Derek le echó un vistazo a los hombres que habían ingresado a la casa, la muchacha, quien sentía sus extremidades desfallecidas a causa del miedo, esperó de Derek una reacción brusca, tal vez miedo o sorpresa como respuesta, pero nada de aquello sucedió, al mirarlo, solo serenidad y presunción se veían reflejadas en aquel rostro. ¿Por qué se encontraba tan calmado?, era lo único que podía ella preguntarse. Sus dedos daban la apariencia de tener propia vida, rigiéndose de manera independiente a los demás extremos de su cuerpo, fríos y temblorosos estaban, no los podía dejar de agitar.
Adalia dio tres pasos hacia atrás, sintiendo una profunda opresión crecer en su pecho, mientras miraba al grupo masculino, no comprendía… no comprendía que era lo que sucedía, no comprendía quienes eran aquellos hombres, tampoco comprendía por qué razón estaban allí, y por qué Derek, una persona cuyos impulsos siempre lo vencían, no había hecho nada para sacarlos de la casa, en ese instante, a l
Presa de un temblor que atacó a sus manos, Adalia dejó caer el cuchillo sobre el asiento, este resbaló con suavidad, dejando escapar un leve sonido al deslizarse por la tela del asiento. Se trataba de un cuchillo enorme. Tragó saliva. Elevó sus azules ojos hacia Derek, sin poder pronunciar tan solo una palabra, sus labios estaban sellados, tantas cosas para decir, que no podía dejar emerger por miedo. No entendía nada de lo que sucedía, y no tenía un presagio probable de lo que él tenía planeado, mucho menos ahora que había visto ese cuchillo, ahora las suposiciones que tenía en mente se habían nublado y temía por lo peor, solo deseaba no estar ahí, quería encogerse y convertirse en arena, en partículas tan diminutas que un simple soplo fuese necesario para acabar con ella, para desvanecerla por siempre. —¿Y bien? ¿Te gusta tu regalo? —inquirió él, con un particular entusiasmo tallado en su manera de hablar. Ella negó, de manera muy lenta y breve, casi imperc
—¡Vamos, sal del auto! —la voz rasposa del hombre llegó a los oídos de la muchacha, quien se encontraba sumergida en un profundo pozo de dudas y miedos, sus pensamientos parecían poseer la propia capacidad de paralizar cada intento de ella por moverse, temblorosos los ojos, así como los labios tenía, verlo de aquella forma le resultaba particularmente aterrador, con sangre deslizándose de manera lenta por su rostro, sangre manchando sus manos y su ropa, sus ojos, en aquel instante parecían poseer más locura que nunca, más desasosiego que un alma pecadora ardiendo en el más recóndito túnel del infierno.Ella se movió pero no como respuesta al susurro, a la orden de su propia voluntad, si no por un fuerte jalón por parte de Derek, brusco y salvaje, pero no tanto como el miedo que se encargó de matizar con su característico color oscuro, cada zona por
Los ecos de gritos desgarrados se lograban escuchar, resonando en una oscilación dolorosa y perenne, golpes fuertes en las paredes parecían buscar derrumbar a las mismas, suplicas, estridentes suplicas se escuchaban romperse en el aire, sin recibir respuesta alguna más que la característica risa placentera de aquel que perpetra la infamia de la que más disfruta.Dos, cuatro, seis, nueve, quince golpes seguidos se escucharon, golpes fuertes y ásperos, impactos bruscos y salvajes, tras estos se escuchaban gritos, que, tal vez por la desesperación que en estos había o, simplemente por la distancia que separaba a Adalia de la escena, no era posible el distinguir si se trataban de los gritos de un hombre o una mujer. Pero si era, horriblemente fácil, adivinar que el sufrimiento atormentaba a quien sea que fuere dueño de tales alaridos tan rotos en dolor.Ella solo podía sentir como la sangre parec&
*********** Si en aquel momento le hubiesen preguntado como lucía el infierno, su descripción sería algo muy cercano a la imagen que tenía frente a sus ojos. Un grito emergió de los labios de Adalia, el horror se apoderó de cada parte de su cuerpo, temblores involuntarios empezaron a asaltarla, retorciéndose de manera frenética sus manos viajaron a su pecho, sintiendo los desbocados latidos de un corazón inocente calado por el temor, cayó al suelo, sentada, algo lejos de la puerta de aquella habitación, mucho, mucho más grande lo que imaginó alguna vez, se trataba de una gran sala en donde habían personas, llevando a cabo actos que de un vistazo, solo de un simple vistazo habían apretado de la peor manera el corazón de Adalia, retrocedió de forma rápida y temblorosa, su cuerpo se retorcía entre convulsiones, las horribles escenas que ante sus ojos se reproducían eran lo más repulsivo que los ojos de un ángel como ella alguna vez había tenido la desgracia de ver.
