Era un día lluvioso y oscuro de enero, la llovizna constante mojaba la calle y el cielo amenazaba con derramar el agua de un año en ese día opaco. Toda la calle estaba muy mojada y Luna salió cerrando la puerta de la tienda. Cargaba con bolsas llenas, de comida y provisiones para sobrevivir la semana, pero a pesar de esto logró ver al niño gordito que se atravesó la calle corriendo tras su pelota y ella dejó caer las bolsas al suelo.
El autobús se dirigía el niño con rapidez y Luna no lo pensó dos veces, corrió por el húmedo asfalto y sintió terror en las venas cuando agarró al niño y lo abrazó.
El autobús frenó, pero derrapó por el suelo mojado así que Luna saltó de lado y se raspó los codos y las rodillas, pero el bus pasó por su lado y frenó estruendosamente unos metros más allá.
Luna miró al niño, tenía la cara muy pálida y los ojos abiertos.
— ¿Estás bien? — le preguntó ella y el niño asintió — Luna lo abrazó con fuerza, parecía tan frágil y el niño la abrazó de vuelta.
— ¡Luis! — gritó una mujer a sus espaldas y Luna miró, parecía la mamá del niño — gracias muchacha, salvaste a mi hijo — le dijo a ella y Luna asintió.
Regresó con las bolsas de la compra, pero todo se había regado en la acera así que comenzó a recogerlo.
— Muchas gracias por salvarle la vida a mi nieto — se volvió para encontrarse con un señor de la tercera edad.
— No es nada, tranquilo — el hombre vestía un traje con corbata muy caro y cuando la vio a la cara abrió los ojos.
— No puede ser — dijo el hombre — no puede ser…
— ¿Está bien? — le preguntó ella y le ayudó a sentarse en una banca.
— Eres… ¿Tú eres Luna Leroy? — ella se sintió muy confundida.
— ¿Cómo sabe mi nombre? — el señor la agarró con las manos de la cara.
— Es que te pareces tanto a tu madre, ¡tanto! que es casi como magia — Luna se sorprendió mucho, nunca había conocido a su madre, ni siquiera sabía cómo se llamaba.
— ¿Usted conoció a mi madre? — el hombre asintió.
— No solo eso, yo era el mejor amigo de tu padre… yo soy tu padrino — Luna se sentó sin fuerzas en la banca, ¿Sería tanta coincidencia? — ¿Dónde vives? — Luna parpadeó confundida por la pregunta.
— Bueno, cuando cumplí los dieciocho me sacaron del orfanato, pero me quedé como profesora de matemáticas, así que ahí vivo.
— Pues ya no, ahora mismo te irás a vivir con nosotros a la mansión — Luna se puso de pie muy rápido.
— ¡Qué? — preguntó sorprendida.
— Sí, antes de morir le prometí a tu papá que te encontraría y te protegería, pero después de su accidente de tránsito nunca pude encontrarte — le acarició la mejilla — es el destino.
Luna guardó el contacto del hombre misterioso, y esa noche que llegó al orfanato, se dirigió directamente con la madre superiora.
— ¿Entonces es verdad? — le preguntó Luna a la mujer pero la monja se encogió de hombros.
— No lo sé, querida, ya te lo he dicho, cuando llegaste a aquí, no eras más que una bebé, solo con un papel con tu nombre.
— ¿Qué crees que deba hacer? — la monja se puso de pie y contempló por la ventana la ciudad lluviosa.
— Creo que este lugar ya te ofreció todo lo que podía ofrecerte, Luna, aquí no llegarás lejos como tanto has soñado, si es verdad que ese hombre es tu padrino y quiere ayudarte, solo hay una forma de averiguarlo.
Así que esa misma noche Luna entró con su pequeña bolsa por las grandes puertas de la mansión de la familia Beureth.
Era la cosa más grande que Luna hubiera visto, una mansión de tres pisos hecha de mármol con decoraciones doradas y escaleras en forma de caracol.
— Bienvenida a casa — le dijo el hombre, su nombre era Pietro, parecía ser un anciano agradable.
— No quiero incomodar — le dijo Luna y el señor negó.
— Claro que no, ya te lo dije, es la deuda que tengo con tu padre.
En la cocina había un grupo grande esperándola, habían preparado un pastel, pero cuando Luna entró con el señor notó que no todo el mundo estaba feliz.
— Es igual a ella — dijo una mujer, era muy mayor, de seguro la esposa de don Pietro — ¿Cómo puede ser tan parecida? — la miró con un rencor que Luna percibió.
— No le hagas caso a mi esposa — le dijo el señor a Luna — te presento al resto de mi familia. Ya conoces a mi nieto — era el niño gordito que ella había salvado y el niño la abrazó, luego le presentó a su otro hijo que era un hombre de unos veinticinco que la miró con deseo y la incomodó — ella es mi futura nuera, la novia de mi hijo Ismael que llegará pronto a casa — Luna le estiró la mano a la mujer, era alta y esbelta de cabello rubio y ojos azules.
— ¿Y qué viene a hacer esta mustia a nuestra casa? — preguntó y Luna se sintió mal, así que regresó la mano.
