El desayuno se sirvió entre pequeñas risas y silencios llenos de emoción. Samuel seguía encantado con la idea de que Eliana recordara a José Manuel, y no dejaba de mencionarlo cada dos minutos con el entusiasmo de quien presencia un milagro. José Manuel, por su parte, estaba ahí, presente como nunca antes. Su mirada no se apartaba de Eliana, aunque procuraba no invadirla con su emoción. Algo en su interior vibraba distinto. Ella había pronunciado su nombre. Había soñado con él. Había recordado.Pero Eliana… ella no sabía cómo sentirse exactamente.Sí, había sido un momento cálido, reconfortante, como si una ventana se hubiese abierto en la casa oscura de su mente. Pero también… extraño. Como si esa mujer que corría bajo la lluvia no fuese ella, sino otra versión que aún no terminaba de conocer. No se sentía más completa. Se sentía descolocada.Después del desayuno, Eliana se excusó para salir al jardín. Samuel, entretenido con un rompecabezas, quedó bajo la mirada vigilante de José Ma
El almuerzo transcurría con una falsa normalidad. Samuel comía con entusiasmo, haciendo ruiditos entre bocado y bocado, mientras Eliana fingía estar más interesada en la pasta que en las dos presencias masculinas a su lado. José Manuel intentaba disimular su incomodidad tras la sonrisa, e Isaac apenas tocaba su comida.Había algo tenso en el ambiente, como una cuerda estirada al límite.—¿Puedo repetir, Eli? —preguntó Samuel, con su carita llena de salsa.—Claro, mi amor —respondió Eliana con dulzura, acariciándole el cabello.José Manuel se levantó para servirle, con una sonrisa sincera. Isaac se limitó a observar a Samuel como si no quisiera hablar… pero entonces, el niño soltó la frase que haría caer el almuerzo como una bomba.—¿Isaac, cuándo me vas a volver a llevar a tu casa para jugar con Gabriel? ¡Y también quiero volver a comer las galletas de Majo!Isaac se atragantó con el agua que acababa de tomar, mientras José Manuel detuvo el movimiento de su cuchara en el aire. Eliana
Eliana sintió un nudo en la garganta. La culpa comenzó a treparle por la espalda.—¿Y María José? ¿Ella sabe que él pasa tanto tiempo conmigo?—Sí. No es fácil para nadie, Eliana. Pero María José entendió algo: que Isaac no podía dejarte sola. Que eras una parte vital de su vida. No su pareja, no la madre de su hijo… pero alguien a quien ama profundamente, aunque sea de otra forma. No podía abandonarte. ¿Tú habrías hecho lo mismo por él?Ella no respondió. No necesitaba hacerlo. José Manuel la miró con dulzura.—No estoy diciendo que no tengas derecho a sentirte dolida. Lo tienes. Que él no te haya dicho nada antes… duele. Pero te juro que no lo hizo por egoísmo. Lo hizo porque pensó que estaba protegiéndote. Y en el fondo, él también se estaba protegiendo del dolor.—¿Y ahora? ¿Qué se supone que haga? ¿Sonrío y lo abrazo?—No —respondió José Manuel—. No finjas nada. Solo… trata de ponerte en su lugar. De ver el panorama completo. Porque a veces, juzgamos con el corazón herido y no co
La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de cristal del lujoso rascacielos donde se encontraba Eliana Álvarez, la mujer más influyente en el mundo de la tecnología y la innovación. Dueña de un imperio que ella misma construyó desde las cenizas, una mujer que aprendió que la única forma de sobrevivir era con una sonrisa afilada y un corazón blindado.Estaba en su oficina, observando la ciudad desde lo alto, con una expresión serena pero calculadora. Su teléfono vibró y su asistente entró sin anunciarse.—Señorita Álvarez, la junta con los inversores de Singapur comienza en cinco minutos.—Diles que esperen —respondió sin apartar la vista de la lluvia.Eliana sabía que podía hacerlos esperar. Era la reina de su propio tablero de ajedrez, y nadie movía una pieza sin su permiso.A lo largo de los años, había perfeccionado el arte de la indiferencia. Después de todo, la vida le enseñó que el amor y la confianza solo servían para ser destruidos.Pero lo que no sabía era que, en cuestión d
