Davison apretó los labios. Los rodeaba un silencio incómodo, al menos lo era para el hombre.Evie volvió a comer su wafle con helado, saboreando el suave dulce que se derretía en su paladar. Davison la observaba fijamente, sintiendo el nudo irse formando de a poco en su garganta.Evie parecía una muñequita, no aparentaba tener treinta años, se veía de menor edad. Era una joven de alto valor, de las que se sabe que pertenecen a la alta alcurnia. Su cabello perfectamente arreglado, maquillaje natural, piel perfectamente cuidada; aretes de diamantes discretos que al observarlos se podía saber que podían costar lo mismo que una casa; ropa discreta y elegante de finas marcas; uñas perfectamente arregladas.Era cierto, Evie nunca estuvo a su alcance. Él en la historia nada más fue el puente que la llevó a que conociera a Adam Sanders.—No me comentaste, ¿crees que es un buen regalo? —preguntó Evie.—¿Te refieres al Rolex? —indagó él. —Claro, ¿crees que es un buen regalo para un momento es
Por fin había llegado la noche y Evie se encontraba en la habitación, cargaba a su hijo, arrullándolo en sus brazos. Poder tenerlo consigo le daba la sensación de que todo estaba bien, se encontraba a salvo. Si bien le pareció un gran gesto de que todos los amigos y familiares de Adam habían llegado a celebrar con él la buena noticia, Evie lo que más quería en el mundo era estar en soledad, cuidando a su hijo de cualquier peligro y el que hubiese gente en su casa era sinónimo de que cualquier persona se podía infiltrar y hacerle daño a su bebé. Hasta cuando llegó Rossy con Sebastián en las horas de la tarde, a eso de las seis de la tarde, lo sintió como una molestia. Le pareció que su amiga hablaba demasiado, sobre todo le incomodaba su estridente risa y le pareció un problema cuando Natalie se acercó a ellas para unirse a la conversación. Marco le había pedido que disimulara y que disfrutara de la reunión, ella le rebatió, diciéndole que si Hugo lo amenazara de asesinar a Elizabet
Era un DéJá Vu. La muerte estaba a mi alrededor, danzando con una gran sonrisa, dando brincos, emocionada. Para ella era un gran espectáculo, una guerra en miniatura, con balas yendo de un lado a otro, entrando en los cuerpos de los hombres como costales de arena que después caían al suelo, empapándose en su propia sangre. El reloj avanzaba sus manecillas, soltando su rutinario sonido: tictac. Cada segundo contaba, era una vida que peleaba por sobrevivir. Forcejeaba con Hugo, gruñendo y con todo el rostro rojo por la falta de oxígeno. Podía sentir sus manos apretar con fuerza mi cuello. Mis oídos quedaron sordos ante el caos que sucedía a mi alrededor, incapaz de escuchar las detonaciones de las pistolas y los gritos. Nada más podía observar a Hugo mostrarme su siniestra sonrisa, con aquellos ojos saltones que estaban ansiosos. Para él yo era un delicioso caramelo que estaba saboreando, el que por tantos años deseó poder llevarse a la boca. Me había servido en bandeja de plata. Era
Los ojos de Hugo son marrones oscuros, pero con la poca luz que hay en el parque parecen ser negros, como dos hoyos profundos. Tenía años de no verlos, desde aquel día que intentó asesinarme.Pero esta tarde sus ojos se llenaron de dolor. A medida que voy clavando la navaja en el costado de su barriga, la sangre va saliendo con fuerza, chispeando en el suelo, mezclándose con el agua. Es como recordar esa tarde, pero esta vez yo soy la agresora.Y cuando Hugo cae al suelo, me levanto jadeando, tosiendo. La lluvia es el único ruido que escuchan mis oídos.Dos semanas antes, cuando no tenía idea de lo que sucedía a mi alrededor, me encontraba en el cumpleaños de mi hijo. Todos se encontraban en la hacienda, las familias con sus hijos corriendo de un lado a otro; hasta mis antiguos compañeros de trabajo habían sido invitados y no dejaban de preguntarme cómo fue que sucedió, en qué momento pude conquistar a mi jefe.—Creímos que habías hecho una inseminación artificial —dijo Camila, una