— No seas grosera, Carlota — le regañó don Pietro — Luna vivirá a ahora con nosotros y será como una hija más.
— Pero si ni siquiera sabe vestirse — dijo Carlota. Las empleadas comenzaron a reírse de ella.
— ¡La trajiste para convertirla en tu amante! — le gritó la esposa de don Pietro y el señor enfureció. Comenzó a regañar a su familia y Luna retrocedió apretando su bolso.
— Yo no pertenezco aquí — se dijo y dio la vuelta para correr directo al orfanato, se notaba que no era bienvenida en el lugar y ella ya tenía muchas dudas como para estar ahí así que corrió, pero cuando abrió la puerta principal se chocó con alguien que veía entrando, era un cuerpo tan duro que todo el cuerpo de Luna tembló.
Cuando levantó la mirada se encontró con un hombre muy alto y fornido, con el cabello tan oscuro y los ojos de un azul hielo que daban miedo.
— Casi que no llega la nueva sirvienta — dijo él, se quitó el saco y se lo lanzó a la cara a Luna que casi no lo agarra. Luego le pasó la maleta — quiero que este saco esté lavado y seco para mañana en la mañana, y cuidado lo arruinas que vale mas que tu sueldo de un año — Luna sintió rabia.
— Yo no soy… — Luna se aguantó, no podía tratar mal a la gente en la casa de su padrino, así que únicamente lanzó el saco de vuelta con su dueño y él lo tomó.
— Muchacha insolente, ¡lárgate de esta casa ahora! — la regañó el hombre y Luna se quedó medio paralizada.
Era el hombre más atractivo que ella había visto en su vida, tenía un aura extraña y atemorizante que la dejó un poco tonta. Él la miró con curiosidad reparándola de los pies a la cabeza y la expresión de rabia en su rostro comenzó a perderse.
— Eso hacía — le soltó ella y dio una vuelta para irse, pero una voz firme lo impidió.
— Eso no pasará — era don Pietro — Luna se quedará, ella no es una empleada — el hombre lo miró.
— ¿De qué hablas, papá?
— Luna es mi ahijada, y cuando la apadriné en la iglesia cuando solo era una bebé, prometí que la cuidaría y lo haré — el hombre joven la miró con curiosidad nuevamente.
— Luna, te presento a mi hijo Ismael, él es el CEO de nuestra empresa farmacéutica y quiero que se la lleven bien — Luna lo miró levantando el mentón, era el prometido de esa rubia desagradable y el tal Ismael la miró de nuevo entrecerrando los ojos, luego ella le tendió la mano para saludarlo, pero lo hacía por su padrino y el CEO se fue dejándola con la mano extendida.
Luna entendió que viviría un infierno en ese lugar, pero recordó las palabras que le dijeron las monjas, era la única oportunidad que tenía si quería un futuro mejor, así que tendría que aguantar.
Luna subió las escaleras siguiendo a la empleada de servicio, su padrino le había dicho que mejor comiera en su habitación mientras él hablaba con la familia, imaginó que los regañaría. — Es aquí — le dijo la empleada y le abrió la puerta de la habitación, estaba junto a una con la puerta abierta y dentro estaba el hombre, él, Ismael. Sus habitaciones estaban lado a lado. Cuando el CEO volvió la mirada hacia ella Luna dio un salto, pero él caminó hacia la puerta y ella pensó que la cerraría, pero en vez de eso se recostó en el marco. — Gracias Patricia, retírate — la empleada miró mal a Luna y se fue — ¿Quién eres? — le preguntó él y Luna se aclaró la voz. — Mi padrino ya se lo dijo, soy Luna Leroy — el hombre abrió los ojos. — Conozco ese apellido… era el apellido de una amante de mi papá — la miró con rabia y luego la tomó de la mano — ¿Acaso eres la hija de esa infidelidad? — Luna trató de soltarse, pero era muy fuerte. — No, claro que no — le dijo ella, pero Luna no sabía si
Luna se cambió de ropa, pero optó por ponerse algo más cómodo. Lo cierto era que no tenía prácticamente nada de ropa, mucho menos ropa linda como tenía Carlota, así que se vistió lo mejor que pudo para bajar a ofrecerle una disculpa a su padrino por la bochornosa escena, pero cuando salió a las escaleras se encontró con Carlota con una bata de baño. — Espera, mustia — la llamó la mujer, pero Luna la ignoró — ¡Ven aquí, perr4! — la llamó, pero Luna casi que corrió por las escaleras y cuando llegó abajo se encontró con las empleadas limpiando el reguero de sopa que habían hecho.Luna avergonzada llegó con ellas y tomó y un trapo, luego comenzó a ayudarles a limpiar la sopa del suelo. — No tienes que hacer esto — le dijo su padrino en cuanto llegaron, la tomó de la mano y se la llevó, pero Luna vio como las demás empleadas la miraron con agradecimiento. — Padrino, de verdad quería pedirle una disculpa por cómo me porté en el desayuno, no debí hacer eso — el señor Pietro asintió, pero
