Eliana sintió el calor reconfortante de la mano de Isaac entrelazada con la suya. Su presencia le brindaba una sensación de seguridad, como si todo lo que estaba fuera de su alcance y su memoria perdida no importara mientras él estuviera ahí. Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la paz que le brindaba esa cercanía.Pero algo la inquietaba. Había una sombra en la habitación, una presencia que no lograba descifrar.Cuando volvió a abrir los ojos, su mirada recorrió el espacio hasta detenerse en la figura de un hombre que la observaba en silencio.José Manuel.Sus rasgos eran serios, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de angustia y… ¿esperanza? Algo en él parecía gritarle que lo reconociera, que buscara en su interior un recuerdo, un instante, un lazo que los uniera. Pero en su mente solo había vacío.Frunció el ceño con confusión.Se giró lentamente hacia Isaac y, con voz suave pero llena de incertidumbre, preguntó:—¿Quién es él?El silencio cayó sobre la habitación como u
María José recorrió con la mirada cada rincón del apartamento. Aunque era amplio y acogedor, con muebles elegantes y una vista privilegiada de la ciudad, no podía evitar sentirse fuera de lugar. No era su hogar. No lo había construido con Isaac. Y, lo peor de todo, sentía que nunca lo haría.Suspiró pesadamente mientras pasaba la yema de sus dedos por la superficie de la mesa de centro. Todo estaba impecable, como si nadie hubiera vivido allí en mucho tiempo.Desde que habían llegado, Isaac apenas había estado presente. Salió temprano en la mañana y no había llamado, no había enviado un mensaje, ni siquiera había preguntado si necesitaban algo.Miró hacia la cocina, donde la bolsa de pan que compraron el día anterior seguía intacta. No tenían mucha comida, pero tampoco tenía ganas de comer.Gabriel jugaba en la alfombra, deslizándose pequeños carritos por el suelo con una concentración absoluta. A diferencia de ella, él parecía haber encontrado una especie de paz en ese nuevo espacio,
Los días pasaban con una calma engañosa, como si el mundo hubiera decidido darle un respiro a Eliana mientras su mente seguía atrapada en el limbo entre recuerdos perdidos y emociones que no podía comprender. Su recuperación avanzaba, pero con cada día que pasaba, su corazón se enredaba más en una maraña de sensaciones confusas.Isaac era su refugio. Con él se sentía segura, como si el simple hecho de verlo le recordara que no estaba sola. Su voz, su risa, la manera en que le hablaba con dulzura y paciencia, todo en él la reconfortaba. Cuando Isaac estaba cerca, no sentía la angustia de no recordar su vida anterior. Era fácil sonreírle, apoyarse en él, permitir que la cuidara.Pero luego estaba José Manuel.Cada vez que lo veía, una extraña punzada la atravesaba, como si su cuerpo reaccionara antes que su mente. Su presencia la descolocaba, su mirada la hacía sentir vulnerable de una manera diferente. No entendía por qué, pero cuando él entraba en la habitación, su piel se erizaba y s
Eliana sintió un nudo en la garganta mientras observaba a José Manuel sentado a su lado. Había algo en su mirada, en la forma en que la contemplaba con una mezcla de ternura y tristeza, que la inquietaba. Su corazón latía con una extraña expectación, como si su cuerpo supiera algo que su mente no recordaba.Dudó antes de hablar, pero la incertidumbre la estaba consumiendo.—José Manuel… —su voz salió en un susurro—, dime algo…Él parpadeó, volviendo su atención completamente hacia ella.—Dime… —continuó Eliana, bajando la mirada a sus manos que jugaban nerviosamente con la sábana— ¿Antes del accidente… seguíamos juntos?El silencio se instaló entre ellos como una barrera invisible. José Manuel sintió un golpe en el pecho, como si aquellas palabras lo desarmaran. No esperaba que ella preguntara eso tan pronto, no cuando todavía luchaba por recuperar sus recuerdos.Inspiró profundamente, buscando cómo responder sin abrumarla.—Es complicado… —murmuró, desviando la mirada por un instante
