Los minutos transcurrían con más rapidez de la habitual, el aire parecía tornarse más tupido de lo usual, y pese a la rapidez desvergonzada con la que corrían los minutos, de manera paradójica el amanecer parecía tardar más en hacer su sublime y encantadora entrada.
Kenzo se encontraba conduciendo en total silencio, las calles por donde transitaba, un tanto desérticas se encontraban, aquello auxiliaba a que el silencio hiciera todavía más presencia. De vez en cuando veía a una que otra persona, pero eran tan escasas las ocasiones que más que personas, parecían suspiros de vidas que se desvanecían en el aire. De vez en cuando, por el espejo retrovisor, Kenzo observaba a la muchacha rendida, por completo dormida, siempre hermosa como solo un ángel enviado directamente desde del cielo podría ser, estaba del todo seguro de que, podría mirarla mil veces, y
Eran cerca de las seis de la mañana, pocos minutos eran los que restaban para aquella hora, a pesar de ello, el ambiente continuaba inundado en oscuridad, y parecían ser todavía las cuatro de la madrugada. Palabra alguna no podía describir lo inquieto que Derek se encontraba, parecía que en cualquier momento sería víctima de un colapso nervioso. Su parpadeo era continuo, su respiración acelerada, sus labios secos como lo estaba el corazón de quien odiaba, cuello adolorido y hombros cargados de tanta tensión que amenazaban con acabarle, había fumado alrededor de unos quince cigarrillos de manera compulsiva, los dejaba a la mitad, apenas les daba unas cuantas caladas y los soltaba, pisándolos con furia para luego patearlos lejos de en donde se encontraba, lejos de su campo de visión. Como si solo buscaba usarlos, solo para que perdieran el buen aspecto, solo dañarlos y desecharlos.—Maldición —murmuró con un deje de intolerancia.No perdía la esperanza de poder encontrar
Respiró más hondo, meditando mejor sus decisiones. ¿Sería prudente hacer aquello? ¿Cuáles consecuencias podría tener llevar aquello acabo? ¿Podría controlar sus impulsos una vez empezado aquello? No se creía capaz de controlarse si empezaba a hacer aquello; sentía dentro de sí a una bestia afanosa y muy sedienta, con fragilidad sujetada por cadenas, del cuello y los pies, cadenas oxidadas a causa del propio sudor degenerado de la bestia, y solo era cuestión de tiempo para que él no pudiese encerrar a aquella bestia más. Kenzo respiró más hondo, su cabeza incluso empezaba a doler. Sus pensamientos solo parecían empeorar la situación. Su mente no maquinaba lo suficientemente rápido como para darle las respuestas urgentes que él necesitaba. Alzó su mano y con ella tapó la boca de la muchacha, pero ésta continuaba gritando, alterada ante algo a lo que él era por completo ajeno, a una pesadilla de la que él no era parte. En vis
Cuando por fin las mujeres se terminaron de aproximar al carro de Kenzo, lo único que consiguieron, o suponieron, ver fue a una pareja besándose con pasión, como parte de aquel plan de cierta manera un tanto descabellado, cuando notó a las mujeres, seguro confundidas ante todo, Kenzo alzó su cabeza y les ofreció una dura mirada, tal vez buscando decir, con un fastidio disimulado, «¿No ven que este es un momento íntimo? ¿Qué hacen irrumpiendo acá?», calcinadas ante esa mirada masculina dura como el asfalto, ambas mujeres se alejaron, y en su caminata la más joven se vio obligada a hablar:«Estoy segura de haber escuchado gritos provenientes de allí. Y pese a lo que vimos no hay nadie que pueda convencerme de lo contrario; de ahí se escuchaban gritos de una mujer, y eran gritos muy, muy desesperados».
