Adam no dejaba de hablar sobre lo contento que se encontraba por haber logrado romper su propio récord en la carrera de natación, y que el entrenador le dijo que a ese paso podría aspirar a entrar al equipo profesional muy pronto. Mencionó a una compañera que tenía el mismo propósito que él, una tal Roberta y que comenzarían a practicar juntos en sus ratos libres. Entonces, me preguntó si no le veía problema a que él practicara con ella a solas.
No entendía el por qué me había hecho aquella pregunta, era casi como si me pidiera permiso. Le resté importancia a su pregunta y le respondí que sí, al parecer esto le ofendió, porque me regañó, asegurando que yo no le estaba prestando atención.
Me sentía sumamente agotada por el largo día cargado de emociones fuertes.
Le dije a Adam que necesitaba descan
Los minutos previos a comenzar la ceremonia fueron de puro caos. Ya había asistido a bodas y sabía que todo era un alto grado de estrés antes de la boda, pero que sea tu boda hace que la experiencia sea completamente diferente.Catalina me decía que intentara estar tranquila, pero era imposible, necesitaba saber que todo estaba marchando bajo control y cuando se me decía que se había retrasado X cosa, me ponía de nervios.Agregado a ello, estábamos a la espera de la llegada de la familia materna de Adam y su vuelo se había retrasado varias horas.El plan era que llegaran la noche anterior a la boda, pero hubo cambios de planes y se nos informó que llegarían a primera hora del día siguiente, o sea, horas antes de la boda. Pero eran las ocho de la mañana y aún no hacían acto de presencia. No quería que llegaran a la mansión a la hora
—Señorita Flores —saludó Francisco cuando se acercó a mí.Estaba sentada a la mesa y Adam se había marchado para saludar a unos invitados. Había caído la noche y el cielo estaba bellamente iluminado con sus incontables estrellas.Francisco se sentó a mi lado, donde anteriormente estaba Adam, un mesero le ofreció una copa de vino y él aceptó.—Señor Francisco —saludé y sonreí.A lo lejos, en la pista de baile, muchos invitados bailaban alegremente. Me aliviaba que todo estuviera transcurriendo sin ningún contratiempo.—Es una boda muy hermosa —dijo él después de darle un trago a su vino—. La felicito, señorita Flores, se esforzó mucho y obtuvo una de las bodas más elegantes y hermosas a las que he asistido.—¿Y no le gustaría tener su propia boda? —pregunté.Recordaba que las damas de honor me habían pedido que le sacara la información de si estaba casado o soltero, el Señor Editor era todo un misterio para nosotros, hasta para Adam que comenzaba a cuestionarse qué intenciones tenía re
Tenía que aceptar que me había casado con un hombre que no estaba del todo cuerdo. Era un hombre que, cuando menos lo pensaba, me salía con alguna sorpresa.Me sentía contrariada y al mismo tiempo una parte de mí estaba emocionada. Mientras Adam me penetraba con fuerza y hacía que soltara jadeos, apretando con fuerza las sábanas blancas, me susurraba al oído todo el placer que sentiría si hiciera un trío con Francisco. —Imagínatelo, me la chuparías con tantas ganas porque puedes sentirlo a él darte duro, haciendo que te mojes toda. Adam me agarró con fuerza del cabello y pude sentir su aliento en mi nuca.—¿Por qué finges que no quieres hacerlo? —preguntó en un gruñido—. Si eres tan sucia y pervertida, deja de fingir que eres una mujer puritana y correcta.—Oh, Adam,
He de aceptar que me gustó mucho Suiza, sus hermosas montañas y barrios medievales que me transportaban a épocas tan lejanas, además que aprender a esquiar fue una experiencia completamente diferente. Terminé disfrutando más del viaje que el propio Adam.Parecía una niña pequeña, señalando cosas, pidiéndole a Adam que me tomara fotos. Y me impresionaba por todo, por los monumentos, los paisajes, los lagos, el chocolate que tenía un sabor tan diferente al que había probado antes.El poder ir en barco y conocer las Cataratas del Rin, aprender palabras nuevas de otro idioma y conocer su historia me pareció sumamente interesante. Además, el poder caminar por las largas e inmensas montañas mientras conversaba con mi esposo, observando los maravillosos paisajes suizos, me hizo sentir como si estuviese en un mundo diferente.Observando un atardecer en las mon
