Adam me llevó a casa esa noche. Nuestras primeras horas siendo novios.
Decir que todo al inicio de la relación se dio con tranquilidad y naturalidad sería mentir. Los primeros días fueron torpes (por mi parte) y caóticos, lleno de tontas discusiones (por parte de Adam). Después pasamos al desenfreno de sexo y situaciones inesperadas.
Creí que no llegaríamos al primer mes, de hecho, no le confesé a nadie que éramos novios hasta después del tercer mes, cuando entendí que Adam iba muy serio conmigo.
Me parecía raro que el playboy más codiciado del país se fijara en mí, y agregado a ello, decidiera dejar su vida de desenfreno para que la relación conmigo funcionara. En ningún momento le pedí a Adam que cambiara, lo hizo por voluntad propia y eso fue lo más extraño.
Pero ese primer día de rela
El baby shower de Natalie y mi hermano Marco terminó sin ninguna novedad. Los ayudé a limpiar para que pudieran irse a casa temprano y descansar. La playa estaba calmada esa noche, el cielo colmado de estrellas y el ambiente tranquilo.Marco me llevó a casa en el auto, observaba a todas partes, casi como si vigilara. Notaba por el retrovisor que su entrecejo se fruncía. Como estábamos acompañados de Natalie no pudimos hablar sobre la preocupación que a los dos nos atusaba: Hugo.—Cierra bien las puertas y las ventanas —me pidió antes de que me bajara del auto.—Así lo haré —acepté mientras abría la puerta para bajarme.—Y escríbeme antes de que vayas a dormir —insistió.—Sí… tranquilo, estaré bien —calmé.Lo vi pasar saliva y me envió una última mirada preocupada. Natalie, que cabeceaba por el sueño no se percató que entre mi hermano había una conversación con las miradas.—Voy a estar bien —repetí.Esta vez Marco me mostró una sonrisa que logró tranquilizarme.Nuestra relación no era
Mi mirada me delata y Raúl suelta un grito emocionado, llevando las manos a la boca.—No puedo creerlo, Evie, ¿desde cuándo sabes que estás embarazada?—Ay, Raúl, tranquilízate —suplico.—Vale, vale, pero mujer… es que no lo puedo creer, ¿desde qué momento? —insiste—. Tú te la pasas trabajando todo el santo día, ¿en qué momento tuviste tiempo de follarte a un hombre?Coloco los ojos en blanco y suelto un suspiro.—Ay, no me digas que ese bebé que estás esperando es del jefecito… —suelta con suma rapidez y lleva una mano a su pecho.—Claro que no… —miento con naturalidad—. Aunque no seas capaz de creerlo, no es de él.—Entonces, ¿de quién es?—Para qué contártelo si no lo conoces, no tiene importancia.—Evie… por favor… —Me observa detenidamente—. ¿Entraste a uno de esos programas de inseminación artificial?El que a Raúl se le ocurriera decirme aquello me toma por sorpresa, ¿así de desesperada me ven mis compañeros de trabajo?—Oh… Evie… ¿en serio te dejaste embarazar por un desconoci
Mi corazón se detuvo y estuve a punto de vomitarlo por la impresión.—¿Cuál verdad? —pregunté, tanteando el terreno.—Evie, ya lo sé todo —confesó.Mierda, mierda, mierda…—¿A qué te refieres? —insistí, ahora nerviosa.—Ya sé que pagaste la deuda del banco —informó—. Ya en el banco me lo dijeron. ¿Por qué me lo ocultaste todos estos meses?Aunque no se tratara de mi relación con Adam o el embarazo, lo que me estaba confesando seguía siendo un grave problema.—¿De dónde sacaste el dinero? ¿Hiciste un préstamo? —siguió interrogando.Sentía que me hacía falta el aire.—Eh… —Tenía la mente nublada.—Evie, ¿qué hiciste? ¿En qué te metiste? —Marco comenzaba a enojarse—. Responde, por favor… —Miró a sus lados, estaba a punto de estallar de la rabia.—No es nada de lo que piensas —intenté decir—. Yo… sí hice un préstamo, pero… no…—¿Quién te prestaría esa cantidad de dinero? —cuestionó—. ¿A cambio de qué?—Fue Margara, mi jefa —mentí—. Se lo estoy pagando a cuotas.—¡¿Qué?! —estalló—. ¡¿Hicis
En esos años, cuando comencé mi noviazgo con Adam, nos sucedieron muchas cosas. Nuestros inicios no fueron fáciles, comenzó siendo una relación intensa. Llegamos a discutir tanto que creí que había sido una mala idea darle una oportunidad.Estaba llena de prejuicios hacia la gente con poder adquisitivo y él era un hombre acostumbrado a la vida excéntrica, llena de caos y mucha adrenalina. Éramos dos polos opuestos que habían hecho colisión, creando un desastre.Si me hubieran dicho para esos meses que iba a durar tres años al lado de Adam con una relación estable y saludable, para años después terminar siendo la madre de su futuro hijo, jamás lo habría creído.La primera vez que llegué al departamento de Adam y no fue en una fiesta, tuvimos sexo desenfrenado mientras la canción Beggin de Maneskin sonaba de fondo. Lo recuerdo casi como si hubiera sido un fragmento de una película. Había anotado en mi agenda “entregar las llaves a Adam en su apartamento a las dos de la tarde”. Fue una
