37. Continuar el camino

—Al contrario —contestó Hellen, con serenidad—. He estado a gusto. Pero debo irme lo antes posible. No puedo dejar a mi madre más tiempo sola.

—El amor de una hija —dijo Radne, con sarcasmo. Veía a Hellen con superioridad. Luego de haberse acostado con un hombre desconocido, ya no era la santa virgen que aparentaba ser—. No te obligaré a quedarte. Si eso es lo que quieres. —Caminó con distinción al lado de su ahijada—. Ven a mi despacho por tu pago.

Hellen se alejaba de la mansión de su madrina en el taxi que había llamado. Había estado centrada en convertirse en una mariposa, para poder salvar a su familia. En el trayecto, sacó la tarjeta de crédito que le había regalado Henry. Ese era el único recuerdo tangible que le quedaría de él, porque ahora aquel hombre que le había comprendido y auxiliado solo estaría presente en su memoria. Soltó una lágrima, pero no de tristeza, ni de arrepentimiento, sino de libertad, ya que de nuevo podía seguir su camino. Lo primero que hizo fue saludar
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