La respiración de Eliana era irregular, sus manos temblaban de pura rabia. Samuel sollozaba, forcejeando contra el agarre cruel de Samantha.No lo pensó. No dudó.Su puño voló directo al rostro de Samantha.El sonido del golpe resonó en el aire.Samantha soltó un grito ahogado y, en el impacto, aflojó el agarre sobre el niño. Eliana aprovechó el momento y lo jaló hacia ella, abrazándolo con fuerza.—Tranquilo, pequeño —susurró, acariciándole el cabello—. Ya estás a salvo.Pero antes de que pudiera reaccionar, una voz grave y gélida la detuvo.—¿Qué rayos está pasando aquí?Eliana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.José Manuel.El solo sonido de su voz le revolvió el estómago.Cuando levantó la mirada, lo encontró allí, a solo unos metros. Alto, imponente, con esos ojos oscuros que alguna vez la miraron con amor… y que ahora solo reflejaban frialdad.Por un segundo, sintió que no podía respirar.Años. Años sin verlo, sin escuchar su voz, sin recordar el pasado que había tra
Eliana cerró la puerta de su departamento y apoyó la espalda contra la madera, sintiendo cómo la respiración se le entrecortaba. Su pecho subía y bajaba con fuerza, pero no por el cansancio… sino por la furia contenida.Ver a José Manuel después de tantos años había sido un golpe que no esperaba. Creyó que el tiempo la había fortalecido, que el éxito borraría las cicatrices del pasado. Pero ahí estaba, con el corazón latiéndole en los oídos y el alma revuelta por los recuerdos.Porque su traición todavía dolía.Se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, permitiendo que su mente la arrastrara a ese día… el día en que todo se derrumbó.Seis años atrásLas risas resonaban en el pequeño laboratorio improvisado de la universidad. Ella y José Manuel trabajaban hasta altas horas de la madrugada, rodeados de planos, fórmulas y notas garabateadas con ideas que podían cambiarlo todo.—Esto es increíble, Eli —le había dicho él, con esa mirada llena de admiración y emoción que la hacía sentir inve
La luz del sol se filtraba a través de los ventanales de la imponente mansión de José Manuel. Todo en su hogar hablaba de éxito: los muebles de diseño, las alfombras importadas, la mesa del comedor larga y pulida con precisión. Sin embargo, dentro de aquellas paredes, el ambiente estaba lejos de ser cálido.El desayuno estaba servido con la misma perfección de siempre: jugos recién exprimidos, pan crujiente y café aromático. Pero la tensión en el aire hacía que todo supiera amargo.En el extremo de la mesa, Samuel removía su cereal con la cuchara, sin entusiasmo. Su cuerpo inquieto balanceaba las piernas bajo la silla, pero a diferencia de otros días, no hacía ruidos, no reía ni corría de un lado a otro.José Manuel lo observó con atención.Normalmente, su hijo era un torbellino de energía, un pequeño huracán que hablaba sin parar y hacía travesuras a cada instante. Pero ahora, bajo la mirada de Samantha, estaba apagado.—Samuel, come —ordenó con voz firme.El niño dejó la cuchara y l
Eliana miró a Samuel mientras dormía en la camilla del hospital.Habían pasado varias horas desde que le administraron el tratamiento para la reacción alérgica. Su respiración se había normalizado, pero ella aún no podía tranquilizarse.Lo observó con el ceño fruncido.—¿Por qué viniste a buscarme, Samuel?El niño se removió en su sueño, su ceño fruncido, como si algo lo perturbara incluso dormido.Eliana apretó los puños.No debía involucrarse. No con él. No con José Manuel.Pero ya lo había hecho.---En la mansión Altamirano, José Manuel revisaba cada rincón de la casa, su angustia creciendo con cada segundo.Samuel no estaba.Giró hacia Samantha, que lo observaba con expresión de confusión fingida.—Dijiste que estaba en el cuarto de juegos—Yo… pensé que sí. Seguramente está en el jardín o jugando en otro lado —respondió con dulzura, pero José Manuel no se dejó engañar.Sacó su teléfono y marcó el número del guardia de seguridad.—Quiero ver las cámaras de seguridad. Ahora.Saman