Capítulo 87
Andrés filtró el aceite de los churros y lo dejó a un lado, con una sonrisa cariñosa en sus labios.

—Los hice porque sé que querías comerlos.

—Ve a lavarte mientras tanto. También preparé café y chocolate.

María, feliz, se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla antes de correr al dormitorio para asearse. Ni siquiera se cambió de ropa, salió corriendo en cuanto terminó.

—No imaginé que también supieras hacer churros.

María mojó un churro en el chocolate y lo mordió, entrecerrando los ojos con satisfacción. Viendo cómo devoraba la comida, Andrés sacó una servilleta y le limpió la boca con resignación. Los churros eran algo tan cotidiano, pero él los comía con tal refinamiento que parecía estar en una pastelería fina, cada uno de sus movimientos rebosando elegancia. María no entendía cómo lograba verse tan elegante comiendo cualquier cosa.

—Esto... en realidad no es tan difícil —comentó Andrés mientras tomaba una cucharada de chocolate—. Antes me dedicaba a estudiar diferentes
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