Helena tomó su mano, notando la firmeza de su apretón y la calidez de su piel. La diferencia en edades era evidente, pero eso no le importaba. Lo que sí capturó su atención fue el destello de esperanza y determinación en sus ojos. Era un joven que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quería, incluso disfrazarse de repartidor para hablar con Hadriel Drews. Eso decía mucho de su carácter, y para Helena, era una cualidad que admiraba, pero también algo que podía manipular a su favor.Mientras sus dedos se separaban lentamente, una sonrisa se dibujó en el rostro de Helena, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos pero que denotaba una mezcla de diversión y cálculo. Era un gesto sutil, pero contenía una promesa silenciosa de que algo más estaba en juego, algo que Howard probablemente no percibía en ese momento. Para Helena, esta no era simplemente una oportunidad de ofrecerle un trabajo a un joven atractivo; era la oportunidad de obtener algo mucho más valioso
Hadriel llevó a los gemelos y a Hellen al apartamento, con una mezcla de alivio y preocupación en su pecho. En la sala de estar, los tres se sentaron frente a él, con las cabecitas de los pequeños bajas, sabiendo que lo que habían hecho no estaba bien. Manteniendo la calma, les explicó con firmeza que no debieron haberse escapado ni haberse metido en el auto con las otras gemelas, que también eran menores de edad.—Han asustado a su abuela, a su madre y casi provocan un accidente —les dijo él con su voz baja pero cargada de seriedad.A medida que hablaba, veía cómo los ojos de los gemelos se llenaban de arrepentimiento, y el corazón de Hadriel se encogía. No quería ser duro con ellos, pero tampoco podía permitir que pasaran por alto lo peligroso que había sido lo que hicieron. Luego, con un suspiro profundo, se arrodilló frente a ellos, dispuesto a hablarles de una manera más cercana y personal.Primero, tomó las pequeñas manos de Harvey.—Llevas el nombre de tu abuelo —dijo Hadriel c
Hadriel se encontraba sentado en el sofá, observando cómo el sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Estaba acompañado por la señora Dahlia y por Hellen. La conversación fluía con la calidez y naturalidad que siempre había sentido en la familia Harper, pero aquella tarde en particular le evocaba recuerdos muy profundos, de una época que, para él, se sentía como un hermoso sueño del que nunca habría querido despertar.Rememoraba con claridad los días en Alemania, cuando los gemelos eran apenas unos bebés y él había tenido que dejar temporalmente su vida en su país natal para estar al lado de su padre enfermo y apoyar a Hellen durante el embarazo. Esos días habían sido agotadores, llenos de desafíos, pero también increíblemente gratificantes. Cada sonrisa de Hellen, cada pequeño avance de los gemelos, cada momento compartido con la familia de su esposa, lo habían hecho sentir más vivo, más conectado con una vida que, por mucho tiempo,
Hadriel conducía hacia la mansión Drews. El suave ronroneo del motor apenas lograba distraerlo de los pensamientos que lo atormentaban. Su mandíbula estaba tensa, y una profunda línea de preocupación se había formado en su frente. La imagen de la pulsera de mariposa no dejaba de invadir su mente, como si cada kilómetro recorrido aumentara la intensidad de sus dudas y preguntas.¿Qué tan probable era que Hellen fuera la misma mujer a la que había casi atropellado años atrás? Aquel momento cuando iba a la empresa y su chofer casi arrollaba a alguien.Cada vez que pensaba en los ojos de Hellen, tan llenos de calidez y amor por sus hijos, no podía evitar comparar esa imagen con la de la mujer de la carretera. Ambas compartían una tristeza subyacente, una melancolía que, hasta ahora, Hadriel había atribuido a las circunstancias difíciles que Hellen había enfrentado en su vida. Pero ¿y si había más? ¿Y si su pasado compartía un vínculo más profundo con ella de lo que había imaginado?Hadrie
