Ikaika fue la primera en llegar a la oficina. Estaba tan acostumbrada a su horario que llegó dos horas antes del horario habitual en Fusco Scarpe. Miró la oficina y sintió dolor. Nunca pensó que volvería al lugar en que todo acabó. Recordó la conversación que escuchó y apretó sus dientes. "Si te hubieras quedado tal vez él te hubiera quitado los derechos sobre Ikziel, pues él quería la presidencia por sobre todas las cosas." El corazón de Ikaika dolió tras su pensamiento. —Tal vez, pero ya no puede hacer nada en mi contra. —le contesta a su conciencia. —¿Quién no puede hacer nada en tu contra? —La voz de Jaaziel acercándose por su espalda la sobresalta. Ikaika niega y voltea sin saber que él estaba tan cerca que cuando volteó por poco se cae, pero este fue más rápido y la tomó por la cintura. Sus miradas se encuentran gritándole lo que ambos deseaban y necesitaban. Jaaziel no lo piensa mucho para acercar sus labios a los de la mujer que roba sus sueños y como hacía mucho le reg
Ambos llegaron a la casa donde encontraron a su hijo despierto. En cuanto vio a Ikaika como de costumbre se tiró en sus brazos buscando su teta. Ikaika sonrió al verlo desesperado buscando su seno. Jaaziel solo pudo envidiar a su hijo. Trago profundamente al ver los pechos de la madre de su niño y sólo deseó tenerla en su cama alimentándose como lo hace su criatura. —Los dejo para que alimentes a nuestro hijo. —Ikaika blanquea sus ojos. —Te estabas tardando en buscar una excusa para ir a arreglarte. —dice sin contenerse la rabia al recordar que este iría con la mujercita esa. —¿Perdón?—Ika se muerde la lengua al darse cuenta que metió las seis patas. —Nada, en fin, son cosas que no me interesan. —arregla y Jaaziel sonríe ladino. —¿Celosa? —cuestiona con picardía. —Ja, brincos dieras, además yo voy a salir con Lorenzo. Él sí es un hombre sincero. —escupe buscando herirá a Jaaziel. El pelinegro no dice nada, sólo aprieta sus manos en los puños. —Que lo disfrutes. —Jaaziel sa
Entraron al auto y es cuando Ikaika se da autorización para derramar algunas lágrimas. La cercanía con el padre de su hijo la lástima porque él solo juega con ella. ¿Cómo se le ocurre ir tras de ella mientras está con su amiguita de turno? Es un arrogante estupido que no ha aprendido nada en ese tiempo. Sigue siendo egocéntrico y manipulador. Secó sus lágrimas dispuesta a no volver a llorar por el hombre. —No llegamos a cenar, ¿Quieres que vayamos a otro lugar? —pregunta Lorenzo tomando su mano entre las suyas. —No tengo hambre pero tampoco quiero llegar a casa aun, demos un paseo. ─Lorenzo asiente y decide llevarla a comer algún helado, eso siempre edifica el corazón.—¿Puedo saber qué es lo que te paso? —Ikaika asiente, es lo justo. —Jaaziel estuvo en el tocador de las damas. —suelta sin esconder nada. —¿Lo amas? —La pregunta descompone a Ikaika quien lo mira con sus ojos tristes. —Lamentablemente si, creo que como a él no volveré a amar jamás. —se sincera y Lorenzo asiente.
