39. El accidente

El rugido de motores resonaba en las calles nocturnas de la ciudad, donde la adrenalina y la urgencia se entrelazaban en una persecución implacable. Dylan apretó el volante con fuerza, sintiendo la vibración a través de sus manos mientras conducía a toda velocidad. Arthur, con los nudillos blancos de agarrar la empuñadura del asiento, miraba por el parabrisas con ojos decididos.

—Nunca fue de confianza. Estaba esperando el momento para traicionarnos —dijo Dylan, mientras manejaba a gran velocidad en la vía, hasta que lograron divisarlo—. Es un traidor.

Jareth miró por el espejo retrovisor y se percató que lo estaban alcanzando. Sus manos temblaron y su corazón estaba acelerado por el miedo que ellos le causaban. ¿Qué era lo peor que lo podían hacer? No lo sabía, porque se podría esperar cualquier cosa de ellos.

—Más rápido —dijo Jareth, para sí mismo, mientras empujaba su pie hasta el fondo.

—¡No te escaparás, Jareth! —gritó Dylan, con enojo y fastidio en su voz.

A lo lejos, el auto d
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