Luna sintió como un escalofrío le recorrió el cuerpo, Carlota le gritaba ladrona con lágrimas en los ojos mientras la esposa de su padrino llamaba a la policía. Luna tuvo el impulso de salir corriendo, pero ¿Por qué? Ella era inocente, así que se quedó muy quieta y levantó el mentón con orgullo. — Yo no hice nada — les dijo a las mujeres que se abalanzaron sobre ella con insultos. — Claro que sí, lo hiciste, tú te robaste mi anillo mientras me duchaba — le gritó Carlota — yo te vi. — Pues necesitas lentes porque estás bizca, porque yo no fui — la esposa de don Pietro, Laura, se acercó a Luna y cuando llegó con ella levantó la mano y le dio una bofetada fuerte en el rostro. Era el segundo golpe en menos de media hora y Luna sintió como la mejilla comenzó a hincharse. — Si mi nuera dice que te vio, es porque así fue, así que prepárate, porque vas a pasar el resto de tu vida en la cárcel. Vamos, Carlota — la mujer dio la vuelta y salió y cuando Carlota salió tras ella le dedicó una
Las cosas en la mansión comenzaron a hacerse cada vez más y más tensas, Luna notó como en los días que precedieron Ismael y su novia peleaban más constantemente, pero por ella, mejor. De seguro habían visto en las cámaras de seguridad que ella no había robado el anillo.Carlota estaba tan estresada que no había vuelto a prestar atención a Luna, literalmente le volteaba la cara y la ignoraba en los pasillos, únicamente estaba guardando energías para cuando Ismael llegaba en la tarde del trabajo para iniciar una nueva pelea. Por otra parte, doña Laura continuaba igual que siempre, humillaba a Luna cada vez que tenía oportunidad y la trataba como la amante de su esposo. Don Pietro regresó del hospital y eso fue lo único que Luna necesitó para sentirse cómoda en la casa. Su padrino la defendía de las humillaciones de su esposa, de las empleadas y de las feas miradas que le lanzaba Carlota, pero lo que más incomodaba a Luna, más que las humillaciones y las groserías, era la extraña indi
Luna sintió un vacío en el pecho, uno que nada era capaz de llenar. Don Pietro, su padrino, era de las pocas personas que la habían tratado bien en su vida, y ahora ya no estaba, se había ido y ella estaba a Mercer de doña Laura, carlota y las empleadas de la casa, por eso, antes de que terminase el entierro de su padrino, Luna ya había decidido que se iría de regresó al orfanato, ya no tenía nada que hacer en esa casa, solo tenía que esperar hasta que cumpliera los veinte años y así podía costearse ella misma la universidad. Hubo muchas lágrimas en el entierro, doña Laura parecía estar a punto de desmayarse al igual que los dos hijos menores de don Pietro, pero Ismael tenía una fortaleza que le erizó los vellos del cuerpo a Luna. En su rostro se notaba como tenía el alma rota, rota en mil pedazos, pero no lloró, no hizo una mueca durante todo el acontecimiento, ni siquiera cuando el ataúd comenzó a descender y las palas comenzaron a cubrirlo de tierra. Luna lo observó, con los ho
Fue una semana complicada para Luna, cuando sus padres murieron ella estaba muy pequeña, y en el orfanato nunca había tenido un ser querido y mucho menos uno que se hubiese muerto, por eso no sabía como sobrellevar la partida de su padrino. En la noche la acometían las pesadillas del atentado y despertaba gritando. Doña Laura la reñía cada mañana porque no dejaba dormir a nadie con sus gritos e Ismael solo se limitaba a mirarla de vez en cuando. La universidad se había convertido en un tema complicado, después de la visita a la estación de policía a dar su declaración, el oficial le pidió que tratara de recordar todos lo detalles posibles y a veces a Luna se le iba el tiempo metida en su cabeza y en el recuerdo, y aunque no era capaz de recordar nada más era incapaz de concentrarse nuevamente en sus estudios, así que todo lo estaba haciendo a medias. Carlota se había ido de la casa el mismo día de la discusión con Ismael, y aunque Luna no lo mencionara abiertamente se sentía mucho
Luna contuvo el aliento antes de entrar por las puertas de la empresa, casi vio borroso cuando ya estaba dentro y caminó hacia la recepcionista con los pies trémulos. — Hola, soy Luna Leroy — le dijo a la mujer — el señor Ismael Beureth me está esperando — la mujer la dio una superficial mirada de los pies a la cabeza. — ¿Tiene cita? — le preguntó la mujer y Luna negó. — No, él me está esperando, vengo a trabajar….— Si no tiene una cita previa el señor no la podrá atender — le dijo la recepcionista con superioridad y Luna apretó los puños.— Le dije que él me está esperando, no tengo una cita, pero él me está esperando. Por favor, llámelo y lo comprobará — la mujer chasqueó la lengua. — El señor está muy ocupado, si quiere deme su nombre y le agendaré una cita — Luna blanqueó los ojos, lo último que quería era entrar en una tonta discusión, así que agarró su maleta y se agarró el cabello en una cola. — Lo buscaré yo misma — dijo y caminó hacia el elevador, pero la recepcionista