Ikaika vio a Jaaziel salir y sintió como su corazón se rompió en mil pedazos. ¿Será que está equivocada? Niega ante su pregunta. Ella no puede estar equivocada si solo de ese hombre ha conocido el engaño y la falsedad. Ella se entregó en cuerpo y alma y él solo buscaba una herencia. Tiró el bolígrafo que tenía en su mano, definitivamente tenía que poner distancia entre ellos y eso es lo que hará aceptando la proposición de Lorenzo, es lo mejor que puede hacer. ******** Jaaziel tira la silla y todas las cosas sobre el escritorio de su amigo al piso. Quería matar a alguien, o ¿por qué no? Quería tirarse del último piso y acabar con su existencia. Sin ella no vale de nada estar en ese mundo. Su amor por ella lo tiene tan ahogado que solo puede ver por medio de ella. Se sirvió un trago de whisky en el momento que Adrián aparece en su oficina. —Whisky a las diez de la mañana, esto está mal. —no dice nada sobre sus cosas en el suelo, conoce a Jaaziel de toda la vida, no lo cree capaz d
Jaaziel manejó sin rumbo, estaba harto de todo lo que estaba pasando en su vida. Sí, él entendía que se merecía muchas cosas pero ya no estaba dispuesto a seguir humillándose. No recuerda un solo instante en el que Ikaika lo haya dejado avanzar sin cuestionar sus pasos. Sabe que ella es solo suya, de eso él no tiene duda lo comprobó en el momento en que volvió a hundirse en ella. Su miembro entró suave y su espacio solo apretó su grosor. Estaba fascinado al comprobar que ha sido su hombre todo ese tiempo, pero ya nada más, no buscará arreglar nada a menos que ella reconozca que ha estado mal en todo el asunto. Ikaika entra a la mansión y como siempre va directo hasta la habitación de su hijo. Le dolían sus pechos estaban llenos así que su bebé se daría un gustazo. —Buenas tardes, señora. —saluda la chica que cuida a Ikziel. —Buenas tarde, ve y descansa, yo me hago cargo del niño. —La mujer asiente saliendo de la habitación. Ikziel al ver a su mamá extendió sus manos para que est
Ikaika esa noche no pudo dormir de cada cuánto iba a ver a su hijo que dormía sin preocupaciones, llegó el punto en que lo envidio y deseo volver a ser una niña que solo se preocupaba por ser feliz en el orfanato. Sonrió triste al recordar esos tiempos, pues si bien no fue una niña maltratada como muchos decían que lo eran, ella fue una chica normal, que busco siempre el lado positivo de la vida. Eso la mantuvo fuerte hasta que al fin tuvo la mayoría de edad y salió de él mismo. Su vida dio un giro de 360°, pues buscar trabajo no fue una tarea fácil, contaba con unos ahorros pero de igual manera pasó dificultades para sobrevivir. Conoció el heredero que el orfanato había cubierto, la desesperación de no saber qué comería ese día, pero aún así no se rindió, supo formar su empresa y poder ganarse el respeto de los que la rodean. Volvió a su cama para al menos descansar sus ojos, recordó la última vez que estuvo con Jaaziel, su cuerpo se erizó, él es quien la pone nerviosa, le desarma
Ikaika pasó esa y las siguientes noches triste y decepcionada por todo lo que estaba pasando, tal como él le dijo solo venía a ver a su hijo y se volvía a marchar sin siquiera dirigirse una palabra, en la empresa era otra tortura, pues cada vez que tenían reuniones o que hablar de algo importante este iba más guapo que nunca. Ikaika ya no aguanta ese tormento. Ella ha hecho de todo para que este al menos la mire pero nada ha funcionado. Lo último que hizo fue ponerse una minifalda con una camisa con un gran escote dejando muy poco a la imaginación. Se sentía tonta porque no así consiguió hacer que este voltee a verla. Tres semanas lleva de tortura, tres semans sin saber que hacer para que él ya la perdone. Sale de sus pensamientos cuando escucha que tocan la puerta. —Adelante. —dice guardando los modelos que estaba haciendo para su empresa. Estaba creando la nueva temporada, Grecia había resultado ser una excelente encargada. Lleva la compañía viento en popa. —Buenos días Ika, Be
Jaaziel fue el primero en despertar, sonrió al ver a la mujer que no sale de sus pensamientos dormir a su lado. Beso sus labios de manera tierna. Nadie sabe cuántos días despertó pensando que ella estaba a su lado y su desilusión al ver que no era cierto lo destruía cada vez más. Pero esta vez ella estaba allí, no era un sueño, la tomó hasta que sus cuerpos estuvieron cansados. Fue a salir de la cama pero Ikaika no se lo permitió. —Tenemos que hablar. —dijo la mujer aún con sus ojos cerrados. Jaaziel sonríe y vuelve a besar sus labios.—No me iba a ir, solo quería pedir servicio a la habitación. Creo que ayer no cenamos y necesitamos tener energía para la reunión. —aclara el hombre saliendo por completo de la cama, mostrando su cuerpo esculpido por los dioses. Ikaika se acomodó en la cama para verlo caminar con esa potente erección que se comería con muchos deseos. Sonrió ante sus pensamientos pecaminosos y tomó su móvil para mirar si tenía un mensaje de Adriana. Rápido lo abrió pa