FAITH—¡No puedes hacer esto! ¡Estás castigadísima!El sonido de la puerta cerrándose con un golpe resonó en toda la casa, y sentí cómo la tensión en mi pecho se acumulaba a niveles insoportables. Mis padres estaban echando humo y yo temblando de rabia y emoción. Era mi cumpleaños, cumplía 18 años, y una parte de mi esperaba disfrutarlo un poco con mi "familia" antes de huir.No estaba siendo así.—No puedes simplemente abandonar todo lo que has construido aquí para irte con ese… ese chico.—Sí que puedo, miradme. ¡Y qué narices! ¡Esto es culpa vuestra!Mi padre, que siempre había sido el más callado de los dos en estas discusiones, finalmente alzó la voz.—Vuelve a tu cuarto, Faith. Deja esta niñatada. ¡Suelta la maleta! —Intento quitarme el asa y al final la maleta terminó cayendo escaleras abajo.—¡Que no! —chillé.Corrí por las escaleras para salvar las pocas cosas que me habían cabido en la maleta. La mochila se me resbaló por el hombro y fue todo un desastre.—¡¿Y qué hay de tu
NATHANIELVeía los esfuerzos de Faith, veía su sacrificio cada día cuando se levantaba temprano para trabajar y lo cansada que llegaba. Mientras, estaba intentando colarme en el mundo de los negocios. Haría mucho dinero y nos sacaría de esa caja de cerillas en la que vivíamos. Nos compraría buenos coches y seríamos más felices. Faith dejaría de madrugar, se le quitarían las ojeras y sería el triple de feliz.—¿Qué son todos esos papeles? —cotilleó.Se dobló sobre el respaldo del sofá y me besó.—Cosas de una reunión a la que iré el sábado. No te importa quedarte sola por la noche, ¿verdad?—¡Qué va! —sonrió y me volvió a besar. Al final terminó tirándose sobre el respaldo para sentarse en mi regazo—. Tengo un par de películas guardadas que quiero ver. Son de amor, de esas que no te gustan. Aprovecharé las horas.—Qué planazo.Sonrió más. Pese a todo, Faith siempre sonreía por lo mismo por lo que yo lo hacía: porque estábamos juntos. Joder. Era preciosa. Era como si todo en el mundo gi
FAITHEn tantos años juntos no recordaba haber visto a Nate enfermo, o por lo menos no tanto. Era algo gracioso verlo con la nariz roja y estornudando, echado en el sofá con una manta hasta el cuello. Estaba adorable.—Esto es una puta mierda —se quejaba.Me reí y seguí derritiendo el chocolate. Cuando estuvo, se lo serví en una taza.Nate me miró con una sonrisa medio torcida, su pelo desordenado y su piel ligeramente pálida por el resfriado. Me acerqué y le di un beso en la frente. Sentí el calor que emanaba de su piel.—Estás ardiendo, ¿seguro que no quieres ir al médico?—Que no, que no.—Cómo vaya a peor... —empecé a amenazar.—Si voy a peor te tendré más tiempo de enfermera —le restó importancia—. Estás super sexy con el pijama de renos. Muy follable la verdad.Se puso a estornudar y me entró la risa ligera.—Eso te pasa por reírte de mi pijama. —Me puse de puntillas y le di otro beso, Nate se quejó algo reticente por si me pegaba el resfriado—. Anda bébete eso, voy a prepararte
FAITHVolví a mirar el reloj. Era tarde. Alan se había quedado dormido en mis brazos y una parte de mi no quería llevarlo a su cuna para no quedarme sola esperando. Al final, viendo que eran casi las doce y media de la noche, me levanté del sofá y lo tumbé en su lugar. Era tan pequeño, se parecía tanto a Nate... ¿Qué le costaba haberse quedado allí con nosotros? ¿Tan importante era salir de fiesta para regodearse con sus colegas?Volví al sofá. Desde que Nate compró esta casa tan gigante el mundo se me caía encima. Sentía que me estaba encerrando. Que salíamos juntos a lugares caros y que me adornaba con sus regalos. Que otros días me quedaba cuidando sola de nuestro hijo porque le gustaba regodearse de lo que tenía con gente a la que no le importaba. Ya me había dicho que quería que dejara de trabajar, que él podría mantenerme a mi y a nuestra familia. ¿Quería más hijos? ¿Iba a quedarme en casa cuidando de dos, tres hijos mientras él salía de fiesta y se codeaba con gente de dinero?
