A medida que avanzaba en la fila, su mente seguía reproduciendo el sonido de aquella voz. La coincidencia era inquietante, pero se forzó a no darle demasiada importancia. Debía concentrarse en sus próximos movimientos y en la importante reunión que le esperaba.Hadriel pasó por el control de pasaportes y recogió su equipaje. Mantuvo su actitud fría y seria, sin dejar entrever ninguna de las emociones que lo atormentaban. La imagen de la mujer de cabello corto seguía persistiendo en su mente, pero él la apartó, decidido a no dejarse afectar. Una vez fuera del aeropuerto, el secretario de Mr. Dittrich.—Bienvenido a Alemania —dijo el secretario en alemán. Lo saludó de manos y Hadriel correspondió el saludo.—Es un gusto estar aquí —respondió Hadriel en un alemán fluido.—Lo llevaremos a su suite. Suba, por favor —dijo el secretario, haciendo el gesto con sus brazos de que entrara—. Hoy mi señor Dittrich ha dispuesto su descanso. Mañana lo invita a desayunar. Le estaremos dando toda la i
Hellen había sido ayudada por un hombre cuando tenía problemas para bajar su equipaje de manos.—Gracias —le dijo Hellen. Pero no recibió respuesta por parte de él.Hellen se dio media vuelta y lo vio salir del avión que recién había aterrizado en Alemania. Lo siguió con la mirada mientras se reunía con su hermana y su madre. Formaron la fila de aduana, y algunos puestos más adelante, Hellen pudo divisar al hombre. Sin embargo, no intercambiaron más palabras. Después de pasar por aduana, alcanzó a mirar que subía a un hermoso auto. No lo había visto la cara, pero, hasta de espaldas, transmitía un aura poderosa y llena de gracia, como si fuera un hombre de mucho renombre o distinguido. Con su hermana y su madre abordaron un taxi que las llevaría a su hotel, donde se hospedarían en su estancia en ese nevo país. Mientras avanzaban por las calles, se perdió en sus pensamientos, preocupada por la salud de su madre y el nuevo comienzo que les esperaba allí, en Alemania.Al llegar a un semáf
En las noches, Hellen se dedicaba a su hermana Hellan, ayudándola con los preparativos para ingresar a la universidad. A pesar de las circunstancias, Hellan mantenía su entusiasmo por comenzar esta nueva etapa académica. Había hecho un sacrificio de su alma y estaba decidida a brindarle todo el apoyo necesario. Hablaban por videollamada con Howard, el hermano que había quedado en casa, intentando mantener a la familia unida a pesar de la distancia. Sus conversaciones eran un ancla emocional, recordándoles que, aunque estaban lejos, no estaban solos. Para facilitar su adaptación al nuevo país, contrató a una profesora de alemán. Aunque el idioma era difícil y apenas estaban empezando, cada vez daban pequeños progresos que las animaban a seguir adelante. Las lecciones eran interesantes y enfocadas, pero fundamentales para integrarse en su nueva vida en Alemania.Además, decidida a ganar independencia y movilidad, Hellen compró un auto después de memorizar los caminos hacia el hospital,
Hadriel se centró en las reuniones con el empresario. Visitó las minas y la empresa, siendo recibido con mucha cordialidad.Así los días pasaban y continuaba inmerso en su mundo de negocios, sin saber que, el destino tejía invisibles hilos que unirían su camino con Hellen Harper. Eran dos personas con experiencias y preocupaciones tan diferentes, pero escritas a converger en un momento inesperado. La vida misma, desde el génesis de sus facultades física e intelectuales, ya estaban ensamblados como un solo ser.Hadriel, tras una reunión de tarde, decidió tomar un breve respiro y conocer la ciudad. Sus pasos lo llevaron por las calles, mientras el atardecer teñía el cielo de tonos cálidos. Había mujeres hermosas con facciones fáciles de gran belleza, pero ninguna de ellas despertaba en él un afecto. Su corazón estaba muerto o aquella acompañante que había tenido esa noche había monopolizado su sentir. Sus pensamientos, sin embargo, no estaban en los rascacielos ni en los monumentos hist
