Luna sintió como un escalofrío le recorrió el cuerpo, Carlota le gritaba ladrona con lágrimas en los ojos mientras la esposa de su padrino llamaba a la policía.
Luna tuvo el impulso de salir corriendo, pero ¿Por qué? Ella era inocente, así que se quedó muy quieta y levantó el mentón con orgullo.
— Yo no hice nada — les dijo a las mujeres que se abalanzaron sobre ella con insultos.
— Claro que sí, lo hiciste, tú te robaste mi anillo mientras me duchaba — le gritó Carlota — yo te vi.
— Pues necesitas lentes porque estás bizca, porque yo no fui — la esposa de don Pietro, Laura, se acercó a Luna y cuando llegó con ella levantó la mano y le dio una bofetada fuerte en el rostro.
Era el segundo golpe en menos de media hora y Luna sintió como la mejilla comenzó a hincharse.
— Si mi nuera dice que te vio, es porque así fue, así que prepárate, porque vas a pasar el resto de tu vida en la cárcel. Vamos, Carlota — la mujer dio la vuelta y salió y cuando Carlota salió tras ella le dedicó una mirada burlona a Luna y cerraron la puerta.
Luna se quedó ahí con la respiración acelerada sin saber qué hacer. ¿Cómo había llegado ese anillo ahí? Recordó que había visto un par de cámaras de seguridad en el corredor, ahí podría demostrar su inocencia, pero cuando intentó salir, la puerta estaba cerrada con llave.
— ¡Déjenme salir! — gritó tratando de abrir, pero la puerta no cedió.
— Ahí te vas a quedar hasta que llegue la policía — le dijo Laura desde afuera y Luna se quedó paralizada del susto.
Ella no había robado ese anillo, pero lo habían encontrado en su habitación y estaba segura que la policía le creería a la ridícula de Carlota y a doña Laura, además su padrino no estaba para defenderla, así que dio media vuelta, agarró un pequeño abrigo y se lo puso.
La única opción que tenía era llegar hasta el hospital con su padrino y pedirle ayuda, así que asomó la cabeza por la ventana que daba al patio y comenzó a bajar por la enredadera que llegaba hasta el suelo.
Las luces de la patrulla de la policía ya se veían y Luna corrió por el jardín.
— ¡No la dejen escapar! — le gritó Carlota a la policía — ¡Allá va, es una ladrona!
— ¡Alto ahí! — le gritó la voz de un hombre, pero Luna no se detuvo a ver quién era, corrió por el jardín sintiendo los pasos de un hombre tras ella y cuando la agarró por el brazo frenó su avance y Luna cayó al suelo haciéndose daño.
El policía comenzó a esposarla y cuando ajustó las esposas a sus muñecas Luna lloró.
— Yo soy inocente — le dijo en medio del llanto, pero el hombre la arrastró hacia la patrulla y la metió de un tirón dentro.
Luna vio por el cristal como doña Laura la miraba con suficiencia y Carlota se reía de ella. Se intentó limpiar las lágrimas con el hombro, pero no lo logró, así que los ojos aguados le impidieron ver el camino a la estación de policía.
El hombre la metió en una celda oscura al fondo de la estación de policía y cuando la soltó de las esposas Luna se volvió hacia él.
— Señor, yo soy inocente, de verdad — le dijo y el policía se rio.
— Eso dicen todos.
— Que revisen las cámaras de seguridad del corredor, ahí se van a dar cuenta de que soy inocente, ya lo verá — el hombre se rio de nuevo.
— Estás muy equivocada niña, si te metiste con los Beureth nada te salvará.
— Pietro Beureth es mi padrino… — Luna le quería pedir que lo llamara, pero recordó que su padrino estaba enfermo en el hospital, así que mejor se sentó en la cama.
— ¡Tu padrino? — se rio el policía — mientes, él nunca tendrá de ahijada una empleaducha como tú — Luna ya no contestó más. No le quedaba más que esperar, y así lo hizo.
Pasó toda la noche en la fría celda, cubierta únicamente por un trapo corto que le cubría solo los brazos y cuando llegó la mañana Luna imaginó que pasaría más de un día en aquel lugar.
