***Este capítulo contine escenas picantes Boys Love. Si usted es sencible a este tipo de relatos, puede abstenerse de leer. Muchas gracias***Ya en la manada Luna Negra, el alfa Thane está recostado en un sillón de cuero oscuro, con la vista perdida en el ventanal que da al bosque. La copa de whisky entre sus dedos apenas tiembla. Su expresión es dura, determinada.Ramiro entra en la sala y se queda de pie a sus espaldas.—¿Estás seguro de hacer esto? —pregunta en voz baja. La preocupación le cruza el rostro—. Esto puede desatar una guerra entre Claro de Luna y nosotros. Si ella es la compañera destinada de Kael, él no se quedará quieto. Lo sabes bien.Thane no se mueve. Sin embargo, cuando siente los dedos de Ramiro rozando con lentitud su cuello, cierra los ojos y suspira.—Recuperaré a Lyssara, Ramiro —responde, con voz grave—. Cueste lo que cueste. Se lo prometí a mis padres en su lecho de muerte.Ramiro aprieta los labios, pero no discute. La decisión está tomada.—Sabes que esta
Kael y Osman están en la oficina alfa, revisando unos papeles para un proyecto futuro. La mente de Kael está en otro sitio, fija en la entrada principal de la manada, atenta a cualquier señal, esperando ansioso el regreso de Aria y Néstor.La puerta se abre de golpe, sin anunciarse.—Kael, ¿puedo hablar contigo? —pregunta Erika, con la voz ansiosa.Kael suspira largamente. Había postergado esta conversación con ella el mayor tiempo posible, pero ya no puede evitarla. Levanta la mirada y asiente, resignado.—Claro.Osman capta de inmediato la situación y recoge los papeles rápidamente.—Yo me retiro —dice, dedicándole a Kael una mirada que le dice "suerte", antes de desaparecer tras la puerta.Kael permanece de pie, con las manos en los bolsillos, fingiendo observar a la manada a través del gran ventanal. En realidad, su cuerpo entero está tenso, expectante. Solo quiere que el maldito auto de Néstor vuelva con Aria.—Kael —la voz de Erika tiembla—, ¿por qué no me dijiste que encontrast
La ciudad titila entre luces y sombras en medio del fresco cortante de la tardecita. Desde lo alto de un lúgubre edificio, Xavier contempla el paisaje a través del ventanal de su bar, con la mandíbula apretada y los ojos entrecerrados.Su rostro, marcado por una cicatriz que parte desde la sien hasta su mandíbula, parece aún más severo bajo la tenue iluminación. Cala su cigarro un par de veces, saboreando el amargo sabor del tabaco antes de exhalar una espesa nube de humo que se arremolina a su alrededor como una neblina densa.El sonido de unos pasos lo saca de su ensimismamiento. Sin girarse, sabe que uno de sus hombres acaba de entrar. Siente la presencia a su lado, a un metro exacto de distancia, esperando la señal para hablar.—Vieron a la monjita en la ciudad —informa el hombre, en voz baja pero firme.Xavier ladea apenas la cabeza; su atención es capturada de inmediato. Sus ojos brillan con interés, afilados como cuchillas.—¿Sola? —pregunta, con una sonrisa ladeada que no prom
Hay un silencio especialmente lúgubre esta noche.La luna llena se levanta majestuosa y lenta en lo alto, derramando su luz sobre las calles adoquinadas de Tierra de Pinares.Aria camina a pasos presurosos hacia la capilla, el sonido de sus tacones chatos resuena en la calle. La misa debe iniciar dentro de media hora, y el padre Ezequiel no es conocido por su paciencia. Esta noche le corresponde la lectura del evangelio y no puede permitirse llegar tarde, o sus tareas comunitarias de la semana serán duplicadas de nuevo.Los sonidos de la segunda campanada llegan a sus oídos, recordándole que apenas le quedan minutos. Levanta la vista y divisa el gran crucifijo que adorna la entrada de la capilla. Sonríe. Ya está cerca.De repente, una ventisca fuerte irrumpe en la calle y la obliga a detenerse de forma brusca. Un escalofrío recorre su espalda y una sensación extraña le indica que algo no está bien. Un leve murmullo parece surgir a su alrededor, difuso y errante, pero cuando mira a sus
