Cuando Dantes llegó a la mansión, eran casi la una de la madrugada. Subió directamente a la habitación, donde tomó un profundo respiro, llenando sus pulmones con el aroma a jazmín, naranja y limón que impregnaba todo el lugar. Se deshizo de toda su ropa, dejándola tirada en su camino hacia el baño. Se dio una ducha rápida y salió frotándose el cabello para secarlo por completo.El príncipe dejó la toalla en la cesta de ropa sucia y se subió a la cama, colocándose detrás de Lirio. La atrajo hacia su cuerpo, y automáticamente la loba se giró para abrazarlo, aún dormida. Ella dejó escapar un suspiro cuando el calor de Dantes la envolvió por completo, haciéndola sentir protegida.Dantes, por su parte, no tardó en quedarse profundamente dormido con su luna atrapada en sus brazos. (…)La primera en abrir los ojos fue Lirio. El calor sofocante, a pesar de que el aire acondicionado estaba encendido, la hacía sudar y sentirse acalorada. Se zafó del agarre del príncipe, que gruñó en voz baja a
En la habitación, Dantes se encargó de deshacerse de toda la ropa de Lirio, dejándola completamente desnuda ante sus ojos. Ya no había ninguna marca en la piel blanca de la loba, excepto por la mordida en su cuello, señal de que estaba marcada.—Quédate aquí —ordenó, mientras entraba al vestidor. Como en la mansión en Sicilia, Dantes tenía una sección completa de objetos para dar placer detrás del espejo. De todo lo que había, tomó un vibrador, pinzas para pezones, esposas de cuero, aceite y un antifaz. Guardó todo en sus bolsillos, excepto el antifaz.Al salir, la loba seguía en el mismo lugar donde la había dejado. Le entregó el antifaz, que ella se colocó enseguida mientras retorcía los dedos, ansiosa. Dantes, por su parte, se deshizo de su camiseta, dejando su torso desnudo, y soltó el moño de Lirio, haciendo que su cabello castaño cayera como una cascada hasta su trasero.Le encantaba verla de ese modo; ante sus ojos, ella parecía una ninfa del bosque, como esas que describen los
Ella abrió los ojos con sorpresa, sin poder creer lo que él acababa de decirle. No pensaba que algo así pudiera suceder, ya que se suponía que él había estado tomando precauciones para evitarlo.—Pero… tú… ¿cómo? —balbuceó mientras ladeaba el rostro. Dantes pasó una mano por su cabello, visiblemente frustrado.—Fue mi culpa, entre el accidente y el regreso aquí, lo olvidé por completo —murmuró, sintiéndose apenado por primera vez en mucho tiempo. La expresión de la loba fue todo un poema al ver el rubor apenas perceptible en las mejillas de Dantes Marchetti—. Lo siento, nena. —Eso la sacó de su ensoñación, y el pensamiento de lo lindo que se veía su alfa en esa faceta desconocida de él la hizo sonreír.Lirio salió desnuda de la cama, deslumbrándolo con su belleza cuando su melena castaña cayó sobre su espalda, cubriendo sus pechos. Ante sus ojos, ella era una ninfa, y él nunca se cansaría de pensar en ello. Lirio alzó los brazos para abrazarlo, y Dantes, con ambas manos en su cintura,
—Me gustaría trabajar —dijo de la nada la loba mientras el jeep se ponía en marcha hacia la mansión. Dantes, que estaba a su lado, perdido en sus pensamientos sobre asuntos de trabajo, la miró de inmediato como si estuviera loca.—Cariño, no necesitas trabajar, y menos si vamos a tener un cachorro —respondió con el ceño fruncido.—Me aburro en la casa. No quiero estar sola todo el tiempo —susurró. No le gustaba en absoluto la idea de pasar su vida de ese modo; prefería hacer algo productivo para aprovechar el tiempo.—Pensaba que quizá te gustaría, no sé, estudiar algo —murmuró. Después de todo, ella era joven—. ¿Fuiste a la escuela? —preguntó con curiosidad. Ella lo miró ofendida.—Claro que fui, y era de las mejores —respondió con orgullo, a lo que él sonrió.—Esa es mi chica —aseguró—. Piensa en qué te gustaría estudiar y podemos buscar una universidad. Aunque solo estaremos en Seattle por un año, lo ideal sería que también estudiaras italiano —reorganizó la vida de Lirio en cuesti
