Después de volver a la casa, agotada por el largo día de trabajo, comencé a buscar las llaves de Adam por todo el apartamento, maldiciendo el momento en que acepté dejarlo entrar.Podía escuchar el ruido de fondo que hacía el televisor de la otra esquina de la sala donde mi madre y mi hermano veían televisión, pasaba en ese momento las noticias de la noche.—¿Qué tanto buscas? —preguntó mi madre.—Unas llaves, a Sebastián se le quedaron; o eso es lo que dice —mentí, me agaché para buscar debajo del mueble.—¿En qué momento llegó un amigo a la casa? —indagó mi mamá sin dejar de ver la televisión.—Hace dos días —respondí—, pero vino de paso a dejarme después de la fiesta.—Creo que las vi —intervino Marco—. Me parece que las dejé en la canasta de la cocina cuando limpié anoche.—¡¿En serio?! —solté emocionada, alzando la mirada, rápidamente me reincorporé y caminé a paso ligero hacia la cocina.Encontré las llaves en el mesón de la cocina, en un rincón, dentro de la canasta de paja don
Me encontraba en mi habitación, repasando la agenda con todos los logros de la semana y las tareas aún no hechas. Después de haber dormido por cuarenta minutos, me sentía recargada para seguir con la larga jornada diaria que me esperaba al tener que arreglarme para llevar las llaves a Adam a su apartamento. Por la ventana de mi habitación se apreciaba el cielo azul, las grandes nubes que sobrevolaban lentamente el lienzo y también apreciaba algunos pájaros revolotear en las puntas de los árboles de mango y trupillos.El edificio donde vivía quedaba en una calle medianamente empinada, así que daba una vista del parque y la ciudad muy hermosa, sobre todo por lo tranquilo que solía ser la mayor parte del tiempo.Me gustaba cuando podía estar en casa en las horas de la tarde, cuando la oleada de sol de las doce a las tres de la tarde ya había pasado y comenzaba a llegar el frescor con la brisa tranquila que mecía los árboles. Solía abrir la ventana y corría las cortinas grises de la ha
El interior del apartamento de Adam tenía olor a lavanda, me recordaba a la casa de mi abuela dicho aroma, sobre todo me remontaba a mi infancia, cuando corría en pañales por el pasillo que conectaba el comedor con la cocina vieja.Pero al recorrer el interior de aquel grande apartamento, me desconectó con los recuerdos, el lugar no tenía ningún parecido con la vieja casa de mi abuela.El recibidor era de doble altura, conectado con un pasillo largo, donde el lado derecho había ventanales gigantes que miraban hacia el exterior, mostrando el pomposo paisaje urbano; caía la tarde, manchando con colores anaranjado, rojo y rosado pálido el cielo azul. Por encima del pasillo se veía la madera oscura expuesta que iba en línea recta y se conectaba con un super espacio de sala y comedor, donde el plafón estaba iluminado directa e indirectamente.Quería abrir la boca de la impresión, pero me contenía para así no darle gusto a Adam de presumirme su dinero.Ahora que no había ninguna fiesta, sin
El celular comenzó a timbrar a las diez y media de la noche, era mi madre Olga quien estaba preocupada porque no respondía los mensajes. Fue en ese momento que aterricé en la realidad. Parpadeé dos veces cuando aceleradamente contesté la llamada y me alejé hasta el corredor que conectaba con el recibidor.—Hola, mami —dije casi a susurro, intentaba arreglar mi voz y no arrastrar las palabras con la lengua, ya que el alcohol comenzaba a subir a mi cabeza.—¿Dónde estás? ¿Por qué no contestas mis llamadas? —preguntó mi madre por medio de la línea.—Ah, es que… estoy en casa de una amiga, tenía el celular en silencio —me excusé, intentando pensar en qué parte de mi mentira tenía algo de verdad, porque era cierto que hasta ese momento me acordé de que mi celular estaba en modo silencio.—¿Te vas a quedar en casa de una amiga?No sabía qué responder, normalmente cuando me quedaba con alguna amiga por la noche, nunca llegaba a casa hasta la tarde del día siguiente.—No lo sé… —respondí, me