La sonrisa inocente y contagiosa de Aria despide a los últimos feligreses que salen de la capilla. La misa concluyó hace un rato, pero a la mayoría le gusta quedarse para compartir unas palabras con ella y con el padre Ezequiel. Para Aria, este no es solo un lugar de oración, sino un refugio donde encuentra la paz y el propósito para su vida.Después de que la última persona se marcha, el padre se acerca a ella con una expresión satisfecha. La sonrisa en su rostro dice más que mil palabras.—Hoy fue un día muy provechoso, Aria. Hemos logrado juntar casi el diez por ciento de lo que necesitamos para construir el albergue para los niños huérfanos. Si todo sigue así, en pocos meses podríamos tenerlo todo. Estoy muy esperanzado. Además, con las donaciones de los empresarios, será mucho más fácil llegar a la meta. Aria sonríe de mucha felicidad. —¡Eso es maravilloso, padre! Dios realmente está obrando a través de la generosidad de los fieles. También estoy esperanzada. ¿Se imagina lo fel
Aria pasa saliva con algo de dificultad. Su desventaja es obvia. Tal como dijo su hermano, ellos pueden matarla y matarlo a él y nadie nunca se enteraría de ello; sin embargo, ya está aquí, no puede permitirse ser cobarde ahora con su hermano corriendo peligro. —Sí, yo soy Aria. ¿Qué quieren de nosotros? ¿Por qué tienen a mi hermano? ¿Qué le hicieron?El hombre suelta una carcajada. Da unos pasos hacia ella, revelando mejor su rostro. Es mucho más aterrador de lo que Aria pensaba al principio. —Pobre chiquilla. —Él intenta tocar uno de sus mechones del cabello, pero Aria se quita de manera brusca, ganándose la mirada asesina de él—. ¿No lo sabes? Tu querido hermano trabaja para la mafia. Y, el muy estúpido, se robó un cargamento muy importante, creyendo que no iba a ser pillado.Aria siente que el suelo se abre bajo sus pies. Su corazón galopa en su pecho. Mira a su hermano, quien solloza con la cabeza gacha.—¡No! —murmura, con el corazón destrozado—. Dime que eso no es cierto, her
Aria tarda unos minutos en normalizar su respiración, pero sigue mareada, su vista aún está borrosa y el calor de su cuerpo aumenta a cada segundo. Para su suerte, hay una jarra de agua encima de la mesita a su lado. La agarra y empieza a beber hasta que su estómago ya no da más. Con tanta agua en su sistema, el mareo desaparece un poco, lo que la ayuda a ponerse de pie.Con dificultad, logra llegar al baño y abrir el grifo. Se echa agua fría en el rostro, tratando de mantenerse consciente, pero nada parece ser suficiente. Sus piernas todavía están flácidas, todo su cuerpo está tembloroso, por lo que es doblemente torpe. —Dios, ayúdame a salir de esto —susurra con miedo frente al espejo. Apenas le salen las palabras. Su voz está rasposa. La desesperación la invade cuando recuerda el trato que hizo con ese hombre. Él debe estar por llegar. En el estado en que se encuentra, nunca va a poder luchar contra él.Va hasta la puerta principal e intenta abrirla, pero se da cuenta de que es
Aria abre los ojos luego de un breve lapso de pérdida de conocimiento y su mirada se encuentra con la del alfa. Ambos se observan mutuamente por unos segundos que se sienten eternos. En su afán de sostenerla, Kael rodea su cintura con ambos brazos y la pega más a su cuerpo. Su piel se eriza con el contacto, los vellos de sus manos comienzan a sobresalir. Sus labios van a parar encima de los de ella en un beso suave, pero mojado. Aria se queda estática sin saber cómo reaccionar, pero cuando el alfa profundiza el beso, ella se deja llevar por las sensaciones. Aquellas que nunca antes había experimentado.Su respiración se ralentiza, el oxígeno no es suficiente y, por un segundo, su mente le avisa que lo que está pasando entre ellos está mal. Esto es pecado, ella es una monja y no puede estar besando a un hombre. Es parte del juramento que hizo ante la cruz.Intenta apartarse, pero no tiene suficientes fuerzas para hacerlo. Kael, pilla sus intenciones y la aprieta más contra su cuerpo