Mierda, había vuelto a despertar demasiado tarde. La pantalla del celular se iba apagando de a poco, entre más parpadeaba, divisaba mejor el número doce en el dispositivo, hasta que dejó de alumbrar y el fondo negro reflejó mi rostro demacrado escondido entre las sábanas.Había faltado a la cita con Francisco. Tenía seis llamadas perdidas y veinte mensajes en el WhatsApp, los cuales no iba a leer, porque ya sabía de quiénes eran.Mis labios comenzaron a temblar y mis pupilas se inundaron de lágrimas.¿Por qué vas a llorar si eres la culpable de que tu vida se esté yendo a la mierda? Tú misma lo estás acabando todo.Era una fracasada.Cerré los ojos y dejé salir un gruñido.Tenía dos días que no veía a mi hijo. Ni siquiera era capaz de salir de la habitación. Qué pésima persona era.Para nada había servido que implorara con todas mis fuerzas el casarme con Adam Sanders y tener una vida a su lado, no sirvió el suplicarlo antes de lanzarme del puente. Porque ahora que lo tenía, yo misma
Comenzó a ser más que evidente para mí que todos a mi alrededor estaban preocupados por mi salud cuando encontré a Marco en la cocina preparándome el desayuno. Como Adam me advirtió que no quería llegar a medio día y que yo me encontrara en la cama, decidí colocar despertador y levantarme, aunque todo mi cuerpo luchara por permanecer acostado. Además, no quería que mi esposo volviera a cargarme y bañarme, había sido un momento lindo que disfruté mucho, pero al mismo tiempo me prometí que no dejaría que pasara una vez más. Para mí, ese fue el momento en el que toqué fondo. Marco sintió mi presencia en la cocina y volteó a ver hacia atrás, sorprendiéndose al verme. —¡Ay, Evie, me asustaste! —dijo Marco y dibujó una sonrisa nerviosa—. Me has dañado la sorpresa, pensaba llevarte el desayuno a la cama. Ya me había bañado y por primera vez en una semana me había cepillado el cabello. —No menciones la palabra cama, no quiero saber de ella —comenté con tono aburrido y me senté en un tabu
Los labios de Evie temblaban mientras el nudo crecía en su garganta. Sentada en la silla de madera, su espalda permanecía rígida ante la situación. Era inevitable, la situación estaba planteada y el desenlace había comenzado.—Bien… si esa es la decisión que se ha tomado, bien… —esbozó.Sus palabras salieron de su boca y se escurrieron con poca fuerza por la amplia sala de estar.Un divorcio. Finalmente, su historia al lado de Adam Sanders finalizaría en un inevitable divorcio. La idea comenzaba a marearla, obligándola a parpadear tres veces, creando la inevitable situación en la que una lágrima rebelde se deslizó por su mejilla izquierda.Y, mientras, Adam permanecía imperturbable a su lado. Se había preparado mentalmente para dar la noticia.Un divorcio venía en camino, creando paso ante Evie, dej
Evie intentaba no llorar, quería dejar de mostrarse tan débil cuando se encontraba frente a las personas y así poder afrontar las situaciones que le presentaba la vida. Sin embargo, sus labios temblaban y las palabras que salían de sus labios eran frágiles, temblorosas y terminaban agonizando en el piso, arrastrándose de a poco.—Todo en mi vida marcha bien, se supone que debería estar feliz, pero… no puedo… —Desplegó una sonrisa temblorosa y sus ojos se iban llenando de lágrimas de a poco—. ¿Cómo puedo estar tan triste cuando debería estar feliz? El doctor la escuchaba con atención, mostrándole una mirada llena de mucha comprensión. Cuando la joven dejó de hablar, la sala fue consumida de un particular silencio.Los labios de Evie no dejaban de temblar y sus manos se masajeaban, estresadas. Después humedeció sus labios con una saliva pegajosa, pues su boca se estaba secando. Intentó tragar, pero tenía la garganta seca.Evie, en vista de que el doctor no iba a hablar, decidió hacerlo
