso no tiene sentido —se dijo—. De ser cierta esta hipótesis ¿Por qué tomarían la muestra de mi otro hijo? A menos que Francesca no estuviera segura de mi paternidad sobre el niño, pero dijo que era virgen cuando estuvimos —murmuró
Briggitte abrió los ojos y lo observó por unos segundos, no podía creer la situación en la que se encontraba, la persona a quien más había amado en su vida y quien más le había hecho daño, estaba allí frente de ella pidiéndole explicaciones, le parecía un descaro lo que estaba haciendo, le provocaba abofetearlo hasta destrozarle el rostro por completo, porque por su culpa ella había perdido a la persona más importante de su vida y eso era algo que jamás podría olvidar. —¿Hijo? ¿De qué hijo hablas? —le preguntó con desprecio, aunque no lo dejó responder y siguió hablando—. ¿Me imagino que debes referirte al hijo que tuviste con la zorr4 tu esposa, porque no sé de cuál otro, podrías estar hablando? —indicó sin ocultar su desagrado.—Briggitte, por favor, perdóname, me equivoqué… hay muchas cosas de las cuales tenemos que hablar, pero este no es el lugar, ni el momento para que hablemos, por favor, ¿Dónde podemos hacerlo?—El lugar es en ninguna parte y el momento es nunca, no tengo nad
—¡Eres un idiota! ¿Con qué derecho te crees para venir a interrumpirme? ¿A venir a apartarme de mis admiradores y a intentar reclamar territorio? Voy a decirte algo Maldit0 imbécil y espero que no sigas insistiendo, no quiero tus explicaciones… la Briggitte tonta, la que creía en pajaritos preñados, esa murió, la asesinaste el mismo día que la dejaste para casarte y no con cualquiera, sino nada más y nada menos que con la bruja de mi hermanastra… y por tu culpa perdí a mi hijo ¿Crees que podría perdonarte alguna vez? Será en tus sueños, porque yo ni siquiera en mis pesadillas te perdono —dijo de manera seca y todos los presentes en la discoteca exclamaron sorprendidos al escucharla.—Por favor Briggitte, si me escuchas las razones podrás… —pero otra vez ella le impidió hablar. —Desde que te casaste, no me importan tus razones, ni tus explicaciones, yo seguí con mi vida Sebastián, encontré la manera de ser feliz ¿Y qué haces tú? ¡Me vienes a interrumpir! Deberías estar con la familia
—Por favor, vete… Mackenzo no puede verte… luego hablamos porque es muy peligroso hacerlo aquí… hay cámaras, trataré de borrar las películas ¡Ten! ¡Corre! —le dijo dándole las llaves del auto —. No lo lleves donde te estas quedando ni siquiera cerca de allí, déjalo con las llaves colocadas en alguna parte de la ciudad —habló la mujer en un susurro. —Espera, madre —dijo Briggitte al ver la mirada desesperada de su madre y sabiendo que debía salir de ahí rápido —. Gracias.La mujer no respondió, mientras su hija cogió las llaves del auto y salió corriendo hacia el, no sin antes dar un último vistazo a su madre, quien la miraba con tristeza. Briggitte subió al auto y puso en marcha el motor, condujo con rapidez para poner distancia entre ellos, sin dejar de pensar en las razones por las cuales su madre la había ayudado.Al principio, se trasladó sin rumbo fijo, tratando de encontrar respuesta a sus interrogantes, hasta que al fin llegó a la parte más concurrida de la ciudad y allí dej
