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Capítulo 2: No quiero morir

Dantes se guio por el olor para encontrar a Lirio, ella se encontraba en su habitación, se acercó a la cama y allí estaba ella dormida entre sus colchas. Suspiro para deshacerse de su ropa quedando en bóxer e ingreso a la cama, se encargó de atraer a su luna hasta su cuerpo brindándole su calor.

El príncipe acarició el hombro de su luna mientras su mirada permanece en el techo, Dantes se sentía completo, sin embargo, no era suficiente.

Algo no está bien, Naiko —su única opción era consultarle al molesto lobo.

La unión no sea completado —soltó de mal humor trayendo a la cabeza de Dantes fragmentos de cuando le hablo sobre la marca.

Lo había olvidado —mascullo hacía su lobo.

La unión solo se completa cuando se una físicamente con Lirio, ya que de lo contrario el vínculo seguirá incompleto y dolerá para la persona que fue marcada. No desea que su luna pase por más dolores, sin embargo, este no pretende obligarla a tener sexo con él como quizás hicieron aquellos hombres a los que Dominick la entrego como bala de cañón.  

Suspiró y cerró sus ojos para caer en la penumbra de la noche con esa sensación de vacío.

(…)

Dantes despertó primero que Lirio, se levantó y arreglo para irse a la empresa, no sin antes dejar órdenes claras al personal de la casa para cuando la joven despertase. Esta abrió sus ojos en eso de las 9:00 am, se quedó observando la enorme habitación vacía y al mismo tiempo llena del característico olor de su mate.

La joven Lirio se asustó cuando la puerta fue tocada.

—Señorita, ¿está despierta? —interrogó Marcela desde el otro lado.

—Si —respondió a lo que la señora abrió la puerta e ingreso con dos bolsas en sus manos.

—El señor Marchetti envió a comprarle prendas de vestir, le dejo dicho que volverá más tarde y que si tiene alguna inquietud puede llamarlo —informó—. El teléfono está en el estudio, si desea llamarle me puede decir y le muestro donde queda —se ofreció con amabilidad. —¿Quiere que le prepare algo en específico para desayunar? —cuestionó con una amable sonrisa en sus labios.

—Con unos huevos revueltos es suficiente —la mujer asintió antes de retirarse dejándola sola en la habitación, Lirio miro las bolsas para acercarse y encontrar en estas algunos vestidos.

No podía evitar pensar que la persona que eligió tiene buen gusto, no creía que su mate tuviera tiempo como para escoger ropa para ella, suspiró. Tomó un vestido junto a un conjunto de braga y sostén de encaje y luego irse al baño en donde se dio una larga ducha, se observó en el espejo notando la enrojecida marca de los caninos de Dantes en su cuello.

Le ardía mucho, Lirio sabía que si no completaba su unión sufriría mucho más, sin embargo, no entiende qué puede hacer para que su mate terminara lo que empezó y tampoco está segura de sí quiere estar atada a ese hombre de por vida.

La joven de igual modo piensa que si la incompleta marca termina con su vida, será una muerte capaz de aliviar el peso del sufrimiento que carga su alma.

Al salir del cuarto de baño a la habitación se encontró un carrito con varias bandejas en este, se acercó y abrió cada una encontrándose con frutas, huevo revuelto con bandas de beicon y un yogur griego. Se dispuso a comer tratando de dejar el menor desperdicio posible mientras que en sus labios se dibuja una pequeña sonrisa por el manjar recibido, Liria no recordaba la última vez que pudo comer de ese modo.

Su estómago satisfecho le dio nuevas energías para explorar la lujosa mansión hasta que encontró el lugar perfecto para perder el tiempo. El estudio de Dantes que se encontraba repleto de libros de diferentes temas, mientras que el centro de todo encontró un tomo dedicado a la familia Marchetti, no quería tocarlo, sin embargo, su curiosidad fue mayor, sin poder detener sus manos agarra el libro con una cubierta de cuero.