José Manuel sintió una punzada en el pecho. No quería responderle, no aún. No quería que su frágil memoria se llenara de información de golpe, pero tampoco podía esquivar la pregunta.—Es… es alguien muy allegada a nosotros—respondió con evasivas, sin querer mentir pero tampoco revelar toda la verdad.Eliana notó que él evitaba mirarla directamente. Su respuesta, en lugar de tranquilizarla, solo alimentó su confusión. Un vacío extraño se formó en su interior, como si, en el fondo, supiera que aquella mujer significaba algo más de lo que él estaba dispuesto a admitir.—Siento que… —susurró, desviando la mirada hacia sus manos—. No lo sé, José Manuel. Cuando escuché su nombre… sentí algo raro, como si mi corazón lo reconociera antes que mi mente.Él tragó en seco. No podía negar que una parte de él deseaba que ella no recordara nada, que pudiera empezar de cero sin el peso de lo que habían vivido antes. Pero al mismo tiempo, sabía que eso era imposible.—No te esfuerces demasiado —dijo
La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de cristal del lujoso rascacielos donde se encontraba Eliana Álvarez, la mujer más influyente en el mundo de la tecnología y la innovación. Dueña de un imperio que ella misma construyó desde las cenizas, una mujer que aprendió que la única forma de sobrevivir era con una sonrisa afilada y un corazón blindado.Estaba en su oficina, observando la ciudad desde lo alto, con una expresión serena pero calculadora. Su teléfono vibró y su asistente entró sin anunciarse.—Señorita Álvarez, la junta con los inversores de Singapur comienza en cinco minutos.—Diles que esperen —respondió sin apartar la vista de la lluvia.Eliana sabía que podía hacerlos esperar. Era la reina de su propio tablero de ajedrez, y nadie movía una pieza sin su permiso.A lo largo de los años, había perfeccionado el arte de la indiferencia. Después de todo, la vida le enseñó que el amor y la confianza solo servían para ser destruidos.Pero lo que no sabía era que, en cuestión d
La respiración de Eliana era irregular, sus manos temblaban de pura rabia. Samuel sollozaba, forcejeando contra el agarre cruel de Samantha.No lo pensó. No dudó.Su puño voló directo al rostro de Samantha.El sonido del golpe resonó en el aire.Samantha soltó un grito ahogado y, en el impacto, aflojó el agarre sobre el niño. Eliana aprovechó el momento y lo jaló hacia ella, abrazándolo con fuerza.—Tranquilo, pequeño —susurró, acariciándole el cabello—. Ya estás a salvo.Pero antes de que pudiera reaccionar, una voz grave y gélida la detuvo.—¿Qué rayos está pasando aquí?Eliana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.José Manuel.El solo sonido de su voz le revolvió el estómago.Cuando levantó la mirada, lo encontró allí, a solo unos metros. Alto, imponente, con esos ojos oscuros que alguna vez la miraron con amor… y que ahora solo reflejaban frialdad.Por un segundo, sintió que no podía respirar.Años. Años sin verlo, sin escuchar su voz, sin recordar el pasado que había tra
Eliana cerró la puerta de su departamento y apoyó la espalda contra la madera, sintiendo cómo la respiración se le entrecortaba. Su pecho subía y bajaba con fuerza, pero no por el cansancio… sino por la furia contenida.Ver a José Manuel después de tantos años había sido un golpe que no esperaba. Creyó que el tiempo la había fortalecido, que el éxito borraría las cicatrices del pasado. Pero ahí estaba, con el corazón latiéndole en los oídos y el alma revuelta por los recuerdos.Porque su traición todavía dolía.Se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, permitiendo que su mente la arrastrara a ese día… el día en que todo se derrumbó.Seis años atrásLas risas resonaban en el pequeño laboratorio improvisado de la universidad. Ella y José Manuel trabajaban hasta altas horas de la madrugada, rodeados de planos, fórmulas y notas garabateadas con ideas que podían cambiarlo todo.—Esto es increíble, Eli —le había dicho él, con esa mirada llena de admiración y emoción que la hacía sentir inve