Capítulo 107

Aunque intenté mejorar mi ánimo en el resto del día, fue imposible. Después de quitarme el vestido de novia les dije a mis amigas que no quería seguir midiéndome más, y ellas, que tampoco se sentían con muchas ganas para seguir, decidieron aceptar y sugirieron que nos fuéramos a almorzar.

En el restaurante les informé sobre la publicación de mi libro y ellas se emocionaron con la noticia, comenzándome a felicitar. Hicimos un brindis y me dijeron unas hermosas palabras, sin embargo, mi felicidad no era absoluta, no dejaba de pensar en el vestido de novia y me crecía un gran miedo de que otra mujer fuera a comprarlo.

Al volver a la mansión y me encontré con la soledad de mi habitación, solté el llanto. Me regañaba por llorar por algo tan insignificante, pero al mismo tiempo me decía que no era insignificante, porque realmente sí era importante: era el vestido con el que iba a caminar al altar, con el que me iba a casar.

Terminé sentada en un bordillo de la cama llorando en silencio.
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