2 La mansión

Luna subió las escaleras siguiendo a la empleada de servicio, su padrino le había dicho que mejor comiera en su habitación mientras él hablaba con la familia, imaginó que los regañaría. 

— Es aquí — le dijo la empleada y le abrió la puerta de la habitación, estaba junto a una con la puerta abierta y dentro estaba el hombre, él, Ismael. Sus habitaciones estaban lado a lado. 

Cuando el CEO volvió la mirada hacia ella Luna dio un salto, pero él caminó hacia la puerta y ella pensó que la cerraría, pero en vez de eso se recostó en el marco. 

— Gracias Patricia, retírate — la empleada miró mal a Luna y se fue — ¿Quién eres? — le preguntó él y Luna se aclaró la voz. 

— Mi padrino ya se lo dijo, soy Luna Leroy — el hombre abrió los ojos. 

— Conozco ese apellido… era el apellido de una amante de mi papá — la miró con rabia y luego la tomó de la mano — ¿Acaso eres la hija de esa infidelidad? — Luna trató de soltarse, pero era muy fuerte. 

— No, claro que no — le dijo ella, pero Luna no sabía si eso era verdad. 

— No, no es hija de tu padre — dijo una voz, era la esposa de don Pietro que apareció de repente — ella es igual a su madre cuando tenía su edad — el asco con el que la mujer miró a Luna la incomodó y quiso salir corriendo — lo que tu padre quiere es convertirla en su amante, ya que con la madre no pudo. Pero si esta es igual de rastrera que su madre debes cuidarte, hijo — Luna se soltó con fuerza del agarre del hombre. 

— ¡Mi mamá no era una arrastrada¡ — gritó y la señora se rio. 

— Si ni siquiera la conociste, se murió cuando tenías unos meses — los ojos de Luna se llenaron de lágrimas, no le importaba lo que esa mujer dijera, su madre no era así, eso quiso creer. 

— ¿Crees eso? — le preguntó el hombre a su madre y ella asintió. 

— Tienes que hacer algo, Ismael, tu padre solo te escucha a ti, dile que saque a esta mujerzuela de nuestra casa — Luna miró al hombre que se soltó la corbata. 

— Ese no es mi problema, hablalo con papá tú — y se fue cerrando la puerta. 

— Esto no termina aquí, m*****a mujerzuela — le dijo la señora — tal vez esta noche no lo consiga, pero haré que te largues, te arrepentirás de haber pisado esta casa — Luna no esperó nada más, abrió la puerta y se metió dentro.

Era una habitación muy linda y grande, pero Luna se sintió tan mal de estar en esa casa que se echó a llorar. No quería estar ahí, pero debía hacerlo, por su futuro. 

El señor Pietro le mencionó que él tenía una deuda con su padre y Luna se preguntó que sería, ¿A acaso su madre sí había sido amante de su padrino? ¿Por qué él quería protegerla? 

Pasó toda la noche dando vueltas hasta que llegó la mañana y una empleada fue a tocar a la puerta. 

Luna bajó con su vestido más bonito a desayunar, sabía que la tonta de Carlota se burlaría de ella y eso fue lo que pasó.

— ¿Y ese trapo de cocina? — preguntó la novia de Ismael cuando la vio llegar al comedor. 

— No seas grosera, Carlota — la regañó su padrino — siéntate aquí Luna — ella se sentó junto a Ismael que ni la miró. 

— Lo siento, don Pietro, pero como se le ocurre venir con esa ropa al desayuno — dijo la rubia y Luna la miró, ella estaba vestida con lujo, como si fuera a una fiesta. 

— Viene de la calle, por lo menos tiene algo de ropa — dijo Ismael y Luna se enojó con él, pero quien más se enojó fue su novia. 

— ¿Estás defendiendo a esta mustia? — le preguntó y el hombre siguió con su sopa ignorando el pleito con su novia. 

— ¡Ya basta! — intervino su padrino — esta misma tarde llevaré a Luna a comprarle ropa nueva. 

— No, padrino, eso no es necesario — dijo ella con la cara roja. 

