Mi esposo estaba cocinando para su amante cuando mis suegros fueron secuestrados. No lo detuve, pero me conmovió demasiado y llamé a la policía. Porque renací. En mi vida anterior, había intentado impedir que fuera a cuidar a su amante, y así podrían detener a los suegros que estaban a punto de salir, evitando la tragedia de ser atacados. Pero a su amante tuvieron que amputarle el brazo debido a la herida infectada por un corte. Mi esposo no me reprochó hasta un año después. Estaba a punto de dar la luz, y me llevó con engaños a un acantilado apartado, donde con toda su crueldad me empujó de golpe sin importarle nada. —Nora no habría sufrido todo esto si aquella noche no me hubieras impedido ir a buscarla. ¡Todo esto fue culpa tuya! —¿Por qué Nora terminó con una amputación? ¡Tú eres quien se lo merecía! Eres la verdadera bruja. Caí del acantilado con nuestro bebé en el vientre, muriendo sin poder cerrar los ojos. Esta vez, mi esposo se salió con la suya, buscando desesperado a su amante para cuidarla. Sin embargo, regresó y se arrodilló, tan abatido que parecía haber envejecido más de diez años en un instante.
Leer másAl organizar bien todas mis cosas, regresé a casa de mis padres y descansé unos días.Mis padres no me reprocharon el divorcio con Gabriel. Solo se preocupaban por saber si había sido feliz durante el matrimonio.Mi corazón estaba cálido y marchito, lamentándome una y otra vez por qué me casé con Gabriel con tanto impulso juvenil. Tenía padres que me amaban demasiado, mi propia carrera y estudios. Claramente había llevado una vida satisfecha y feliz, pero había insistido en meterme en las turbulentas aguas del «matrimonio».Les dije a mis padres sonriendo: —Mi vida realmente comienza ahora, no viviré para nadie más.Unos días después, recibí el aviso de la comisaría. Gabriel había cometido un asesinato, y ya estaba en la cárcel.—Disculpe, ¿y eso qué tiene que ver conmigo? —Pregunté sin interés alguno.—Señora Amadori, el criminal insiste en verla. Amenaza con suicidarse si no lo hace.Arqueé la ceja: —¿Y pregunté?Aun así, accedí a ir a la cárcel de mal humor, como pedía la policía.
La decisión que Gabriel no pudo tomar, la tomé yo por él.Llevaba estos años montando mi propio negocio, por ahora ya logré tener una empresa que no estaba nada mal.Aunque José y Sofía me habían dejado la herencia, nunca tuve interés en pelear por bienes con Gabriel.Ya perdió a sus padres… la verdad, qué lástima.¿Con qué cara le iba a quitar algo a un huérfano?Elegí salir del matrimonio sin bienes, y en estos días confirmaría todo con mi abogado.El último paso era conseguir el permiso de mi esposo.Fui a la funeraria. El lugar estaba impregnado de un olor a humo insoportable.Daniel parecía haber envejecido décadas en una sola noche. Se me lanzó al verme como si hubiera llegado una salvadora.Con los ojos inyectados de sangre, me dijo: —Marta. ¡Sé que no vas a abandonar a Gabriel! Está adentro. Ve a consolarlo...Un mal presentimiento crecía en mi pecho. Me dirigí a la sala a grandes pasos.Apenas crucé la puerta, tropecé con algo en el suelo...No, más que algo, era una persona…
Le extendí el acuerdo de divorcio diciendo en voz baja: —Estoy harta, mejor divorciémonos.—¿En serio? —Preguntó. Detrás de su mirada fría y calculadora brilló una risa siniestra.—Claro...Tomó la pluma con desprecio y dijo con tono despreocupado:—Encantado, por mí perfecto. Pero no vengas después a llorar a mi casa todos los días, que me tienes harto.—Te prometo que no. —Sonreí.Sin decir una palabra, Gabriel tomó el bolígrafo y firmó. Tinta negra sobre blanco. Decisión tomada.—¡Espera!Nora echó un vistazo al acuerdo y se tornó pálida. Chilló: —¡Gabi! ¡Revisa muy bien lo que puso en el acuerdo de bienes! ¡Esa maldita quiere quedarse con toda la herencia de tus padres! ¡Ni de chiste lo voy a permitir!Gabriel arrancó el documento y me miró, sorprendido: —¿Marta? Nunca me di cuenta de que eras una mujer tan voraz. ¿Cómo es posible que mis propios padres te hayan dejado toda su herencia?Suspiré: —Te guste o no, esas fueron las últimas palabras de José y Sofía.—¿Y la prueba dónde