Evie sentía que tratar con el psicólogo era remontarse a su infancia, cuando su madre estaba viva y debía vivir bajo sus estrictas normas. Cada vez que iba a la terapia, el doctor le hacía contar sobre su vida. Ella ya sabía cómo era la dinámica, así que se preparaba mentalmente para abrir su caja de pandora y comenzar a sacar sus más profundos secretos.El doctor tenía todo preparado: vasito con agua y pañuelos, muchos pañuelos.—¿Qué siente usted que fue lo que más marcó su adolescencia? —preguntó el doctor.—Mi madre era sumamente religiosa —comentó Evie—. Gran parte de su vida lo fue, después lo dejó, cuando al pastor lo capturaron por violación a una niña de nueve años. Pero antes de eso mi casa parecía una cárcel, todo era pecado. —Sus labios comenzaron a temblar—. Y fui sumamente pecaminosa.—¿Por qué cree que lo era pecaminosa?Un gran silencio se creó en la sala de terapia.Evie no sabía cómo comenzar.—¿Cómo podría contárselo? —preguntó. Se removió en su asiento, incómoda.—
Evie, catorce años de edad: Esa tarde cree un plan con Lina para poder pasarme las vacaciones de fin de año con ella y de esa manera poder salir de la vista de mi familia y todo nuestro círculo social.La idea consistía en que en medio de una comida donde estuviera presente mi tía Olivia yo pidiera que me dejara ir con ella, para que así mi madre no me pudiera negar las vacaciones.Y fue así como la hora de la cena se dio y Lina me envió la señal con la mirada.—Mamá —llamé, ella rápidamente alzó la mirada para mirarme—, ¿podrías dejarme pasar las vacaciones en casa de mi tía?Al parecer eso fue para mi madre como pedirle permiso para entrar a un prostíbulo ya que su rostro palideció por completo. Mientras que, mi tía Olivia desplegó una sonrisa enorme.—&i
La pregunta horrorizó a Evie y sacudió con rapidez su cabeza.—¡Ay, no, doctor, claro que no! —exclamó.—¿Era otro novio?—Sí, se llama Davison, para ese momento habíamos comenzado una relación y estábamos pensando en casarnos —confesó la mujer—. Yo no sería capaz de serle infiel a mi esposo. Gracias a Dios para cuando conocí a Adam no había visto a Jairo, tenía entendido que se había casado y eso me tranquilizaba, porque tenía la esperanza de que no me iba a buscar más. Pero… —Su mirada volvió a ensombrecerse—. Como le he contado, doctor, le fui infiel a la pareja que tenía en ese momento. Y debo confesarle que en ese momento me gustó mucho, me gustó el placer que sentí al hacer cosas malas. —Se creó un momento de silencio punzante—. Cuan
Adam estaba congelado, no sabía cómo responder después de enterarse del mayor secreto de su esposa. Esto cambiaba por completo la imagen de la mujer inocente que él conoció. Sentía que ya no sabía quién era ella.Estaban sentados en la sala de estar, era domingo por la tarde. Adam había planeado pasar el día junto a su esposa e hijo, hacer un asado y bañarse en la piscina, un plan sencillo pero gratificante, de esos íntimos que tanto les encantaba. Pero ahora era evidente que no sucedería.Evie toda su vida al lado de Adam Sanders sintió que en cualquier momento podría perderlo, el más mínimo error y esa vida que tanto anheló crear al lado del hombre que más amaba desaparecería. Y sucedía en aquel instante. Él la observaba con el entrecejo fruncido y un silencio punzante.Cuando Evie pudo ver a Adam en Sanders Company después de tantos años, sintió que podría tener una oportunidad en su vida de volver a tener eso que tantos años anheló. Pero una vez más el puente que había construido