—Entonces, yo tendré que acatar tus órdenes —concluí.—Para que la relación funcione deberás hacerlo —explicó—, en algunos casos.Sentí la impotencia burbujear en mi pecho, para subir poco a poco hasta mi cabeza y crear un caos.—No creo que funcione si lo que tengo que hacer es acatar tus órdenes como si fuese tu empleada —gruñí.—Lo estás malentendiendo —trató de explicar.—¿Malentenderlo? Lo que me dices es que la relación será según lo que tú desees y yo tendré que acatar todo sin rechistar.—¡Claro que no fue lo que quise decir! —exclamó, arrugando su entrecejo—. Sabes bien que si hacemos todo según como a ti te gusta, jamás podremos vernos y nos aburriremos en gran manera. No te gustan las fiestas, no te gusta socializar y odias los lugares públicos.Abrí la boca con impresión.—Entonces, para ti soy una aburrida.—No… cariño, yo no creo que seas una aburrida. Nada más que…—¡No me llames cariño, no soy tu cariño! —espeté.Adam puso los ojos en blanco.—Evie… por favor, no comie
20 de junio 2021.Querido, Davison. Todas las noches, cuando te extraño, escribo una carta. Al tenerla terminada, la leo e imagino que estás sentado frente a mí y es como si estuviéramos conversando; así, justo como esa tarde en la playa, donde pude tenerte frente a mí, después de todos estos años. Cuando puedo leerla, me imagino tu reacción con cada palabra y hasta los comentarios que me dirás. En la primera carta que escribí, me sentí avergonzada, era como si estuvieras observándome y te dieras cuenta de mis sentimientos repentinos despertados al aceptar que te amaba. Pero, después todas estas confesiones se volvieron en mi refugio. Se suponía que solo duraría tres meses el tiempo en que hablaríamos, pero los meses se convirtieron en años. Y las cartas se acumularon, hasta convertirse en todo un diario que mostraba mi vida. Una vida en la que nosotros y la distancia que nos separaba se convirtieron en los protagonistas. La carta que más recuerdo es la que te di en una playa co
“Si no vienes, iré a tu casa y te cogeré allí mismo” leí.—Es un idiota —solté y dejé el celular a un lado del escritorio. Pensé que hasta Adam Sanders tendría un límite, no sería capaz de hacer algo como aquello.Me concentré en leer el libro que llevaba estudiando toda la mañana. Mi madre no se encontraba en la ciudad, había viajado a supervisar las reparaciones de la vieja casa que había heredado de mis abuelos, justamente la casa que años después yo terminaría heredando y donde Hugo intentaría asesinarme.Natalie y Marco habían salido al cine, en una cita romántica y gracias a eso yo disfrutaba de una tarde de soledad, de esas que tanto me gustaban.Estuve un buen rato leyendo, alrededor de una hora, hasta que escuché que sonó el timbre. Alcé la mirada del libro, teniendo una premonición, ¿podría ser capaz Adam de llegar a mi casa?Sacudí la cabeza, él no sería tan loco, sabía perfectamente cómo era mi familia y el gran problema que podría ganarse si lo hacía. Aunque… él no es co
Después de volver a la casa, agotada por el largo día de trabajo, comencé a buscar las llaves de Adam por todo el apartamento, maldiciendo el momento en que acepté dejarlo entrar.Podía escuchar el ruido de fondo que hacía el televisor de la otra esquina de la sala donde mi madre y mi hermano veían televisión, pasaba en ese momento las noticias de la noche.—¿Qué tanto buscas? —preguntó mi madre.—Unas llaves, a Sebastián se le quedaron; o eso es lo que dice —mentí, me agaché para buscar debajo del mueble.—¿En qué momento llegó un amigo a la casa? —indagó mi mamá sin dejar de ver la televisión.—Hace dos días —respondí—, pero vino de paso a dejarme después de la fiesta.—Creo que las vi —intervino Marco—. Me parece que las dejé en la canasta de la cocina cuando limpié anoche.—¡¿En serio?! —solté emocionada, alzando la mirada, rápidamente me reincorporé y caminé a paso ligero hacia la cocina.Encontré las llaves en el mesón de la cocina, en un rincón, dentro de la canasta de paja don