Su azul mirada se dilató como si hubiese visto el rostro de la muerte misma y sus labios empezaron a temblar mientras miraban con un huracán de sensaciones a Kenzo. Adalia cerró sus piernas y dibujó en su rostro una expresión profunda de dolor, sentía una fuerte presión en su área íntima, su respiración era agitada, sus ojos quemaban, pero ella no permitiría que una sola lágrima se derramara por ellos, al menos de eso quería convencerse. Entreabrió su boca en un intento de hablar, en un intento de al menos intentar entender lo que sucedía, pero él se le adelantó.—Esto... no es lo que parece —le dijo, nervioso—. Esto... no es lo que crees, ¿bien? —Kenzo alzó su mano, queriendo acercarla al rostro de Adalia, pero de un manotazo ella la ret
Él la alzó del suelo, apretando el agarre.—¡Suéltame! Suéltame! —chilló ella, lo más alto que consiguió, con la esperanza de ser escuchada. Cosa que no ocurriría. El lugar en donde se encontraba, estaba por completo desolado.—¡Déjame explicarte lo que sucedió! ¡No te quise dañar!—¡Me estabas violando! ¡Me estabas violando cuando me desperté! —chilló, retorciéndose.Ella intentó correr de nuevo y él la apretó con todavía más fuerza, deteniéndola. Adalia empezó a chillar por auxilio, pero Kenzo tapó su boca.Realmente desesperada por huir, Adalia lo mordió con la poca energía que le quedaba, pese a esto, lo mordió bastante fuerte, hasta sacar de Kenzo un quejido ruidoso, él lanzó una fuerte maldición y abofeteó a Adalia en el rostro, ella lanzó otro chillido y le arañó la cara al muchacho, ganándose un golpe que la tumbó, logrando así ganar unos muy pocos segundos de ventaja y en
Sus labios se quebraron entre bruscos temblores, tragó saliva y empezó un continuo susurro de palabras que apenas ella misma conseguía entender. Sus trémulos dedos sintieron el impulso curioso de palpar la piel de Kenzo, de acercar sus manos al cuello del muchacho con el propósito de conocer si la vida todavía no se había escurrido por completo de su cuerpo, por unos segundos sintió aquel impulso más fuerte que ella, pero por milagro consiguió tranquilizarlo, no, no quería tocar a ese sujeto, sabía que eso solo causaría que la sensación de suciedad que invadía su cuerpo creciera. Pero no… no podía ignorar el nudo cosido entre su garganta y su pecho, ¿y si lo había… matado? No era como si aquello no fuese una probabilidad, tantos impactos podrían matar a cualquiera. ¿Qué había pasado? ¿En qué clase de enf
Mientras manejaba, a la mente de Adalia llegaban sin que bajo su poder estuviese la capacidad de evitarlo, palabras de Derek, ni siquiera tenían ningún sentido, eran susurros, como una avalancha de frases por completo incoherentes, en su mayoría incomprensibles, frases incompletas, pero que pese a eso tenían el poder de herirla como una daga incrustada en lo más profundo de su pecho, eran tantas que se sentía incluso mareada, mareada a causa del dolor que unos simples recuerdos podían en ella infligir.“Mía” “Te amo, más que nada y a nadie jamás” “Nadie jamás podrá amarte como yo lo he conseguido hacer” “Nadie jamás velará por ti de la manera en la que yo lo hago”, “El único que por tu ausencia enloquecería sería yo”, lagrimas bañaban las demacradas mejillas de la muchacha, en especial a causa de la última frase que su mente escupía, pues en lo más recóndito de ella, viva como llamas, permanecía la sensación de que aquellas palabras no eran del todo falsas. Palabras que traía
Por un fugaz momento fue presa de la sensación de que algo dentro de ella había reventado a causa del miedo tan profundo y repentino que se apoderó de su cuerpo, llevó las manos a su pecho, sintiendo un fuerte dolor allí, sus labios se entre abrieron y sus ojos amenazaron con escaparse despavoridos de sus concavidades, un violento mareo le invadió, convirtiendo su campo de visión en algo brumoso.Los ojos de Derek se dilataron al ver a Adalia, con tanta demencia en ellos que el mismo demonio parecía haber tomado control de su cuerpo, jamás en su vida se le había vista tan sorprendido, tan desesperado, tan enloquecido…, tan enojado; salió de su auto en el mismo segundo en el que la vio, dando un fuerte portazo y ni siquiera se aseguró de que la calle estuviera libre de tránsito, como un demente corrió a atrapar a Adalia, quien soltó el palo que sostenía su cue