Luna subió las escaleras siguiendo a la empleada de servicio, su padrino le había dicho que mejor comiera en su habitación mientras él hablaba con la familia, imaginó que los regañaría.
— Es aquí — le dijo la empleada y le abrió la puerta de la habitación, estaba junto a una con la puerta abierta y dentro estaba el hombre, él, Ismael. Sus habitaciones estaban lado a lado.
Cuando el CEO volvió la mirada hacia ella Luna dio un salto, pero él caminó hacia la puerta y ella pensó que la cerraría, pero en vez de eso se recostó en el marco.
— Gracias Patricia, retírate — la empleada miró mal a Luna y se fue — ¿Quién eres? — le preguntó él y Luna se aclaró la voz.
— Mi padrino ya se lo dijo, soy Luna Leroy — el hombre abrió los ojos.
— Conozco ese apellido… era el apellido de una amante de mi papá — la miró con rabia y luego la tomó de la mano — ¿Acaso eres la hija de esa infidelidad? — Luna trató de soltarse, pero era muy fuerte.
— No, claro que no — le dijo ella, pero Luna no sabía si eso era verdad.
— No, no es hija de tu padre — dijo una voz, era la esposa de don Pietro que apareció de repente — ella es igual a su madre cuando tenía su edad — el asco con el que la mujer miró a Luna la incomodó y quiso salir corriendo — lo que tu padre quiere es convertirla en su amante, ya que con la madre no pudo. Pero si esta es igual de rastrera que su madre debes cuidarte, hijo — Luna se soltó con fuerza del agarre del hombre.
— ¡Mi mamá no era una arrastrada¡ — gritó y la señora se rio.
— Si ni siquiera la conociste, se murió cuando tenías unos meses — los ojos de Luna se llenaron de lágrimas, no le importaba lo que esa mujer dijera, su madre no era así, eso quiso creer.
— ¿Crees eso? — le preguntó el hombre a su madre y ella asintió.
— Tienes que hacer algo, Ismael, tu padre solo te escucha a ti, dile que saque a esta mujerzuela de nuestra casa — Luna miró al hombre que se soltó la corbata.
— Ese no es mi problema, hablalo con papá tú — y se fue cerrando la puerta.
— Esto no termina aquí, m*****a mujerzuela — le dijo la señora — tal vez esta noche no lo consiga, pero haré que te largues, te arrepentirás de haber pisado esta casa — Luna no esperó nada más, abrió la puerta y se metió dentro.
Era una habitación muy linda y grande, pero Luna se sintió tan mal de estar en esa casa que se echó a llorar. No quería estar ahí, pero debía hacerlo, por su futuro.
El señor Pietro le mencionó que él tenía una deuda con su padre y Luna se preguntó que sería, ¿A acaso su madre sí había sido amante de su padrino? ¿Por qué él quería protegerla?
Pasó toda la noche dando vueltas hasta que llegó la mañana y una empleada fue a tocar a la puerta.
Luna bajó con su vestido más bonito a desayunar, sabía que la tonta de Carlota se burlaría de ella y eso fue lo que pasó.
— ¿Y ese trapo de cocina? — preguntó la novia de Ismael cuando la vio llegar al comedor.
— No seas grosera, Carlota — la regañó su padrino — siéntate aquí Luna — ella se sentó junto a Ismael que ni la miró.
— Lo siento, don Pietro, pero como se le ocurre venir con esa ropa al desayuno — dijo la rubia y Luna la miró, ella estaba vestida con lujo, como si fuera a una fiesta.
— Viene de la calle, por lo menos tiene algo de ropa — dijo Ismael y Luna se enojó con él, pero quien más se enojó fue su novia.
— ¿Estás defendiendo a esta mustia? — le preguntó y el hombre siguió con su sopa ignorando el pleito con su novia.
— ¡Ya basta! — intervino su padrino — esta misma tarde llevaré a Luna a comprarle ropa nueva.
— No, padrino, eso no es necesario — dijo ella con la cara roja.
— A mi nunca me has llevado de compras, suegrito — dijo Carlota.
— Mi hijo ya te da todo lo que necesitas, ¿o acaso debo pedirte permiso? — la nuera se inclinó furiosa, pero negó — también iremos a la universidad, Luna comenzará a estudiar la carrera que quiera.
— ¿O sea que a eso vino, a gastarse el dinero de los Beureth? — soltó la nuera y don Pietro golpeó la mesa.
— ¿No es lo que tú haces? Ismael apenas tiene tiempo para ser el CEO de la empresa y cuando llega a casa no haces más que pedirle dinero. Y esta pelea se acaba aquí.
El otro hijo de don Pietro, el que la miró con deseo, se estaba riendo de todo, y señaló a su papá.
— No papá, deja que peleen — Carlota se volvió hacia Luna y le dijo con rabia.
— Yo te aconsejo, sucia huérfana, que te vayas de esta casa por que aquí no eres bienvenida — Luna sintió que la cara se le puso muy caliente, así que tomó la sopa que estaba frente a ella con las dos manos.