Lo abrió encontrándose con fotografías de la familia Marchetti, no entendía por qué un álbum de linaje estaría en una biblioteca y no en un lugar más apropiado para objetos familiares, Lirio alzo sus hombros restándole importancia y camino hasta el sofá más cercano para hojear cada página.

Por este libro se enteró de que Dantes tienen muchos hermanos con miradas bastante similares, Lirio regreso a la fotografía de su nuevo captor y observo con más calma cada centímetro de su rostro, ya que su miedo hacia él, no le permitía permanecer mucho tiempo con sus ojos puestos en su cara.

—Ah… —gimoteo llevando su mano a su marca que ardía como nunca, no pudo evitar dejar salir las lágrimas. Su dolor era tanto que no pudo permanecer despierta por mucho tiempo con la vaga esperanza de que su mate la encontrara a tiempo.

(…)

El joven príncipe se removió incómodo en su oficina, le ardía todo su cuerpo e incluso sentía que le faltaba la respiración. Su mejor amigo pudo notar que algo no estaba bien por lo que enseguida se acercó a este.

—Dantes, ¿Qué ocurre? —cuestionó, Carter quien enseguida frunció su ceño.

—Algo no está bien, Lirio —se puso de pie y luego se dispuso a abandonar la empresa, Carter por su parte ordeno a Marcus que esperara al alfa en la puerta principal y lo llevara lo más pronto posible a la mansión. —Marcela, ¿Dónde está Lirio? —interrogó en el momento que ella tomó la llamada.

En el estudio joven —respondió deteniendo sus quehaceres.

—Ve con ella y revisa que todo esté bien —ordenó, Marcela con el teléfono en su oreja, camino lo más rápido que sus cortas piernas le permitían. Abrió las puertas del estudio encontrando a Lirio inconsciente.

Oh Dios… la señorita se encuentra muy pálida y su respiración es lenta —le informó, Dantes deja salir un gruñido.

—¡Acelera, carajo! —le gritó a su chofer a lo que este enseguida pisa con fuerza el acelerador utilizando su habilidad de piloto de carrera para llevar a su jefe lo más pronto posible a la mansión.

Cuando el auto se detuvo, Dantes se bajó de este para correr hacia el estudio, se encontraba agitado al momento de atravesar las puertas, Marcela lo miro y por la mirada del príncipe supuso que no quería a nadie allí. Salió y cerró la puerta mientras que el joven Marchetti se acerca rápido a su luna.

Escuchó sus latidos, le reviso la marca observando que esta se encuentra bastante roja, Dantes no tiene idea de que podía hacer.

Naiko, ayúdame… por favor —le suplico a su lobo.

Déjala morir, se lo merece —fue la respuesta de manera fría y sin una pisca de sentimiento hacía su mate.

¡Maldición, Naiko! Ella no es la mujer que mato a Tachara, no puedes culparla de algo que no fue su culpa —soltó apretando con fuerza su mandíbula, el lobo libera un bramido de molestia.

Lame su marca, le aliviará el dolor, pero no va a durar mucho —este enseguida hace lo que dijo su lobo. Reparte besos, lamidas y pequeña mordida hasta que escucha el gemido de su luna, se separa de su cuello para observar sus ojos verdes mirarlo con cierto temor y al mismo tiempo deseo.

—No quiero morir —la escucho susurrar con miedo, Liriro al fin caía en cuenta de que prefiere estar en manos del desconocido que es su mate a morirse por una mordida que la hará estar al lado de ese hombre para siempre.

—No dejaría nunca que algo te pase, mi flor —acarició su brazo derecho hasta llevar sus largos dedos a su rostro—. Eres mía —gruñó paseándolo por su labio que desea morder en este momento.

—¿Por qué me dejas sufrir? —Cuestionó con dolor en su voz—, me marcas y dejas que me consuma el dolor —reclamó la loba por la falta de empatía de Dantes al no completar la unión como se debe.

—Deseo tomarte, pero no a la fuerza —ella lo mira como si ya lo hubiera hecho antes. —Te marqué para protegerte, Lirio, no quiero hacerte más daño del que te han hecho en tu vida —añadió.

—Entonces, tómame.

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