Casualidades

Egan no supo exactamente cuánto tiempo había pasado desde que Katya había sido arrebatada de sus brazos. Él no podía tranquilizarse; sentía que en cualquier momento el tarado de Ivan saldría del quirófano con nada más que malas noticias. Argus intentaba darles palabras de aliento a Egan de vez en cuando, pero no surgían ningún efecto en ninguno. Con lo rápido que se había desmayado Katya, ni siquiera Argus estaba tan seguro de lo que decía cuando intentaba tranquilizar a Egan.

Los minutos pasaron y Egan se sentía cada vez peor. No podía estar ni siquiera sentado en su asiento sin poder evitar sentir que su respiración no era suficiente. Tuvo que levantarse, abrir una ventana e incluso Argus tuvo que conseguirle algo de vino antes de que él sucumbiera ante la presión.

Sin embargo, cuando Egan vio pasar a Ivan frente a la sala de esperas, él se levantó tan rápido como un relámpago.

– ¡Ivashkov! –Gritó Egan, Ivan aún cargaba su bata de cirugía y los guantes llenos de sangre. Egan se esfo
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