— Pues yo te aconsejo que te cambies de ropa, porque estás llena de sopa — tiró con fuerza la sopa y llenó toda la cara y la ropa de Carlota, pero manchó también a Ismael y el hombre dio un salto.
Luna los había llenado de sopa en un arrebato de rabia y cuando el hombre la miró tenía rabia pintada en la cara.
— ¿Qué haces estúpida?
— Lo siento, señor, lo siento, fue un arrebato, lo siento… — Ismael tomó su propia sopa y se la lanzó a la cara a Luna que ahogó un grito.
Las carcajadas del hijo menor de don Pietro se mezclaban con los gritos del señor que los regañaba a todos. Carlota se había puesto a llorar.
— Ya no tengo más ropa — dijo Luna, su último bonito vestido se había ensuciado de sopa.
— Pues entones lo lavaremos — dijo el joven CEO, tomó a Luna por la mano en un fuerte agarre y la llevó hasta la piscina de la casa — te vas a lavar la sopa y de paso te bajaré los humos — cuando llegó al borde la lanzó al agua, pero Luna logró agarrarlo por el saco y la corbata los dos cayeron al agua.
Luna no sabía nadar, así que se fue derechita hasta el fondo, intentó patalear, pero no podía nadar, nunca había estado en algo tan profundo. ¿así sería su muerte? ¿En una piscina y manchada de sopa?
Miró hacia arriba y vio como una figura se acercó a ella y la tomó de la mano y la llevó arriba. Cuando salieron ella vio que era Ismael que la agarró con su fuerte brazo y la sacó del agua dejándola en el borde.
— Niña tonta — le dijo.
— Pero usted fue el que me tiró — toda la familia había salido y el hermano de Ismael seguía riéndose, tanto que luego el señor Pietro tambien comenzó a reírse. La otra hija y el niño gordito no estaban.
Carlota pateó el suelo con rabia y se fue corriendo dentro de la casa dejando manchado el suelo de sopa.
— Vayan a cambiarse — les dijo don Pietro e Ismael salió con rabia — ay muchacha, parece que viniste a revolucionar esta casa — bromeó el señor — creo que es lo que nos hacía falta.
Cuando Luna llegó al segundo piso y se dirigió a su habitación, la puerta del cuarto de Ismael estaba abierta y el hombre estaba sin camisa.
Tenía un torso musculoso, con unos brazos fuertes y un abdomen marcado. Cuando la vio caminó hacia la puerta.
— Mi novia tiene razón — le dijo — no eres bienvenida en esta casa, y haré todo lo posible para que mi papá te saque de aquí, ¿Me entiendes? Te haré la vida imposible — Luna apretó los puños.
— ¿Y es que usted cree que no tengo manos para defenderme? — le dijo ella, trató de sonar amenazadora pero la voz le salió temblorosa y él se rio.
— Buena suerte, porque la vas a necesitar — y dicho esto cerró la puerta de golpe.
Luna se cambió de ropa, pero optó por ponerse algo más cómodo. Lo cierto era que no tenía prácticamente nada de ropa, mucho menos ropa linda como tenía Carlota, así que se vistió lo mejor que pudo para bajar a ofrecerle una disculpa a su padrino por la bochornosa escena, pero cuando salió a las escaleras se encontró con Carlota con una bata de baño. — Espera, mustia — la llamó la mujer, pero Luna la ignoró — ¡Ven aquí, perr4! — la llamó, pero Luna casi que corrió por las escaleras y cuando llegó abajo se encontró con las empleadas limpiando el reguero de sopa que habían hecho.Luna avergonzada llegó con ellas y tomó y un trapo, luego comenzó a ayudarles a limpiar la sopa del suelo. — No tienes que hacer esto — le dijo su padrino en cuanto llegaron, la tomó de la mano y se la llevó, pero Luna vio como las demás empleadas la miraron con agradecimiento. — Padrino, de verdad quería pedirle una disculpa por cómo me porté en el desayuno, no debí hacer eso — el señor Pietro asintió, pero
Luna sintió como un escalofrío le recorrió el cuerpo, Carlota le gritaba ladrona con lágrimas en los ojos mientras la esposa de su padrino llamaba a la policía. Luna tuvo el impulso de salir corriendo, pero ¿Por qué? Ella era inocente, así que se quedó muy quieta y levantó el mentón con orgullo. — Yo no hice nada — les dijo a las mujeres que se abalanzaron sobre ella con insultos. — Claro que sí, lo hiciste, tú te robaste mi anillo mientras me duchaba — le gritó Carlota — yo te vi. — Pues necesitas lentes porque estás bizca, porque yo no fui — la esposa de don Pietro, Laura, se acercó a Luna y cuando llegó con ella levantó la mano y le dio una bofetada fuerte en el rostro. Era el segundo golpe en menos de media hora y Luna sintió como la mejilla comenzó a hincharse. — Si mi nuera dice que te vio, es porque así fue, así que prepárate, porque vas a pasar el resto de tu vida en la cárcel. Vamos, Carlota — la mujer dio la vuelta y salió y cuando Carlota salió tras ella le dedicó una