11 de junio de 2020:Querida persona que lee esta carta (si es que existe). Debo confesar que mi mayor felicidad y maldición es mi costumbre de escribir cartas. Ahora mi intención es dejar de escribirle cartas a D, así que se las comenzaré a escribir a quien termine encontrando este escrito. Debo confesar el por qué mi cambio tan abrupto, sobre todo de la intensión de llenar la caja morada con más y más sobres, es que, ¿para qué la construí si no la lleno de cartas? En ella están mis momentos más preciados, conectado con los objetos, como el pétalo de la primera rosa que me obsequiaron; el papelito con el lindo mensaje que me regaló en la escuela el niño que gustaba de mí; la primera carta que escribí y las demás que llegaron como escapatoria para mi cúmulo de sentimientos. Nunca he tenido novio. He tenido intentos de relación, pero no un novio como tal. Esto no es malo, porque es un estilo de vida que he decidido tener. Me dije hace mucho tiempo que no soportaré vivir en una rel
Adam buscaba en el clóset mientras musitaba cosas inaudibles para mis oídos. Mientras, yo permanecía con los brazos cruzados, observándolo a un metro de distancia. Él se volvió para verme. —Estoy buscando las pijamas, pero no están aquí. Voy a mi habitación a buscarte algo para que puedas cambiarte de ropa. —Vale, está bien —acepté con voz tímida. Adam iba adelante, caminando por el pasillo hacia la habitación principal, sabía que lo mejor era esperarlo en el que por esa noche sería mi cuarto, pero tenía ganas de volver al lugar más íntimo para él y eso fue lo que hice. Sorpresivamente, todo estaba desorganizado, la cama tenía ropa regada, también las mesas de noche se encontraban con arrumes de cosas, hasta vasos de vidrio. Me sorprendió porque esa primera noche noche que había entrado a su habitación no se encontraba en ese estado y Adam no daba la impresión de ser alguien que le gustara el desorden, sino todo lo contrario, me parecía un hombre elegante y sofisticado en cuanto a
No hay peor sensación que ser sorprendido en plena acción. Quería que la tierra me tragara en ese momento.—Es que… debo volver temprano a casa —respondí. —Hoy es sábado, no debes atender la librería —comentó Adam—, ¿qué sería lo importante que te haga regresar temprano a tu casa? —cuestionó.—Pues… —No sabía qué decir.—Estás escapando de mí, acéptalo, querías irte sin dar ningún tipo de explicación —soltó, evidentemente enojado—. Evie, eres mi novia, ¿por qué harías eso?Mi rostro estaba completamente rojo, con las manos picándome por la ansiedad. Me faltaba el aire.Supe que lo mejor era no intentar quedar bien ante la situación sino contar la verdad.—Bueno, sí, me iba a ir porque no quería darte explicaciones —acepté—, creí que era lo mejor.—¿Por qué? —Ahora Adam se veía confundido.—Po-porque sí, Adam, porque nuestra relación no va a ninguna parte y porque lo de anoche no tuvo que haber pasado.—¿Entonces lo de anoche fue un error?—Pues sí… —No tenía argumentos, me sentía des
Iba a ser oficial, dentro de poco se sabría que era la novia del hijo de un magnate. Mi madre iba a matarme, estaba haciendo lo que justo toda mi vida me pidió que nunca hiciera.Entré a mi habitación y observé sobre el escritorio la caja-cofre donde guardaba las cartas. Caminé en círculos, sintiendo las manos temblar y los ojos llenarse de lágrimas. Observé el calendario y después la vieja agenda color marrón donde anotaba mis pendientes. Me senté en la silla de escritorio y revisé los pendientes para el día, afortunadamente lo único que hacía falta del día anterior era el salir a trotar. Lo bueno es que podía hacerlo esa mañana, aún tenía bastante tiempo.Me coloqué la ropa deportiva, bajé a la cocina y llené un potecito con agua.—¿Ves? Estaba en lo cierto, volvió porque no se había ejercitado —comentó Marco a Natalie con una sonrisa de satisfacción.—Déjala tranquila, es su rutina —regañó ella mientras empacaba los almuerzos en las loncheras—. Evie, ¿te dejo el almuerzo para lleva