— A mi nunca me has llevado de compras, suegrito — dijo Carlota. 

— Mi hijo ya te da todo lo que necesitas, ¿o acaso debo pedirte permiso? — la nuera se inclinó furiosa, pero negó — también iremos a la universidad, Luna comenzará a estudiar la carrera que quiera. 

— ¿O sea que a eso vino, a gastarse el dinero de los Beureth? — soltó la nuera y don Pietro golpeó la mesa. 

— ¿No es lo que tú haces? Ismael apenas tiene tiempo para ser el CEO de la empresa y cuando llega a casa no haces más que pedirle dinero. Y esta pelea se acaba aquí. 

El otro hijo de don Pietro, el que la miró con deseo, se estaba riendo de todo, y señaló a su papá. 

— No papá, deja que peleen — Carlota se volvió hacia Luna y le dijo con rabia. 

— Yo te aconsejo, sucia huérfana, que te vayas de esta casa por que aquí no eres bienvenida — Luna sintió que la cara se le puso muy caliente, así que tomó la sopa que estaba frente a ella con las dos manos. 

— Pues yo te aconsejo que te cambies de ropa, porque estás llena de sopa — tiró con fuerza la sopa y llenó toda la cara y la ropa de Carlota, pero manchó también a Ismael y el hombre dio un salto. 

Luna los había llenado de sopa en un arrebato de rabia y cuando el hombre la miró tenía rabia pintada en la cara. 

— ¿Qué haces estúpida?

— Lo siento, señor, lo siento, fue un arrebato, lo siento… — Ismael tomó su propia sopa y se la lanzó a la cara a Luna que ahogó un grito. 

Las carcajadas del hijo menor de don Pietro se mezclaban con los gritos del señor que los regañaba a todos. Carlota se había puesto a llorar. 

— Ya no tengo más ropa — dijo Luna, su último bonito vestido se había ensuciado de sopa.

— Pues entones lo lavaremos — dijo el joven CEO, tomó a Luna por la mano en un fuerte agarre y la llevó hasta la piscina de la casa — te vas a lavar la sopa y de paso te bajaré los humos — cuando llegó al borde la lanzó al agua, pero Luna logró agarrarlo por el saco y la corbata los dos cayeron al agua. 

Luna no sabía nadar, así que se fue derechita hasta el fondo, intentó patalear, pero no podía nadar, nunca había estado en algo tan profundo. ¿así sería su muerte? ¿En una piscina y manchada de sopa?

Miró hacia arriba y vio como una figura se acercó a ella y la tomó de la mano y la llevó arriba. Cuando salieron ella vio que era Ismael que la agarró con su fuerte brazo y la sacó del agua dejándola en el borde. 

— Niña tonta — le dijo. 

— Pero usted fue el que me tiró — toda la familia había salido y el hermano de Ismael seguía riéndose, tanto que luego el señor Pietro tambien comenzó a reírse. La otra hija y el niño gordito no estaban. 

Carlota pateó el suelo con rabia y se fue corriendo dentro de la casa dejando manchado el suelo de sopa. 

— Vayan a cambiarse — les dijo don Pietro e Ismael salió con rabia — ay muchacha, parece que viniste a revolucionar esta casa — bromeó el señor — creo que es lo que nos hacía falta. 

Cuando Luna llegó al segundo piso y se dirigió a su habitación, la puerta del cuarto de Ismael estaba abierta y el hombre estaba sin camisa. 

Tenía un torso musculoso, con unos brazos fuertes y un abdomen marcado. Cuando la vio caminó hacia la puerta. 

— Mi novia tiene razón — le dijo — no eres bienvenida en esta casa, y haré todo lo posible para que mi papá te saque de aquí, ¿Me entiendes? Te haré la vida imposible — Luna apretó los puños. 

— ¿Y es que usted cree que no tengo manos para defenderme? — le dijo ella, trató de sonar amenazadora pero la voz le salió temblorosa y él se rio. 

— Buena suerte, porque la vas a necesitar — y dicho esto cerró la puerta de golpe.      

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