31.

Ambos llegaron a la casa donde encontraron a su hijo despierto. En cuanto vio a Ikaika como de costumbre se tiró en sus brazos buscando su teta. Ikaika sonrió al verlo desesperado buscando su seno. Jaaziel solo pudo envidiar a su hijo. Trago profundamente al ver los pechos de la madre de su niño y sólo deseó tenerla en su cama alimentándose como lo hace su criatura.

—Los dejo para que alimentes a nuestro hijo. —Ikaika blanquea sus ojos.

—Te estabas tardando en buscar una excusa para ir a arreglarte. —dice sin contenerse la rabia al recordar que este iría con la mujercita esa.

—¿Perdón?—Ika se muerde la lengua al darse cuenta que metió las seis patas.

—Nada, en fin, son cosas que no me interesan. —arregla y Jaaziel sonríe ladino.

—¿Celosa? —cuestiona con picardía.

—Ja, brincos dieras, además yo voy a salir con Lorenzo. Él sí es un hombre sincero. —escupe buscando herirá a Jaaziel. El pelinegro no dice nada, sólo aprieta sus manos en los puños.

—Que lo disfrutes. —Jaaziel sa
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