Una de las cosas que siempre he hecho cuando me siento sumamente triste es escribir. Es uno de mis mayores refugios cuando siento que todo a mi alrededor está mal. Encerrarme en mi mente, donde podía crear mis propios mundos era reconfortante, como si tuviera el control de todo. Comencé a leer en la noche el libro Quimera y al llegar al punto donde todo perdía sentido, me querer corregirlo y escribir lo que inicialmente cuando decidí crear el libro deseaba que sucediera. Fui consumida por completo dentro de la novela. Se hizo de día y yo seguía frente al computador, aporreando las teclas del computador como si no existiera un mañana. Por un momento Adam entró en la habitación, pero al ver que estaba tan sumida en el libro, decidió dejarme con mi soledad y así impedir que perdiera la concentración. En ese momento él creyó que era bueno que yo hubiera vencido la crisis de hoja en blanco y se sintió emocionado, pues creyó que estaría bien. Sin embargo, con el paso de los días, notó
La larga mesa del comedor estaba perfectamente decorada y llena de mucha comida. Todos sonreían, conversando alegremente; de fondo se escuchaba una canción navideña y había un enorme árbol perfectamente decorado con luces que parpadeaban con múltiples colores.Las carcajadas de la familia se lograban escuchar por fuera del comedor y el ambiente era sumamente animado. O al menos así era como todo se mostraba, era lo que mis ojos observaban.Me sentía completamente desconectada de la realidad. Para mí era sumamente cansado el tener que estar mostrando una sonrisa y conversar con todos. Aunque me esforzaba en hacerlo, me cansaba muchísimo.Pasaba de la preocupación de saber que no había recibido respuesta de Francisco sobre el libro y qué opinaba al respecto a pensar en que era una pésima persona porque no lograba disfrutar de la última cena de año nuevo con mi familia. Se suponía que debía estar feliz, emocionada y agradecida por aquel bello momento.En esos días no había hecho otra cos
Abrir los ojos y verme en mi realidad me hizo sentir extraña. Por un momento creí que había estado muerta, que me encontraba en aquel mar. Pero estaba ahí, en la mansión, estaba casada con Adam Sanders y tenía un hijo.Era el primer día del año.Cerré los ojos por un instante, deseando volver a dormir. La depresión había vuelto a abrazarme. Quería dormir y no despertar nunca.La puerta de la habitación se abrió y escuché la voz de Natalie.—Evie, despierta, necesitas salir de esa cama —me dijo, tirándose en la cama.Me arropé de pies a cabeza, gruñendo porque mi cuñada intentaba desarroparme.—¡Vamos!, ¡Marco está preparando una parrillada, son las once de la mañana!¿Las once? ¿Había dormido casi toda la mañana?Qué desperdicio el comenzar el nuevo año de esa forma… Ni para eso servía…Me senté en la cama y mi mirada se perdió en la habitación, enfocándose en la puerta de madera que Natalie había dejado entreabierta. Escuchaba a los pájaros en el exterior, seguramente alguno se había
Mierda, había vuelto a despertar demasiado tarde. La pantalla del celular se iba apagando de a poco, entre más parpadeaba, divisaba mejor el número doce en el dispositivo, hasta que dejó de alumbrar y el fondo negro reflejó mi rostro demacrado escondido entre las sábanas.Había faltado a la cita con Francisco. Tenía seis llamadas perdidas y veinte mensajes en el WhatsApp, los cuales no iba a leer, porque ya sabía de quiénes eran.Mis labios comenzaron a temblar y mis pupilas se inundaron de lágrimas.¿Por qué vas a llorar si eres la culpable de que tu vida se esté yendo a la mierda? Tú misma lo estás acabando todo.Era una fracasada.Cerré los ojos y dejé salir un gruñido.Tenía dos días que no veía a mi hijo. Ni siquiera era capaz de salir de la habitación. Qué pésima persona era.Para nada había servido que implorara con todas mis fuerzas el casarme con Adam Sanders y tener una vida a su lado, no sirvió el suplicarlo antes de lanzarme del puente. Porque ahora que lo tenía, yo misma