El clímax los alcanzó a ambos, y Dantes gruñó mientras sostenía firmemente la cintura de Lirio, asegurándose de que permaneciera sobre su regazo. La calidez de su unión los envolvía, creando una atmósfera íntima y de profundo vínculo. —¿Fue suficiente? —preguntó, dejando suaves besos en su cuello antes de morder delicadamente su barbilla, mientras sostenía su cabeza hacia atrás, enredando sus dedos en su cabello. —Mmm… —escuchó a Lirio murmurar. Dantes la hizo mirarlo, sonriendo al ver sus ojos somnolientos. —Para mí nunca es suficiente —susurró sobre sus labios, recorriéndolos con su lengua, pero con un toque más juguetón—. Pero te dejaré descansar —añadió, y con una suave palmada en su nalga, la animó a levantarse de su regazo. Lirio, con pereza, así lo hizo, mientras Dantes jadeaba. La llevó a la cama, cubriéndola con las colchas. Lirio no tardó en dormirse, mientras Dantes recogía su ropa y la doblaba con cuidado sobre un mueble antes de ponerse solo el pantalón. Luego, tomó su
La mañana siguiente, Lirio despierta por las caricias de Dantes en su rostro. Lo ve vestido con un impecable traje azul oscuro y su cabello peinado hacia atrás, lo que lo hace ver muy sexy.—No quería despertarte —se disculpó él; ella lo mira con atención a lo que dice, aunque tiene mucho sueño—. Ya debo irme al trabajo. Recuerda que pasarán por ti para que podamos almorzar juntos más tarde… descansa —besó su frente y luego la loba escuchó sus pasos alejándose de la habitación, lo que la llevó a caer de nuevo en un profundo sueño.Fuera de la mansión, Dantes sube al jeep y el chofer pone el auto en marcha hacia su empresa en el centro de Seattle. El edificio solo cuenta con cuatro pisos; no es igual que la central en Sicilia.La fachada principal del edificio está revestida de paneles de vidrio templado, permitiend
Cuando la reunión finalizó, Dantes hizo que Lirio se levantara. Esperó pacientemente a que todos salieran; sin embargo, Carter permaneció allí con una sonrisa burlona en los labios. Se acercó a la pareja y se carcajeó.—Sé que no nos conocemos porque este no nos ha presentado, pero soy Carter Grand, su mejor amigo —se presentó.—No eres mi mejor amigo —gruñó el príncipe, como siempre hacía cuando Carter se presentaba.—Ignóralo, pero quiero agradecerte por tu interrupción, ya que todo estaba tan aburrido que casi me duermo tres veces —anunció frunciendo el ceño—. Fuiste lo mejor de la reunión —halagó, antes de alejarse de ellos. Lirio ni siquiera se presentó, pues lo recordaba desde su llegada a EE.UU.Ahora, estando a solas, Dantes aprovechó para besarla, mordisqueando su labio inferior, y la levantó para sentarla sobre la mesa de reuniones. El príncipe bajó sus labios por su mandíbula, pero se detuvo al notar su abrigo de cuello alto.—¿Por qué cubriste todo lo que hice? —preguntó f
Cuando Dantes llegó a la mansión, eran casi la una de la madrugada. Subió directamente a la habitación, donde tomó un profundo respiro, llenando sus pulmones con el aroma a jazmín, naranja y limón que impregnaba todo el lugar. Se deshizo de toda su ropa, dejándola tirada en su camino hacia el baño. Se dio una ducha rápida y salió frotándose el cabello para secarlo por completo.El príncipe dejó la toalla en la cesta de ropa sucia y se subió a la cama, colocándose detrás de Lirio. La atrajo hacia su cuerpo, y automáticamente la loba se giró para abrazarlo, aún dormida. Ella dejó escapar un suspiro cuando el calor de Dantes la envolvió por completo, haciéndola sentir protegida.Dantes, por su parte, no tardó en quedarse profundamente dormido con su luna atrapada en sus brazos. (…)La primera en abrir los ojos fue Lirio. El calor sofocante, a pesar de que el aire acondicionado estaba encendido, la hacía sudar y sentirse acalorada. Se zafó del agarre del príncipe, que gruñó en voz baja a