Hadriel se dirigió al apartamento de Hellen temprano esa mañana, con el corazón latiendo con una mezcla de nerviosismo y determinación. Había pasado la noche en vela, dándole vueltas a sus pensamientos, tratando de juntar las piezas de un rompecabezas que parecía cada vez más complejo. Ahora, con una claridad que lo impulsaba hacia adelante, se presentó en la puerta de Hellen, cargado con comida y algunos regalos para los gemelos. Sabía que esta visita no sería como las demás; hoy, las respuestas que tanto había buscado estaban más cerca que nunca.Después de intercambiar saludos y de dejar a los niños en compañía de su abuela y sus cuñados, Howard y Hellan, Hadriel llamó a Hellen a su habitación, sabiendo que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo. Hellen lo miró con curiosidad mientras entraban en la habitación. Él cerró la puerta tras ellos, creando una intimidad que hacía que el aire se sintiera más denso, cargado de preguntas sin respuesta.Hadriel la observó por un moment
Al llegar a la empresa, Hadriel caminó con pasos decididos hacia la sala de reuniones. Era un día como cualquier otro, pero su mente estaba inquieta, atrapada en recuerdos que no lograba sacudirse. Al entrar en la sala, vio a los demás ejecutivos ya reunidos, esperando su llegada. Saludó a cada uno con un gesto cortés, pero su atención se centró inmediatamente en Arthur Walker, quien estaba sentado al final de la mesa.Arthur, con su sonrisa siempre enigmática, le devolvió la mirada. Hadriel rememoró la invitación que Arthur le había hecho años atrás. Fue en aquella fiesta donde había conocido a su segunda mariposa, su Cenicienta, a mujer de la horquilla dorada. Apenas podía concentrarse en los puntos discutidos durante la reunión; su mente volvía constantemente a esa noche."Fue todo un plan," pensó Hadriel mientras observaba a Arthur disimuladamente. Sabía que Arthur había tenido un motivo para invitarlo a esa fiesta en particular, donde lo introdujo en un ambiente tan exclusivo y m
A medida que la hora de la visita se acercaba, Hadriel se preparaba. El Edén Escarlata sería el lugar donde buscaría las respuestas que había anhelado durante años, las que le darían la paz que tanto necesitaba.Al anochecer, llegó la hora de su encuentro con Arthur. Vestido con su habitual elegancia, pero con una seriedad en su expresión que no permitía dudas, salió de su oficina y se dirigió al lugar donde descubriría si el pasado podía reconciliarse con el presente. La mariposa dorada lo había guiado hasta aquí, y ahora, lo llevaría al siguiente paso en su búsqueda.—¿Por qué el interés? —preguntó Arthur en al auto. Lo último que había imaginado sería compartir coche con Hadriel, su archienemigo y el hombre que más odiaba—. ¿Te enamoraste de esa dama de compañía y no la has podido olvidar?—Tal vez —dijo Hadriel de forma serena. Aunque ella le había gustado, ahora se había enamorado de Hellen y era a quien amaba—. Solo quiero hacer algunas preguntas.—Po cierto, debes utilizar est
Hadriel se tomó un momento para admirar los detalles de la oficina, recorriendo la estancia con la mirada mientras su mente procesaba todo lo que había presenciado hasta ahora. Los cuadros en las paredes parecían contar historias que no se atrevían a decir en voz alta, mientras que las rosas, rojas y negras, dispuestas cuidadosamente sobre el escritorio de La Madame, le transmitían una mezcla de elegancia y peligro. Cada detalle del salón hablaba de opulencia, pero también de un control implacable. La atmósfera era cargada, como si el aire mismo estuviera impregnado de los secretos y las pasiones que se habían desatado entre esas paredes. Caminó lentamente por la habitación, analizando cada rincón, cada mueble, cada objeto decorativo. La oficina era más que un lugar de negocios; era un reflejo del poder y la influencia que La Madame ejercía sobre todos aquellos que entraban en su mundo. Pero más allá de la admiración por la sofisticación del entorno, una sensación oscura comenzaba a a