La luz de la luna cortaba las olas con la gracia de un depredador en su elemento natural. Todos estaban reunidos en la cubierta principal, un amplio salón al aire libre. Sofás de cuero blanco formaban un semicírculo alrededor de mesas de cristal, permitiendo una vista panorámica del horizonte sin obstáculos. A pocos pasos, una piscina infinita se extendía a lo largo de la popa, su borde casi imperceptible, dando la ilusión de que el agua se derramaba directamente en el mar. Lirio llevaba un traje de baño de dos piezas, blanco como los sofás, mientras que Mylo lucía uno rojo intenso que resaltaba su hermosa piel morena. Estaba recostada en una tumbona de playa. Cuando el yate se detuvo en medio del mar, el capitán dio luz verde para usar las motos de agua. Dantes se levantó de inmediato y llevó a Lirio al garaje del yate, donde estaban las motos de agua. El interior del garaje contrastaba de manera intrigante con el resto del yate. Aquí, en lugar de mármol y ébano, predominaban los m
Un mes pasó como si nada. Dantes se iba temprano a la empresa y regresaba para la cena. Lirio estaba feliz con eso, ya que solía dormir hasta tarde después de ser casi obligada por la señora Marcela a desayunar. Para cuando despertaba en la tarde, ella recibía a su maestra de italiano, la señorita Petrucci.La loba aún no había decidido qué estudiar en la universidad, y Dantes tampoco le había mencionado el tema, ya que su deseo era que Lirio estuviera tranquila y en espera de la llegada de su cachorro, que crecía saludablemente en su vientre. A un mes y semanas de embarazo, ya se notaba un ligero abultamiento, lo que indicaba que su embarazo sería de seis meses.Una suave brisa atravesaba las ventanas abiertas, llevando consigo el aroma a jazmín, pino y lavanda de los jardines de la mansión. La luz de la tarde se filtraba a través de las cortinas de seda italiana, creando un ambiente cálido y acogedor en la sala de estudio.En el centro de la habitación, había una mesa con libros en
Le entregó el tarro de helado y luego la cargó en brazos, estilo princesa. Dantes caminó a pasos lentos hacia su aposento, mientras Lirio sentía su corazón querer salirse de su pecho. Al llegar a la habitación, Dantes la dejó en el suelo para quitarle el tarro de helado de la mano y acariciar su mejilla con una sonrisa. —Desnúdate para mí —ordenó, sentándose en el sofá desde donde tenía una vista perfecta de ella. Dantes cruzó las piernas y colocó un dedo debajo de su barbilla, esperando. —¿No querías jugar? —cuestionó, mirándola con sus ojos grises ardiendo en deseo. —Sí —susurró. —Bien, toma el vestido desde abajo y sácalo por tu cabeza —su orden la puso en automático. Lirio tomó el ruedo del vestido para subirlo y su cabellera se soltó del flojo moño, cayendo como una cascada por sus hombros y espalda—. Eres una obra de arte, mi obra de arte —las palabras salieron de sus labios con un tono ronco y lento. —Dame la braga —extendió su mano en espera de ella. Lirio se las quitó, con
La marca de la soga abarcaba gran parte de su cuerpo en tonos rojizos que, seguramente, en horas pasarían a ser morados; al día siguiente, no estarían allí. Lirio descansaba de su orgasmo sobre el torso de Dantes, que dejaba caricias en círculos en toda su espalda desnuda y, de vez en cuando, sus labios besaban su cabeza, extasiados por el placer y envueltos en su propia burbuja. —Vamos a tomar una ducha para ir a cenar a un restaurante —habló de la nada el príncipe; no tenía ganas de comer en casa. —Mmm… —Nada de ese sonido, nena —regañó, sacándola de arriba sin esfuerzo. Lirio se recostó a su lado y se cubrió la cara con la mano—. Vamos, Lirio —la miró, pero ella ni siquiera se movió. Dantes gruñó bajo antes de fijarse en el pequeño vientre abultado de la loba—. Se ve hermoso —balbuceó. Ella se destapó la cara para verlo llevar sus labios a su abdomen. La barba un poco larga de Dantes le cosquilleaba; ella acarició su corto cabello, que siempre llevaba perfectamente cortado, mien