El posesivo CEO y su rebelde protegida
El posesivo CEO y su rebelde protegida
Por: DiegoAlmary
1 Padrino. 

Era un día lluvioso y oscuro de enero, la llovizna constante mojaba la calle y el cielo amenazaba con derramar el agua de un año en ese día opaco. Toda la calle estaba muy mojada y Luna salió cerrando la puerta de la tienda. Cargaba con bolsas llenas, de comida y provisiones para sobrevivir la semana, pero a pesar de esto logró ver al niño gordito que se atravesó la calle corriendo tras su pelota y ella dejó caer las bolsas al suelo. 

El autobús se dirigía el niño con rapidez y Luna no lo pensó dos veces, corrió por el húmedo asfalto y sintió terror en las venas cuando agarró al niño y lo abrazó. 

El autobús frenó, pero derrapó por el suelo mojado así que Luna saltó de lado y se raspó los codos y las rodillas, pero el bus pasó por su lado y frenó estruendosamente unos metros más allá. 

Luna miró al niño, tenía la cara muy pálida y los ojos abiertos. 

— ¿Estás bien? — le preguntó ella y el niño asintió — Luna lo abrazó con fuerza, parecía tan frágil y el niño la abrazó de vuelta. 

— ¡Luis! — gritó una mujer a sus espaldas y Luna miró, parecía la mamá del niño — gracias muchacha, salvaste a mi hijo — le dijo a ella y Luna asintió. 

Regresó con las bolsas de la compra, pero todo se había regado en la acera así que comenzó a recogerlo. 

— Muchas gracias por salvarle la vida a mi nieto — se volvió para encontrarse con un señor de la tercera edad. 

— No es nada, tranquilo — el hombre vestía un traje con corbata muy caro y cuando la vio a la cara abrió los ojos. 

— No puede ser — dijo el hombre — no puede ser… 

— ¿Está bien? — le preguntó ella y le ayudó a sentarse en una banca. 

— Eres… ¿Tú eres Luna Leroy? — ella se sintió muy confundida.

— ¿Cómo sabe mi nombre? — el señor la agarró con las manos de la cara. 

— Es que te pareces tanto a tu madre, ¡tanto! que es casi como magia — Luna se sorprendió mucho, nunca había conocido a su madre, ni siquiera sabía cómo se llamaba. 

— ¿Usted conoció a mi madre? — el hombre asintió. 

— No solo eso, yo era el mejor amigo de tu padre… yo soy tu padrino — Luna se sentó sin fuerzas en la banca, ¿Sería tanta coincidencia? — ¿Dónde vives? — Luna parpadeó confundida por la pregunta. 

— Bueno, cuando cumplí los dieciocho me sacaron del orfanato, pero me quedé como profesora de matemáticas, así que ahí vivo. 

— Pues ya no, ahora mismo te irás a vivir con nosotros a la mansión — Luna se puso de pie muy rápido. 

— ¡Qué? — preguntó sorprendida. 

— Sí, antes de morir le prometí a tu papá que te encontraría y te protegería, pero después de su accidente de tránsito nunca pude encontrarte — le acarició la mejilla — es el destino.

Luna guardó el contacto del hombre misterioso, y esa noche que llegó al orfanato, se dirigió directamente con la madre superiora.

— ¿Entonces es verdad? — le preguntó Luna a la mujer  pero la monja se encogió de hombros.

— No lo sé, querida, ya te lo he dicho, cuando llegaste a aquí, no eras más que una bebé, solo con un papel con tu nombre.

— ¿Qué crees que deba hacer? — la monja se puso de pie y contempló por la ventana la ciudad lluviosa.

— Creo que este lugar ya te ofreció todo lo que podía ofrecerte, Luna, aquí no llegarás lejos como tanto has soñado, si es verdad que ese hombre es tu padrino y quiere ayudarte, solo hay una forma de averiguarlo.

Así que esa misma noche Luna entró con su pequeña bolsa por las grandes puertas de la mansión de la familia Beureth. 

Era la cosa más grande que Luna hubiera visto, una mansión de tres pisos hecha de mármol con decoraciones doradas y escaleras en forma de caracol. 

