Capítulo 107.

El frío clima parecía calar hasta los huesos, entrando en ellos con el designio de romperlos, una lluvia tenue se escuchaba caer, con su lento y relajado vaivén, despreocupado y minúsculo, aunque, pese a la llovizna flácida que caía, de vez en cuando, se podía escuchar un violento y ruidoso trueno romperse en el cielo.

Ella lo observaba todo desde la ventana adjunta a las escaleras, que era en donde se encontraba sentada. Él la había cargado fuera de la habitación y la había dejado allí, mientras se encargaba de atender y realizar unas llamadas, de las cuales Adalia desconocía el fin. Un vestido de seda, más largo que el primero que Derek tenía pensado ponerle, forraba el delgado cuerpo de Adalia, el vestido llegaba hasta sus pantorrillas y era bastante holgado, unas tres tallas más suelto de lo normal, de un color azul, justo como los ojos de quien lo portaba, su cabello color mazorca él lo había recogido, no sin antes lavarlo, las heridas que, marcadas en su cuello Adalia

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