—Vamos, necesito asegurarme de que estás bien —dijo ella con firmeza, abriendo la puerta del auto para ayudarlo a salir.Hadriel asintió, agradecido por su amabilidad, pero también intrigado por la extraña sensación de déjà vu que lo envolvía. Mientras caminaban juntos, no pudo evitar sentir extrañas descargas eléctricas por su cuerpo.Entraron al hospital y ella se encargó de todos los trámites necesarios. Hadriel se dejó llevar, aún perdido en sus pensamientos. Sabía que debía enfocarse en el presente, pero la presencia de aquella su mariposa lo arrastraba de forma irremediable hacia el pasado.Al esperar ser atendidos, Hellen no podía dejar de mirarlo, tratando de descifrar el enigma que representaba. Y aunque no sabía qué papel jugaría este encuentro en su vida, estaba segura de que no lo olvidaría pronto. La espera en la sala de urgencias fue breve, pero cada minuto se sintió como una eternidad. Cuando lo llamaron, ella lo acompañó hasta la consulta, insistiendo en quedarse con é
—Es un placer conocerte y me vuelo a disculpar por casi atropellarte. —Hellen hizo una pausa, tratando de encontrar algo más que decir—. ¿Estás aquí por negocios o...?—Negocios —respondió Hadriel, su tono cortante, pero sin intención de ser descortés.Hellen quedó impresionada, aunque no sorprendida. Su porte y actitud encajaban perfectamente con alguien en una posición de tanto poder.—Debe ser un trabajo muy demandante —dijo ella, intentando mantener la conversación—. ¿Te gusta lo que haces?—Sí —respondió él, sin ofrecer más detalles.Hellen se dio cuenta de que Hadriel no era alguien que se abriera de modo fácil o fuera alguien demasiado conversador. Decidió cambiar de tema, esperando encontrar algo que lo hiciera sentirse más cómodo y que fuera de su interés, para hablar de forma fluida.—Este hospital tiene una buena reputación. Mi madre está aquí recibiendo tratamiento, y hasta ahora, hemos tenido una buena experiencia.Hadriel asintió, mirando a su alrededor. Había muchos pac
—¿Por qué no me lo dijo antes? —preguntó Hadriel, con la voz quebrada por la emoción.—No quería preocuparte. Sabía que tenías tu propia vida y responsabilidades. Ahora eres el CEO de Sísifo —respondió su padre, tomando la mano de Hadriel.Hadriel asimilaba la situación. Sentía una mezcla de tristeza y determinación. Sabía que el tiempo era limitado, pero también que tenía la oportunidad de hacer las paces y estar al lado de su padre en estos momentos difíciles.—Voy a estar aquí para usted, padre —dijo Hadriel, apretando la mano de él con fuerza—. Vamos a enfrentar esto juntos, como familia.Hellen esperaba afuera del consultorio. Había sido testigo de un reencuentro doloroso pero necesario.Hadriel salió del consultorio, llevando a su padre aún sin saber quién era en realidad ella. Sin embargo, debido a su insistencia para llevarlo al hospital y su invitación a tomar café, le habían ayudado a encontrarse con su padre y a descubrir el estado terminal de su salud. Por primera vez desd
Cuando Hellen terminó, se quedó arrodillada junto al retrete, respirando con dificultad. El frío del suelo del baño se le metía en los huesos, y se sentía débil y vulnerable. Se apoyó contra la pared, tratando de recuperar la compostura, pero las lágrimas comenzaron a caer sin control. Era demasiado, todo era demasiado.Al salir, tenía la zurda en su vientre y la diestra en la boca, Hadriel estaba allí, con una expresión de preocupación que rara vez se veía en su rostro serio e inflexible, con ese traje de sastre tan ostentoso que lo hacía ver elegante y majestuoso.Hellen trató de sonreír, pero solo logró emitir un sollozo ahogado.—Lo siento... no quería que me vieras así...Hadriel negó con la cabeza, sus ojos celestes fijos en los de ella.—No tienes que disculparte —dijo él con su voz calmada y reconfortante.Hadriel le ofreció una toalla húmeda para que se limpiara la boca.—¿Ya te encuentras bien? —preguntó Hadriel, notando lo pálida que estaba.—Sí, ya estoy… —dijo Hellen. Sin