Se oyeron unos pasos por el corredor y Luna no se volteó a mirar quien era, quien fuese, dejar que la vieran ahí le parecía humillante.
— Una noche sin mi papá y mira donde terminas — Luna se volvió hacia la voz del hombre y se encontró con Ismael que la miraba con sus intensos ojos como el hielo. Bajo sus largas pestañas se veían dos grande ojeras, de seguro no había dormido en toda la noche.
— ¿Qué haces aquí? ¿Vienes a burlarte de mí? — le preguntó Luna con un tono frío y el hombre se aflojó la corbata.
— Mi padre me envió.
— ¿Mi padrino sabe que estoy aquí? — Luna se sintió mucho más avergonzada.
— Él lo sabe todo — murmuró con más frialdad todavía — sabe que eres una ladrona y aun así te sacará de este lugar.
— ¡Yo no soy una ladrona! — le gritó Luna a Ismael y él dio un salto por la sorpresiva agresividad de la muchacha — ya estoy harta de que me denigren de esa forma.
— ¿Entonces como apareció el anillo de mi novia en tu cuarto? — Luna se irguió y levantó el mentón con orgullo.
— Pues lo sabrá cuando vea las cámaras de seguridad — el policía que la había llevado la noche anterior abrió la celda muy callado, en un silencio sepulcral — ¿Por qué no se burla de mí como anoche? — le preguntó Luna y el policía se quedó muy callado, se notaba el miedo o el respeto que le tenía a Ismael, o a su apellido.
Cuando Luna salió de la estación de policía resbaló en el suelo de la acera e Ismael la tomó por la cadera para que no cayera.
Luna sintió como los fuertes brazos de él se aferraron a su cadera y cuando su pecho chocó con el suyo ella dejó escapar el aliento. Ismael la miró a los ojos, apenas los separaban un par de centímetros y podían percibir el aliento del otro.
— No eres más que una muchacha — le dijo él recorriendo su rostro con sus claros ojos — casi una niña.
— Tengo diecinueve — le dijo ella y él la miró por un momento más, Luna creyó que la besaría, pero la soltó de repente y ella cayó de espaldas al suelo.
— Muy joven para ser ya la amante de un hombre tan viejo como mi padre — Luna se puso de pie y lo encaró.
— Usted es un maldito — le dijo — no he conocido peor hijo que usted en mi vida — Ismael se volvió hacia ella con rabia y con una mano la agarró de la cara y le aplastó las mejillas con fuerza.
— ¡No te atrevas a decir que soy un mal hijo! — le gritó y Luna trató de quitárselo, pero no pudo, así que le dijo con la voz apretada.
— Lo es, por que su padre le ha dicho que no somos amantes y usted no le ha reído. Usted no ha confiado en él, y eso lo hace un mal hijo — Ismael la soltó y Luna imaginó que le quedaron los dedos marcados en la cara, pero no demostró dolor.
— Vámonos — le dijo él y se subió a su auto. Luna lo siguió y se subió al asiento de atrás.
— ¿Cómo está mi padrino? ¿Lo puedo visitar? — Luna estaba realmente interesada en la salud del hombre.
— Está bien, le darán el alta en la tarde — fue lo único que le dijo el hombre durante el viaje.
Luna notó que sus palabras sí le habían afectado el ánimo al CEO de la farmacéutica Beureth, y aunque quería no demostrarlo, se veía cansado y decaído, también malgeniado.
Cuando llegaron a la mansión, Luna comprobó que las maletas que estaban en la sala estaban llenas con su ropa, la suya y la que le había comprado su padrino la noche anterior.
— ¿Qué es esto? — preguntó Ismael y por la puerta de la cocina apareció Carlota.
— ¡Que hace esta ladrona aquí? — Ismael pateó la maleta que se volcó y la mitad de la ropa se le salió.
— ¿Qué es esto? — repitió y su novia señaló a Luna.
— Es la ropa de esta, la íbamos a tirar a la basura ya que ella en la cárcel no la necesitará — Ismael se despeinó el oscuro cabello.