— Bienvenida a casa — le dijo el hombre, su nombre era Pietro, parecía ser un anciano agradable. 

— No quiero incomodar — le dijo Luna y el señor negó. 

— Claro que no, ya te lo dije, es la deuda que tengo con tu padre. 

En la cocina había un grupo grande esperándola, habían preparado un pastel, pero cuando Luna entró con el señor notó que no todo el mundo estaba feliz. 

— Es igual a ella — dijo una mujer, era muy mayor, de seguro la esposa de don Pietro — ¿Cómo puede ser tan parecida? — la miró con un rencor que Luna percibió.

— No le hagas caso a mi esposa — le dijo el señor a Luna — te presento al resto de mi familia. Ya conoces a mi nieto — era el niño gordito que ella había salvado y el niño la abrazó, luego le presentó a su otro hijo que era un hombre de unos veinticinco que la miró con deseo y la incomodó — ella es mi futura nuera, la novia de mi hijo Ismael que llegará pronto a casa — Luna le estiró la mano a la mujer, era alta y esbelta de cabello rubio y ojos azules. 

— ¿Y qué viene a hacer esta mustia a nuestra casa? — preguntó y Luna se sintió mal, así que regresó la mano. 

— No seas grosera, Carlota — le regañó don Pietro — Luna vivirá a ahora con nosotros y será como una hija más. 

— Pero si ni siquiera sabe vestirse — dijo Carlota. Las empleadas comenzaron a reírse de ella. 

— ¡La trajiste para convertirla en tu amante!  — le gritó la esposa de don Pietro y el señor enfureció. Comenzó a regañar a su familia y Luna retrocedió apretando su bolso. 

— Yo no pertenezco aquí — se dijo y dio la vuelta para correr directo al orfanato, se notaba que no era bienvenida en el lugar y ella ya tenía muchas dudas como para estar ahí así que corrió, pero cuando abrió la puerta principal se chocó con alguien que veía entrando, era un cuerpo tan duro que todo el cuerpo de Luna tembló. 

Cuando levantó la mirada se encontró con un hombre muy alto y fornido, con el cabello tan oscuro y los ojos de un azul hielo que daban miedo. 

— Casi que no llega la nueva sirvienta — dijo él, se quitó el saco y se lo lanzó a la cara a Luna que casi no lo agarra. Luego le pasó la maleta — quiero que este saco esté lavado y seco para mañana en la mañana, y cuidado lo arruinas que vale mas que tu sueldo de un año — Luna sintió rabia. 

— Yo no soy… — Luna se aguantó, no podía tratar mal a la gente en la casa de su padrino, así que únicamente lanzó el saco de vuelta con su dueño y él lo tomó. 

— Muchacha insolente, ¡lárgate de esta casa ahora! — la regañó el hombre y Luna se quedó medio paralizada. 

Era el hombre más atractivo que ella había visto en su vida, tenía un aura extraña y atemorizante que la dejó un poco tonta. Él la miró con curiosidad reparándola de los pies a la cabeza y la expresión de rabia en su rostro comenzó a perderse.

— Eso hacía — le soltó ella y dio una vuelta para irse, pero una voz firme lo impidió. 

— Eso no pasará — era don Pietro — Luna se quedará, ella no es una empleada — el hombre lo miró. 

— ¿De qué hablas, papá? 

— Luna es mi ahijada, y cuando la apadriné en la iglesia cuando solo era una bebé, prometí que la cuidaría y lo haré — el hombre joven la miró con curiosidad nuevamente.

— Luna, te presento a mi hijo Ismael, él es el CEO de nuestra empresa farmacéutica y quiero que se la lleven bien — Luna lo miró levantando el mentón, era el prometido de esa rubia desagradable y el tal Ismael la miró de nuevo entrecerrando los ojos, luego ella le tendió la mano para saludarlo, pero lo hacía por su padrino y el CEO se fue dejándola con la mano extendida.

Luna entendió que viviría un infierno en ese lugar, pero recordó las palabras que le dijeron las monjas, era la única oportunidad que tenía si quería un futuro mejor, así que tendría que aguantar.        

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