55º Una charla incómoda, pero necesaria

En cuanto atravieso el umbral y me adentro en la estancia, lo primero que llega a mí es ese aroma a sahumerio de lavanda que tanto le gusta a mi madre. Siempre que está con demasiado en la cabeza, ya sea por trabajo o por la razón “x” que ocupa su mente, suele encerrarse aquí y prender uno de esos palitos aromáticos, con la excusa de que la ayudan a relajarse. Quién sabe si es tal o solo es una forma de estar a solas ya que ni a mi padre ni a mí nos agrada demasiado.

No importa, eso no viene al caso por el momento, hay cosas más importantes que discutir ahora, puedo sobreponerme a esa humareda perfumada que inunda el lugar.

Como sea, inclinada sobre el escritorio, con los ojos clavados en los papeles que yacen en diferentes montones sobre la madera del mismo, veo el rostro serio de mi madre mientras lee atentamente el contenido de las hojas. Está tan concentrada, que podría llegar a pensar que ni siquiera notó que le dijo a alguien que podía pasar, quizás solo fue algo automático. E
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