Desesperada, Belina luchó con todas sus fuerzas para escapar de las garras de Mackenzo, pero él era más fuerte que ella y no la soltaba. Tratando de poner distancia entre ambos, Belina tomó lo primero que vio a su alcance, un palo de golf y lo arrojó contra Mackenzo. Él cayó al suelo, aturdido por el golpe.Fue entonces cuando Belina decidió salir corriendo y bajar por las escaleras corriendo hacia la puerta principal, desesperada por escapar de aquel lugar. Sin embargo, Mackenzo reaccionó rápidamente y la detuvo justo antes de salir por la puerta, la arrastró de nuevo hacia el interior, la mujer luchó desesperada con todas sus fuerzas para liberarse de los fuertes brazos de Mackenzo. Pero el hombre era demasiado poderoso y no le permitió escapar, la tenía agarrada como un depredador a su presa.Mientras forcejeaban en medio de la sala, llegó Flaviana y al ver la escena corrió hacia ellos y vio a Belina a punto de ser arrastrada por Mackenzo. Rápidamente, la tomó del brazo y se enfren
Así pasó aproximadamente una hora, Belina se quedó dormida, aún sentía tanto cansancio y dolor, que ni siquiera se preocupó por nada más, Flaviana estaba con ella y eso surtió el efecto de tranquilizarla, porque se quedó dormida.El médico de la clínica de los Ferrari llegó en helicóptero, revisó a Belina y se dio cuenta de que la herida de bala había tenido orificio de entrada, pero no de salida.—Debemos llevarla al hospital, lo siento señor Ferrari, pero aquí las condiciones no están dadas para operarla, no tengo los instrumentos necesarios —expresó el médico con una mezcla de temor y preocupación.—Doctor, no podemos ir al hospital, la vida de la señora Belina corre peligro, de hecho, no podemos salir de aquí… diga lo que necesita y se lo buscaré, pero no puedo arriesgar la vida de la señora ¿Entiende eso? Salir de aquí puede ser ejecutar su sentencia de muerte —explicó Sebastián y al doctor no le quedó otra alternativa, sino asentir.—Está bien, por supuesto que lo entiendo, voy
Sebastián no podía creer en su buena suerte, tanto tiempo tratando de contactar al Barón Ferrer y resulta que el mismo lo llamaba, quizás era fuera una señal de que podría librarse de Mackenzo y de Francesca, por un momento se distrajo en esos pensamientos, hasta escuchar de nuevo la voz del hombre al otro lado de la línea.—No te voy a decir el lugar donde nos veremos… yo voy a ir al sitio donde indiques, aunque espero que estemos de acuerdo en una cosa, no te lleves gente contigo, debes estar sin testigos, nadie más, solo tú para que hablemos del tema que nos interesa —expresó Enzo.—Entonces tú tampoco deberías traer testigos ni nadie contigo —respondió Sebastián en el mismo tono.—Tú no eres nadie para ponerme condiciones, entre nosotros soy yo quien dice lo que hay que hacer, son mis reglas, mis normas, no las tuyas. Dime en dónde puedo encontrarte, no te voy a pedir que vengas a mi territorio —insistió Enzo.—Eso estaría bien si no estuvieras interesado en lo que yo tengo, pero
—Tengo muchas pruebas en contra de Mackenzo —dijo Sebastián y el hombre empezó a interrogarlo.—¿Qué clases de pruebas? —preguntó Enzo con interés.—De todas las actividades ilegales de Mackenzo, sus crímenes, actos ilegales.—¿Puedo verlas? —inquirió y ambos se quedaron viendo por un par de segundos.—No las traje conmigo… aunque puedo hacértelas llegar —mencionó con tranquilidad, pero no pudo evitar sorprenderse cuando le dijo.—Siempre puedes bajar a la bóveda de seguridad y extraer las que tienes allí —mencionó con tranquilidad —Sebastián, ¿Crees que alguien que forma parte de la vida de mi enemigo va a traer a guardar algo bajo mis narices y no me daré cuenta? —de pronto se quedó pensativo y agregó con una expresión de tristeza—. Solo una vez, cometí ese error de subestimar a alguien, no quería interferir mucho en la vida de mi hermana, averigüé el nombre del hombre, incluso la vi varias veces con él… y me mantuve al margen, no hice nada en su contra, debí presionar más, amenazar