— Papá la sacó, y mientras él esté Luna estará protegida — Luna sintió un escalofrío, era la primera vez que él la llamaba por su nombre.
— Bueno, pues ya falta poco para que él falte así que podremos deshacernos de la…
— ¿Qué dices? — le preguntó Ismael con la voz intimidante y su novia se encogió — ¡Como se te ocurre decir eso de mi padre? — le gritó — ¡ni siquiera preguntaste como está, solo quieres que se muera para poder echar a Luna¡ — Carlota abrió la boca para contestar, pero luego la cerró.
— Calmate, cariño — se acercó a su novio, pero él la empujó con fuerza y subió por las escaleras. Carlota miró a Luna con rabia — todo esto es por tu culpa, m*****a arrimada — Luna no le prestó atención, tomó sus maletas y subió por las escaleras hacia su habitación.
No pudo evitar sentir un fuerte calor en el pecho, ¿Ismael la había defendido? Sí, lo había hecho y Luna sonrió.
Las cosas en la mansión comenzaron a hacerse cada vez más y más tensas, Luna notó como en los días que precedieron Ismael y su novia peleaban más constantemente, pero por ella, mejor. De seguro habían visto en las cámaras de seguridad que ella no había robado el anillo.Carlota estaba tan estresada que no había vuelto a prestar atención a Luna, literalmente le volteaba la cara y la ignoraba en los pasillos, únicamente estaba guardando energías para cuando Ismael llegaba en la tarde del trabajo para iniciar una nueva pelea. Por otra parte, doña Laura continuaba igual que siempre, humillaba a Luna cada vez que tenía oportunidad y la trataba como la amante de su esposo. Don Pietro regresó del hospital y eso fue lo único que Luna necesitó para sentirse cómoda en la casa. Su padrino la defendía de las humillaciones de su esposa, de las empleadas y de las feas miradas que le lanzaba Carlota, pero lo que más incomodaba a Luna, más que las humillaciones y las groserías, era la extraña indi
Luna sintió un vacío en el pecho, uno que nada era capaz de llenar. Don Pietro, su padrino, era de las pocas personas que la habían tratado bien en su vida, y ahora ya no estaba, se había ido y ella estaba a Mercer de doña Laura, carlota y las empleadas de la casa, por eso, antes de que terminase el entierro de su padrino, Luna ya había decidido que se iría de regresó al orfanato, ya no tenía nada que hacer en esa casa, solo tenía que esperar hasta que cumpliera los veinte años y así podía costearse ella misma la universidad. Hubo muchas lágrimas en el entierro, doña Laura parecía estar a punto de desmayarse al igual que los dos hijos menores de don Pietro, pero Ismael tenía una fortaleza que le erizó los vellos del cuerpo a Luna. En su rostro se notaba como tenía el alma rota, rota en mil pedazos, pero no lloró, no hizo una mueca durante todo el acontecimiento, ni siquiera cuando el ataúd comenzó a descender y las palas comenzaron a cubrirlo de tierra. Luna lo observó, con los ho
Fue una semana complicada para Luna, cuando sus padres murieron ella estaba muy pequeña, y en el orfanato nunca había tenido un ser querido y mucho menos uno que se hubiese muerto, por eso no sabía como sobrellevar la partida de su padrino. En la noche la acometían las pesadillas del atentado y despertaba gritando. Doña Laura la reñía cada mañana porque no dejaba dormir a nadie con sus gritos e Ismael solo se limitaba a mirarla de vez en cuando. La universidad se había convertido en un tema complicado, después de la visita a la estación de policía a dar su declaración, el oficial le pidió que tratara de recordar todos lo detalles posibles y a veces a Luna se le iba el tiempo metida en su cabeza y en el recuerdo, y aunque no era capaz de recordar nada más era incapaz de concentrarse nuevamente en sus estudios, así que todo lo estaba haciendo a medias. Carlota se había ido de la casa el mismo día de la discusión con Ismael, y aunque Luna no lo mencionara abiertamente se sentía mucho