En la habitación, Dantes se encargó de deshacerse de toda la ropa de Lirio, dejándola completamente desnuda ante sus ojos. Ya no había ninguna marca en la piel blanca de la loba, excepto por la mordida en su cuello, señal de que estaba marcada.—Quédate aquí —ordenó, mientras entraba al vestidor. Como en la mansión en Sicilia, Dantes tenía una sección completa de objetos para dar placer detrás del espejo. De todo lo que había, tomó un vibrador, pinzas para pezones, esposas de cuero, aceite y un antifaz. Guardó todo en sus bolsillos, excepto el antifaz.Al salir, la loba seguía en el mismo lugar donde la había dejado. Le entregó el antifaz, que ella se colocó enseguida mientras retorcía los dedos, ansiosa. Dantes, por su parte, se deshizo de su camiseta, dejando su torso desnudo, y soltó el moño de Lirio, haciendo que su cabello castaño cayera como una cascada hasta su trasero.Le encantaba verla de ese modo; ante sus ojos, ella parecía una ninfa del bosque, como esas que describen los
Ella abrió los ojos con sorpresa, sin poder creer lo que él acababa de decirle. No pensaba que algo así pudiera suceder, ya que se suponía que él había estado tomando precauciones para evitarlo.—Pero… tú… ¿cómo? —balbuceó mientras ladeaba el rostro. Dantes pasó una mano por su cabello, visiblemente frustrado.—Fue mi culpa, entre el accidente y el regreso aquí, lo olvidé por completo —murmuró, sintiéndose apenado por primera vez en mucho tiempo. La expresión de la loba fue todo un poema al ver el rubor apenas perceptible en las mejillas de Dantes Marchetti—. Lo siento, nena. —Eso la sacó de su ensoñación, y el pensamiento de lo lindo que se veía su alfa en esa faceta desconocida de él la hizo sonreír.Lirio salió desnuda de la cama, deslumbrándolo con su belleza cuando su melena castaña cayó sobre su espalda, cubriendo sus pechos. Ante sus ojos, ella era una ninfa, y él nunca se cansaría de pensar en ello. Lirio alzó los brazos para abrazarlo, y Dantes, con ambas manos en su cintura,
—Me gustaría trabajar —dijo de la nada la loba mientras el jeep se ponía en marcha hacia la mansión. Dantes, que estaba a su lado, perdido en sus pensamientos sobre asuntos de trabajo, la miró de inmediato como si estuviera loca.—Cariño, no necesitas trabajar, y menos si vamos a tener un cachorro —respondió con el ceño fruncido.—Me aburro en la casa. No quiero estar sola todo el tiempo —susurró. No le gustaba en absoluto la idea de pasar su vida de ese modo; prefería hacer algo productivo para aprovechar el tiempo.—Pensaba que quizá te gustaría, no sé, estudiar algo —murmuró. Después de todo, ella era joven—. ¿Fuiste a la escuela? —preguntó con curiosidad. Ella lo miró ofendida.—Claro que fui, y era de las mejores —respondió con orgullo, a lo que él sonrió.—Esa es mi chica —aseguró—. Piensa en qué te gustaría estudiar y podemos buscar una universidad. Aunque solo estaremos en Seattle por un año, lo ideal sería que también estudiaras italiano —reorganizó la vida de Lirio en cuesti
La luz de la luna cortaba las olas con la gracia de un depredador en su elemento natural. Todos estaban reunidos en la cubierta principal, un amplio salón al aire libre. Sofás de cuero blanco formaban un semicírculo alrededor de mesas de cristal, permitiendo una vista panorámica del horizonte sin obstáculos. A pocos pasos, una piscina infinita se extendía a lo largo de la popa, su borde casi imperceptible, dando la ilusión de que el agua se derramaba directamente en el mar. Lirio llevaba un traje de baño de dos piezas, blanco como los sofás, mientras que Mylo lucía uno rojo intenso que resaltaba su hermosa piel morena. Estaba recostada en una tumbona de playa. Cuando el yate se detuvo en medio del mar, el capitán dio luz verde para usar las motos de agua. Dantes se levantó de inmediato y llevó a Lirio al garaje del yate, donde estaban las motos de agua. El interior del garaje contrastaba de manera intrigante con el resto del yate. Aquí, en lugar de mármol y ébano, predominaban los m