—Al contrario —contestó Hellen, con serenidad—. He estado a gusto. Pero debo irme lo antes posible. No puedo dejar a mi madre más tiempo sola.—El amor de una hija —dijo Radne, con sarcasmo. Veía a Hellen con superioridad. Luego de haberse acostado con un hombre desconocido, ya no era la santa virgen que aparentaba ser—. No te obligaré a quedarte. Si eso es lo que quieres. —Caminó con distinción al lado de su ahijada—. Ven a mi despacho por tu pago.Hellen se alejaba de la mansión de su madrina en el taxi que había llamado. Había estado centrada en convertirse en una mariposa, para poder salvar a su familia. En el trayecto, sacó la tarjeta de crédito que le había regalado Henry. Ese era el único recuerdo tangible que le quedaría de él, porque ahora aquel hombre que le había comprendido y auxiliado solo estaría presente en su memoria. Soltó una lágrima, pero no de tristeza, ni de arrepentimiento, sino de libertad, ya que de nuevo podía seguir su camino. Lo primero que hizo fue saludar
El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la acogedora cafetería, pintando de tonos cálidos el rostro serio del detective anónimo. Con una taza de café entre sus manos, esperaba la llegada de su cliente, un hombre aparentemente afligido por algo que requería de los servicios de un investigador privado.Jareth entró por la puerta con semblante serio e indiferente. Detalló el lugar para encontrar a la persona que estaba buscando. Cuando vio al hombre, se acercó a la mesa donde lo estaban esperaba. Avanzó con paso firme y sereno hacia la ubicación del investigador privado.El detective anónimo levantó la mirada y extendió su mano hacia Jareth, quien la estrechó con un apretón normal. Ambos se sentaron, dispuestos a tratar asuntos relevantes.—Ha venido por el paquete —dijo el investigador.—Sí, así es. Es un tema importante —contestó Jareth, con neutralidad, Miró a su alrededor. Estar haciendo esto lo hacía sentir perseguido—. Espero que haya obtenido lo que necesitaba
El rugido de motores resonaba en las calles nocturnas de la ciudad, donde la adrenalina y la urgencia se entrelazaban en una persecución implacable. Dylan apretó el volante con fuerza, sintiendo la vibración a través de sus manos mientras conducía a toda velocidad. Arthur, con los nudillos blancos de agarrar la empuñadura del asiento, miraba por el parabrisas con ojos decididos.—Nunca fue de confianza. Estaba esperando el momento para traicionarnos —dijo Dylan, mientras manejaba a gran velocidad en la vía, hasta que lograron divisarlo—. Es un traidor.Jareth miró por el espejo retrovisor y se percató que lo estaban alcanzando. Sus manos temblaron y su corazón estaba acelerado por el miedo que ellos le causaban. ¿Qué era lo peor que lo podían hacer? No lo sabía, porque se podría esperar cualquier cosa de ellos.—Más rápido —dijo Jareth, para sí mismo, mientras empujaba su pie hasta el fondo.—¡No te escaparás, Jareth! —gritó Dylan, con enojo y fastidio en su voz.A lo lejos, el auto d
Hadriel caminaba por los pasillos del hospital. Al llegar a la recepción preguntó por el hombre que se había accidentado. No recibió ninguna información de parte de las enfermeras, ya que solo el médico encargado era el que debía comentarle la situación del paciente y en el estado en que se encontraba.—¿Es familiar de Jareth? —preguntó el doctor al verlo, además de que fue notificado que estaba preguntando por él.—Soy su jefe —contestó con firmeza—. ¿Cómo se encuentra?—Se encuentra fuera de peligro. Ahora debe descansar y mantenerse en reposo, para recuperarse de los golpes que sufrió en el choque. Tuvo suerte de no haber salido herido de gravedad, y al ser rescatado rápido por los bomberos que se encontraban cerca del lugar del accidente.—Entiendo. Manténgame informado.Hadriel fue guiado hasta el cuarto donde lo había ubicado. Vio a través de la mirilla de la puerta. Estaba con ropa de paciente, y era intervenido por varios aparatos. Se mantuvo al margen, mientras observaba.La