Luna contuvo el aliento antes de entrar por las puertas de la empresa, casi vio borroso cuando ya estaba dentro y caminó hacia la recepcionista con los pies trémulos. — Hola, soy Luna Leroy — le dijo a la mujer — el señor Ismael Beureth me está esperando — la mujer la dio una superficial mirada de los pies a la cabeza. — ¿Tiene cita? — le preguntó la mujer y Luna negó. — No, él me está esperando, vengo a trabajar….— Si no tiene una cita previa el señor no la podrá atender — le dijo la recepcionista con superioridad y Luna apretó los puños.— Le dije que él me está esperando, no tengo una cita, pero él me está esperando. Por favor, llámelo y lo comprobará — la mujer chasqueó la lengua. — El señor está muy ocupado, si quiere deme su nombre y le agendaré una cita — Luna blanqueó los ojos, lo último que quería era entrar en una tonta discusión, así que agarró su maleta y se agarró el cabello en una cola. — Lo buscaré yo misma — dijo y caminó hacia el elevador, pero la recepcionista
Era un día lluvioso y oscuro de enero, la llovizna constante mojaba la calle y el cielo amenazaba con derramar el agua de un año en ese día opaco. Toda la calle estaba muy mojada y Luna salió cerrando la puerta de la tienda. Cargaba con bolsas llenas, de comida y provisiones para sobrevivir la semana, pero a pesar de esto logró ver al niño gordito que se atravesó la calle corriendo tras su pelota y ella dejó caer las bolsas al suelo. El autobús se dirigía el niño con rapidez y Luna no lo pensó dos veces, corrió por el húmedo asfalto y sintió terror en las venas cuando agarró al niño y lo abrazó. El autobús frenó, pero derrapó por el suelo mojado así que Luna saltó de lado y se raspó los codos y las rodillas, pero el bus pasó por su lado y frenó estruendosamente unos metros más allá. Luna miró al niño, tenía la cara muy pálida y los ojos abiertos. — ¿Estás bien? — le preguntó ella y el niño asintió — Luna lo abrazó con fuerza, parecía tan frágil y el niño la abrazó de vuelta. — ¡L
Luna subió las escaleras siguiendo a la empleada de servicio, su padrino le había dicho que mejor comiera en su habitación mientras él hablaba con la familia, imaginó que los regañaría. — Es aquí — le dijo la empleada y le abrió la puerta de la habitación, estaba junto a una con la puerta abierta y dentro estaba el hombre, él, Ismael. Sus habitaciones estaban lado a lado. Cuando el CEO volvió la mirada hacia ella Luna dio un salto, pero él caminó hacia la puerta y ella pensó que la cerraría, pero en vez de eso se recostó en el marco. — Gracias Patricia, retírate — la empleada miró mal a Luna y se fue — ¿Quién eres? — le preguntó él y Luna se aclaró la voz. — Mi padrino ya se lo dijo, soy Luna Leroy — el hombre abrió los ojos. — Conozco ese apellido… era el apellido de una amante de mi papá — la miró con rabia y luego la tomó de la mano — ¿Acaso eres la hija de esa infidelidad? — Luna trató de soltarse, pero era muy fuerte. — No, claro que no — le dijo ella, pero Luna no sabía si
Luna se cambió de ropa, pero optó por ponerse algo más cómodo. Lo cierto era que no tenía prácticamente nada de ropa, mucho menos ropa linda como tenía Carlota, así que se vistió lo mejor que pudo para bajar a ofrecerle una disculpa a su padrino por la bochornosa escena, pero cuando salió a las escaleras se encontró con Carlota con una bata de baño. — Espera, mustia — la llamó la mujer, pero Luna la ignoró — ¡Ven aquí, perr4! — la llamó, pero Luna casi que corrió por las escaleras y cuando llegó abajo se encontró con las empleadas limpiando el reguero de sopa que habían hecho.Luna avergonzada llegó con ellas y tomó y un trapo, luego comenzó a ayudarles a limpiar la sopa del suelo. — No tienes que hacer esto — le dijo su padrino en cuanto llegaron, la tomó de la mano y se la llevó, pero Luna vio como las demás empleadas la miraron con agradecimiento. — Padrino, de verdad quería pedirle una disculpa por cómo me porté en el desayuno, no debí hacer eso — el señor Pietro asintió, pero