FAITHMi vida siempre había estado ligada con la Nate. Desde que me enamoré de él siendo una adolescente hasta todo lo que pasamos juntos, Nate lo había sido todo para mi. Consideraba que yo me sacrifiqué más por nosotros de lo que él jamás lo hizo. Dejé de estudiar para trabajar y poder mantenernos mientras él se buscaba un hueco en el mundo de los negocios con sus dotes persuasivos; porque Nate era persuasivo, podía hacer que cualquiera le siguiera el rollo. Así fue cómo pasó. Consiguió su meta: dinero y éxito. Entonces dejamos de ser un "nosotros" para ser Faith y Nathaniel. Nos hicimos insostenibles. Yo no aguantaba su codicia y lo presuntuoso que se estaba volviendo, un completo gilipollas que llegaba de madrugada de sus fiestas de empresa. Él seguramente no aguantaba que yo le discutiera por todo y que no fuera como esas mujeres que tenían sus compañeros.Nate ya no era mi Nate y por sorprendente que pudiera ser, él me dejó a mi. Pese a ello, nuestras vidas no podían separarse p
FAITHMe quedé embarazada siendo aún muy joven y cuando la estabilidad sentimental entre Nate y yo era más importante que la económica. Ya no podía considerar ni que fuéramos amigos y eso era triste, muy triste, porque Nate lo había sido todo para mi: mi mejor amigo, mi pareja, el chico con el que me casaría y formaría una familia...Llamé al timbre de su casa. Recuerdo que fue lo primero que compró cuando tuvo dinero: la casa. Antes vivíamos en un pequeño piso alquilado, demasiado pequeño pero nos mantenía juntos; al mudarnos, las dimensiones de la casa empezaron a sentirse como una metáfora de nuestra relación.Nate abrió la puerta de entrada: un portón blanco de madera oscura. Escuché a Alan llamarme desde alguna parte de la casa y lo vi salir desfilando de la cocina.—Ha hecho los deberes —comentó, seguramente antes de que yo pudiera echarle en cara que no sería la primera vez que ignoraba sus tareas—. Y dice que tienes un nuevo amigo que se pasa por el apartamento.Lo ignoré. A v
FAITHHelen era una buena amiga. La había conocido tras la ruptura con Nate cuando me mudé al apartamento porque, aparte de ser mi mejor amiga, era mi vecina. Vivía en el piso de arriba y debíamos ser las más jóvenes de todo el edificio.El sábado se quedó con Alan. Bajó en pijama y se acopló en mi sofá.—No me importa dormir aquí si quieres pasar la noche entera fuera —dijo.—No sé... creo que volveré pronto.—Estás muy guapa como para que no dejes que Zed lo disfrute.Le lancé un cojín. Zed me escribió a los pocos segundos:ZED: estoy abajoLlevaba toda la tarde corriendo de un lado a otro y no me había puesto el vestido hasta el último minuto para no arruinarlo. No tenía muchas más opciones de vestimenta. Cogí el pequeño bolso de hombro del sofá y le repetí a Helen lo que ya sabía sobre Alan.—Dile a tu madre que estaremos bien —le dijo y mi hijo me miró—. ¡Te quedas con tu tía favorita!Me incliné sobre el respaldo y le di un beso en la mejilla tersa y suave. Alan me lo devolvió.
FAITHA veces parecía que me tenía rencor.—¿Vienes a molestarme?Sus zapatillas pisaron el césped, crujió y se sentó en la fuente a mi lado.—Sólo vengo a fumar —dijo como si nada, encendiéndose un cigarro.Lo dejé pasar. Desde que dejamos, no habíamos pasado más de diez minutos juntos, ni siquiera hablamos nunca las cosas. Lo dejamos y fue como si aquello nos convirtiera en extraños.El humo de su cigarro se entremezcló con el olor de su colonia.—Alan está con Helen —dije—. Es mi mejor amiga, vive en el piso de arriba.Era raro que no supiera quién era Helen. Antes, Nate sabía todo de mi vida, hasta los detalles más irrelevantes y tontos. Nate siempre había sido el primero para mi, la persona a la que corría por cualquier cosa. Entonces, ya ni siquiera sabía quién era mi mejor amiga, como tampoco sabía que mi hermana había vuelto a contactarme y que yo estaba pensando en responderle el correo electrónico que me mandó.—Podrías haberme llamado.—Ya... no sé. Estás muy gilipollas y c