Al salir de la comisaría luego de dar mi declaración, me encontré justo con Daniel en la entrada.La policía debió informarle todo.—¿Te parece gracioso? ¿no es así?—Sonrió de manera sarcástica al verme—Hasta sobornaste policías para tu mentira y todo.Bajé la cabeza furiosa para evitar mirarlo: —¿Quién cree que soy? ¿Capaz de comprar a la policía y hacer todo este espectáculo? Los cuerpos ya fueron llevados a la funeraria. Por favor, avísale a Gabriel para que haga los respectivos trámites.Se quedó paralizado al ver que el semblante de los policías reflejaba pesar.—Basta de bromas. Esto tiene nada gracia.—Marta, dime que todo esto lo inventaste. Dime que solo querías engañarme, ¡vamos! No te reprocharía.Miré con gran indiferencia cómo el anciano se volvía loco, y suspiré.Quería consolarlo, pero sin pensar que de repente me estalló los reproches como si estuviera en ese momento fuera de sí: —¡Todo es culpa tuya! ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me dijiste que no habías inven
Después de terminar la llamada, vi que la policía me hizo una señal negativa con la cabeza.No consiguió rastrearlo aunque mantuvimos la llamada activa en todo momento.Al girarme, me encontré a Roberto que pasaba justo por aquí, por lo tanto, había oído todo. Su rostro palideció: —Marta, ¿los tíos Manrique de verdad están secuestrados? Pero Gabi me dijo que todo era un invento tuyo...Estaba harta de explicarle todo y bastó solo con indicarle que le avisara a Gabriel. Miré el reloj con gran ansiedad. Para Daniel, un hombre adinerado, no le tardaría tanto tiempo hacer una transferencia de un millón.No soporté más y lo volví a llamar. —Marta,—él se me anticipó, suspiró y siguió sin dejarme hablar —no me va bien la mentira. Mira, a diferencia de otros miembros de los Manrique, José y Sofía siempre te han tratado bien, ¿no es así? Sentí lástima por ti y quise darte más cariño... Pero al final, te buscaste tu propia desgracia. Si no fueras tan mentirosa, ¿cómo iba un buen chico como Ga
A pesar de que el secuestrador amenazó con que no llamara a la policía, terminé haciéndolo después de pensarlo muy bien.Como estos asuntos tan delicados deben dejarse en manos de profesionales, me dirigí a la comisaría apresurada luego de colgar la llamada.Al llegar, sonó mi celular. En la pantalla apareció un nombre conocido que me hizo contener por completo la respiración.Respondí la llamada haciendo mala cara.—Pff...Roberto, el primo de Gabriel, me habló con su tono habitual de impaciencia: —¿En serio te parece gracioso llamar a la policía por nada? ¿Qué te hizo Gabi? ¿Estás tan aburrida que no tienes nada mejor que hacer?Toda la familia de Gabriel me despreciaba, excepto mis suegros. Por eso debía salvarlos.Le contesté con calma: —Roberto, ¿fue Gabriel quien te dijo que hice una denuncia falsa?Del otro lado hubo silencio profundo, como un reconocimiento tácito.—Furiosa—gruñí con frialdad—. Roberto, eres policía. Recibiste una llamada de auxilio, en vez de atenderla, ¿te bu
Cuando llegó la amante de Gabriel, justo recibí la llamada del secuestrador.—¡Quiero tres millones! Tienes solo una hora para conseguirlos. Vas a dejar el dinero bajo el puente central. Los mataré si avisas a la policía.Con la experiencia de mi vida anterior, activé el altavoz, por lo que Gabriel también escuchó lo que decía el hombre.Di media vuelta y me encontré con su rostro enfurecido.Gabriel soltó una risa irónica: —Marta, ¿qué tan descarada puedes ser? ¿Inventaste este teátrico con mis padres para echar a Nora?No lloré ni grité como había imaginado. Solo le contesté con una calma profunda: —No estoy inventando nada. Nos está chantajeando con tres millones y la vida de tus padres. Ve a sacar el dinero.Gabriel me miró con una expresión sombría, sin inmutarse: —No conseguiste mi amor después del matrimonio, ¿y ahora empiezas a engañarme con mi dinero?Gabriel y yo nos conocemos hace más de veinte años. Le había salvado la vida cuando éramos pequeños, y después nuestros padres