Hellen estaba sentada en el cuarto privado de su madre. Había olvidado pagar al hospital por la residencia de su madre, además de avisar Joel, el médico que le había dado la noticia de que del cáncer. Debía informarle que trasladaría su madre hacia el país que había sugerido, donde le ofrecerían un tratamiento de vanguardia para salvarla y ayudarla a combatir la enfermedad, antes de que no pudieran hacer nada. Dado que se había alejado de ella, se había entretenido hablando y pasando el rato. Pero no debía distraerse ni alejarse de su objetivo principal, el cual era que ella superara la enfermedad que podía expandirse en ella de forma irreversible y terminal. Ahora tenía el dinero para costear una. Al verla dormida aprovecharía el momento para hablar con Joel. Pero primero iría por un vaso de café, porque le había provocado beber uno para evitar el sueño. Quería mantenerse despierta y había estado somnolienta en los días recientes, como si en vez de Cenicienta, fuera la bella durmient
Hellen se acercó la máquina expendedora. Buscó en sus bolsillos para pagar, luego en otro, y así hasta que se tocó y registró por todas partes, pero estaban vacíos. Entonces fue cuando cayó en cuenta que su dinero estaba en su bolso, por lo que no contaba con nada para comprarse el café que tanto deseaba. Inclinó su cuello hacia atrás. ¿Él la estaba viendo? Iba a quedar en vergüenza delante de ese hombre, que por alguna extraña razón la hacía sentir nerviosa, y ni siquiera lo conocía. Siempre había sido despistada. Y justo tenía que pasarle justo en este momento, cuando aquel extraño estaba ahí. Carraspeó la garganta y después empezó a tambalearse de atrás hacia adelante, para disimular que estaba diciendo que era lo que iba a comprar. Miraba por su encima del hombro con sutileza, para verificar si él la estaba observando. De otro modo, podría irse a buscar el dinero que había dejado en su bolso.Hadriel la detalló por los siguientes minutos. Se le hizo interesante observarla moverse
Hadriel irrumpió en la oficina de Arthur sin permitir que la secretaria le informara de su visita. Al entrar los encontró sentados en un costado del despacho, donde se encontraba una mesa circular con sillas para reunión, por lo que el sitio principal, donde estaba el escritorio, estaba libre. Ellos se pusieron de pie al instante, reaccionando de forma automática a su presencia. No era partidario de la violencia, ni de los actos de supremacía. Mas, ellos dos habían pasado un límite que no se podía dejar pasar. Habían causado un mal a una persona, mientras trataban de destruirlo. Debía poner un alto, para que no creyeran que podían hacer lo que quisieran sin que hubiera consecuencias. Eso estaba muy alejado de la realidad y si no era él, más nadie podía enfrentarlos.—Los estaba buscando —dijo con voz áspera y seca. Actuaba con indiferencia, sin mirarlos, y siguió su paso hacia la silla de oficina—. Hay un asunto que quiero tratar con ustedes. —Se sentó el puesto de Arthur. Mostraba su
El sol se filtraba a través de los imponentes ventanales de la espaciosa oficina ejecutiva, pintando cálidas pinceladas de luz sobre los muebles de diseño y las paredes adornadas con obras de arte contemporáneo. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con la emoción y la tensión que flotaba en el despacho, debido a lo que había pasado algunos días con Arthur y Dylan, que de nuevo se mantenían al margen, sin provocar inconvenientes. Jareth mejoraba en el hospital, mientras estaba al cuidado de sus padres.Hadriel se encontraba sentado detrás de su impecable escritorio de roble, con una vista panorámica de la ciudad en la desde su encuentro con la mariposa se le hacía más artístico y la valoraba más. Con gesto serio, ajustó su corbata antes de comenzar la importante llamada.—Guten Morgen, Herr Dittrich. Ich hoffe, Sie haben einen angenehmen Tag bisher gehabt —dijo Hadriel, con cordialidad, expresando su deseo de que el inversor alemán, el señor Dittrich, hubiera ten