Una avalancha de recuerdos impactaron con la violencia propia de una roca a Adalia en el pecho, desde el suelo, sintió su corazón al infierno descender, se sintió inmediatamente mal, como si en el simple transcurso de un segundo a otro, una poderosa enfermedad se hubiese apoderado de su sistema, debilitando a un grado garrafal. Se sintió tan débil que se vio capaz de desmayarse allí mismo. —Kenzo… —como un murmullo indefectible se desvaneció aquel nombre de sus labios secos y pálidos, más para comprobar si todo aquello de un ilusión de su atemorizada mente no se trataba. Deseó que todo se tratase de un sueño del cual pudiese despertar, más de una vez había tenido pesadillas con Kenzo, deseaba, de una manera inocente que solo ella podía tener, que se tratase de otra, de otra pesadilla de la cual se pudiera liberar abriendo sus ojos. Pero no, aquello era tan real como el dolor, era tan real como las sofocantes sensaciones que la asaltaban en aquel instante. El nombrado
Todo ser humano alguna vez ha tenido, o tendrá la sensación de que cometió un error tan grande que este no tendrá remedio ninguno en un futuro, justo de aquella manera se encontraba Kenzo, pero en mucho mayor medida, irremediable del todo era la situación en la que se hallaba. Sus intenciones y sus acciones se habían transformado en el más brutal de los boomerangs. Los acontecimientos habían tenido lugar de manera tan rápida que no era capaz de entenderlos del todo, tenía tanta información en su mente que era un tanto dificultoso procesarla de manera precisa. Pero estando allí, atado de manera brusca y dolorosa, con cortes de cuchillos hiriendo cada segmento de su piel, su rostro golpeado hasta la casi deformación, arrojado de costado en un suelo sucio sin capacidad alguna de levantarse por sí mismo, se dijo que, recapitular los hechos de como había terminado de aquella manera, en aquel fétido lugar, era lo único que mantendría a su cordura viva. Por lo que empezó a
Kenzo empezó a negar de manera frenética, con la propia energía que solo el miedo podía tener, el pavor que se apoderó de su cuerpo fue tanto que lo llevó a moverse de una manera tan desquiciada que se derrumbó de lado. De pánico se pintaron sus ojos cuando sintió como el primer hombre lo alzó del suelo, acariciando sus brazos de una manera que provocó que su corazón se encogiera. Empezó con fuerza a balbucear blasfemias y oraciones que eran incapaces de ser comprendidas, todo debajo de aquella cinta gris.—Oh, ¿qué dices? No puedo escucharte. —Se acercó a él y retiró la cinta de sus labios, de un brusco jalón que arrancó un jadeo del herido muchacho—. Vamos, habla.—¡Ten misericordia de mí! ¡Jamás he hecho mal a nadie!Aquellas suplicas causaron un eco dentro del Wood.<
Una sonrisa macabra se marcaba en los labios de Derek a medida que caminaba a paso lento por los sucios pasillos de aquel lugar, los gritos de pánico y dolor de Kenzo se escuchaban retumbar, el eco de estos iban de un lado a otro, como un vaivén sin rumbo especifico. Había caminado, al menos seis habitaciones lejos desde el lugar en donde Kenzo era tomado, pero los gritos del antedicho se podían escuchar de igual forma como los escucharía una persona que estuviese en la habitación continúa a su sala de tortura. La naturaleza de los gritos, era tan horrorizada, que, por un segundo, él se vio tentado a volver a la habitación a ver que era lo que con su cuerpo era llevado a cabo, pero tenía prioridades, así que dominó aquel impulso, ya más adelante podría conocer aquella información.De pronto, Derek frenó en seco, se llevó las manos a la cabeza, como quien se h