Las cosas en la mansión comenzaron a hacerse cada vez más y más tensas, Luna notó como en los días que precedieron Ismael y su novia peleaban más constantemente, pero por ella, mejor. De seguro habían visto en las cámaras de seguridad que ella no había robado el anillo.Carlota estaba tan estresada que no había vuelto a prestar atención a Luna, literalmente le volteaba la cara y la ignoraba en los pasillos, únicamente estaba guardando energías para cuando Ismael llegaba en la tarde del trabajo para iniciar una nueva pelea. Por otra parte, doña Laura continuaba igual que siempre, humillaba a Luna cada vez que tenía oportunidad y la trataba como la amante de su esposo. Don Pietro regresó del hospital y eso fue lo único que Luna necesitó para sentirse cómoda en la casa. Su padrino la defendía de las humillaciones de su esposa, de las empleadas y de las feas miradas que le lanzaba Carlota, pero lo que más incomodaba a Luna, más que las humillaciones y las groserías, era la extraña indi
Luna sintió un vacío en el pecho, uno que nada era capaz de llenar. Don Pietro, su padrino, era de las pocas personas que la habían tratado bien en su vida, y ahora ya no estaba, se había ido y ella estaba a Mercer de doña Laura, carlota y las empleadas de la casa, por eso, antes de que terminase el entierro de su padrino, Luna ya había decidido que se iría de regresó al orfanato, ya no tenía nada que hacer en esa casa, solo tenía que esperar hasta que cumpliera los veinte años y así podía costearse ella misma la universidad. Hubo muchas lágrimas en el entierro, doña Laura parecía estar a punto de desmayarse al igual que los dos hijos menores de don Pietro, pero Ismael tenía una fortaleza que le erizó los vellos del cuerpo a Luna. En su rostro se notaba como tenía el alma rota, rota en mil pedazos, pero no lloró, no hizo una mueca durante todo el acontecimiento, ni siquiera cuando el ataúd comenzó a descender y las palas comenzaron a cubrirlo de tierra. Luna lo observó, con los ho
Fue una semana complicada para Luna, cuando sus padres murieron ella estaba muy pequeña, y en el orfanato nunca había tenido un ser querido y mucho menos uno que se hubiese muerto, por eso no sabía como sobrellevar la partida de su padrino. En la noche la acometían las pesadillas del atentado y despertaba gritando. Doña Laura la reñía cada mañana porque no dejaba dormir a nadie con sus gritos e Ismael solo se limitaba a mirarla de vez en cuando. La universidad se había convertido en un tema complicado, después de la visita a la estación de policía a dar su declaración, el oficial le pidió que tratara de recordar todos lo detalles posibles y a veces a Luna se le iba el tiempo metida en su cabeza y en el recuerdo, y aunque no era capaz de recordar nada más era incapaz de concentrarse nuevamente en sus estudios, así que todo lo estaba haciendo a medias. Carlota se había ido de la casa el mismo día de la discusión con Ismael, y aunque Luna no lo mencionara abiertamente se sentía mucho
Luna contuvo el aliento antes de entrar por las puertas de la empresa, casi vio borroso cuando ya estaba dentro y caminó hacia la recepcionista con los pies trémulos. — Hola, soy Luna Leroy — le dijo a la mujer — el señor Ismael Beureth me está esperando — la mujer la dio una superficial mirada de los pies a la cabeza. — ¿Tiene cita? — le preguntó la mujer y Luna negó. — No, él me está esperando, vengo a trabajar….— Si no tiene una cita previa el señor no la podrá atender — le dijo la recepcionista con superioridad y Luna apretó los puños.— Le dije que él me está esperando, no tengo una cita, pero él me está esperando. Por favor, llámelo y lo comprobará — la mujer chasqueó la lengua. — El señor está muy ocupado, si quiere deme su nombre y le agendaré una cita — Luna blanqueó los ojos, lo último que quería era entrar en una tonta discusión, así que agarró su maleta y se agarró el cabello en una cola. — Lo buscaré yo misma — dijo y caminó hacia el elevador, pero la recepcionista
Era un día lluvioso y oscuro de enero, la llovizna constante mojaba la calle y el cielo amenazaba con derramar el agua de un año en ese día opaco. Toda la calle estaba muy mojada y Luna salió cerrando la puerta de la tienda. Cargaba con bolsas llenas, de comida y provisiones para sobrevivir la semana, pero a pesar de esto logró ver al niño gordito que se atravesó la calle corriendo tras su pelota y ella dejó caer las bolsas al suelo. El autobús se dirigía el niño con rapidez y Luna no lo pensó dos veces, corrió por el húmedo asfalto y sintió terror en las venas cuando agarró al niño y lo abrazó. El autobús frenó, pero derrapó por el suelo mojado así que Luna saltó de lado y se raspó los codos y las rodillas, pero el bus pasó por su lado y frenó estruendosamente unos metros más allá. Luna miró al niño, tenía la cara muy pálida y los ojos abiertos. — ¿Estás bien? — le preguntó ella y el niño asintió — Luna lo abrazó con fuerza, parecía tan frágil y el niño la abrazó de vuelta. — ¡L