Después de hablar con Kevin por un largo tiempo a primera hora de la mañana, volví a la habitación sintiendo una sensación desagradable en el pecho. Recordar a Hugo y las constantes amenazas que me había estado enviando en esos días, me hacía sentir nerviosa y al mismo tiempo impotente.Tenía las lágrimas abultadas en las comisuras de los ojos, pensando cómo podría terminar aquella difícil situación que ya comprometía a mi hijo. Mi pequeño Adem. Las manos me comenzaban a picar de sólo imaginar que Hugo podría hacerle daño a mi pequeño bebé.Ojalá lo atrapen, aquellas palabras que le dije a Kevin me salieron del fondo de mi ser. Un ser que era capaz de hacerle daño a un bebé que no tiene pecados no merece vivir.Ojalá lo atrapen. Realmente era yo quien quería atraparlo y hacerle pagar por todo el daño que me había causado por tantos años. Me enojaba y frustraba el no poder hacer nada para detener a Hugo.Al entrar a la habitación encontré a Adam arrullando a nuestro hijo en una mecedor
—Por favor, déjame participar en el plan —pedí. —¿Qué? —jadeó Adam, poco a poco su entrecejo se iba frunciendo. Negó dos veces con la cabeza, se levantó del mecedor y llevó al bebé a la cama, dejándolo acostado en el centro de esta. Volvió al balcón con los brazos cruzados. —¿Participar? —soltó con ironía—. ¿Sabes la magnitud de lo que me estás pidiendo? —Sus palabras salían de su garganta con dolor. —Necesito hacerlo —insistí—. Necesito hacerlo, Adam, para poder sentirme tranquila. —¿Tranquila de qué? ¿De que vuelvas a correr peligro? —Tranquila de que podré enfrentar al que por años me ha hecho la vida imposible —espeté. Adam me reparaba con sus intensos ojos azules, aún con el ceño fruncido y con la respiración agitada por la oleada de sentimientos que lo golpeaban en el pecho. —Jamás permitiré que ese hombre se acerque a ti y mucho menos te haga daño —exclamó, intentando bajar la voz para no despertar al bebé—. ¿Y ahora crees que voy a permitir que te acerques a él? No ser
El plan se puso en marcha cuando le contesté los mensajes a Hugo por sugerencia del detective Mauricio. La idea era que él creyera que me había acorralado y convencido de entregarle los cincuenta millones de dólares. “Hola, perra, por demorar en contestarme ya no son cincuenta, son 70 millones” envió en ese momento. —Acepta y pregunta dónde lo entregarás —me dijo el detective. Seguí todas las indicaciones del detective y envié cada mensaje. Se acordó que tenía cinco días para llevar el dinero a la dirección que me envió Hugo, la cual era un parque que quedaba cerca del bosque, a las afueras de la ciudad. Debía llegar sola y tenía prohibido llamar a la policía. Cuando se finalizó la conversación por mensajes y la reunión acabó, decidí irme a la habitación de mi hijo con la excusa de ver a Adem, pero realmente estaba muerta del miedo, pensando en qué podría salir mal y que mi vida corriera riesgo. Pensaba en mi hijo y en qué probabilidades había que Hugo pudiera hacerle daño. Enc
En los días previos al encuentro con Hugo, sufrí mucho de insomnio, lo que me recordaba a los días en que vivía en la vieja casa de mi madre, cuando recibía sus amenazas y me era imposible dormir. Lo que lograba reconfortarme era escribir, así que, volví a mis hábitos anteriores para esas noches de insomnio, escribía todo lo que podía, aporreando las teclas de la laptop como si no hubiera un mañana. Llegué a escribir hasta diez mil palabras en una noche, recuerdo estar eufórica, después de haber entrenado autodefensa, sentía tanta adrenalina que no podía parar, debía desatarla en algo, así que escribí hasta que el sol comenzó a asomarse. Una ve se hizo las seis de la mañana y decidí acomodarme en el balcón para observar el amanecer, volví a la carga. El segundo libro estaba casi terminado, me sentía completamente sumergida en la historia, donde el protagonista (Adem) se encuentra sentado en un columpio que descendía del cielo, observando los planetas, está a la espera de que Jensen