Hadriel conducía hacia la mansión Drews. El suave ronroneo del motor apenas lograba distraerlo de los pensamientos que lo atormentaban. Su mandíbula estaba tensa, y una profunda línea de preocupación se había formado en su frente. La imagen de la pulsera de mariposa no dejaba de invadir su mente, como si cada kilómetro recorrido aumentara la intensidad de sus dudas y preguntas.¿Qué tan probable era que Hellen fuera la misma mujer a la que había casi atropellado años atrás? Aquel momento cuando iba a la empresa y su chofer casi arrollaba a alguien.Cada vez que pensaba en los ojos de Hellen, tan llenos de calidez y amor por sus hijos, no podía evitar comparar esa imagen con la de la mujer de la carretera. Ambas compartían una tristeza subyacente, una melancolía que, hasta ahora, Hadriel había atribuido a las circunstancias difíciles que Hellen había enfrentado en su vida. Pero ¿y si había más? ¿Y si su pasado compartía un vínculo más profundo con ella de lo que había imaginado?Hadrie
Hadriel se dirigió al apartamento de Hellen temprano esa mañana, con el corazón latiendo con una mezcla de nerviosismo y determinación. Había pasado la noche en vela, dándole vueltas a sus pensamientos, tratando de juntar las piezas de un rompecabezas que parecía cada vez más complejo. Ahora, con una claridad que lo impulsaba hacia adelante, se presentó en la puerta de Hellen, cargado con comida y algunos regalos para los gemelos. Sabía que esta visita no sería como las demás; hoy, las respuestas que tanto había buscado estaban más cerca que nunca.Después de intercambiar saludos y de dejar a los niños en compañía de su abuela y sus cuñados, Howard y Hellan, Hadriel llamó a Hellen a su habitación, sabiendo que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo. Hellen lo miró con curiosidad mientras entraban en la habitación. Él cerró la puerta tras ellos, creando una intimidad que hacía que el aire se sintiera más denso, cargado de preguntas sin respuesta.Hadriel la observó por un moment
Al llegar a la empresa, Hadriel caminó con pasos decididos hacia la sala de reuniones. Era un día como cualquier otro, pero su mente estaba inquieta, atrapada en recuerdos que no lograba sacudirse. Al entrar en la sala, vio a los demás ejecutivos ya reunidos, esperando su llegada. Saludó a cada uno con un gesto cortés, pero su atención se centró inmediatamente en Arthur Walker, quien estaba sentado al final de la mesa.Arthur, con su sonrisa siempre enigmática, le devolvió la mirada. Hadriel rememoró la invitación que Arthur le había hecho años atrás. Fue en aquella fiesta donde había conocido a su segunda mariposa, su Cenicienta, a mujer de la horquilla dorada. Apenas podía concentrarse en los puntos discutidos durante la reunión; su mente volvía constantemente a esa noche."Fue todo un plan," pensó Hadriel mientras observaba a Arthur disimuladamente. Sabía que Arthur había tenido un motivo para invitarlo a esa fiesta en particular, donde lo introdujo en un ambiente tan exclusivo y m
A medida que la hora de la visita se acercaba, Hadriel se preparaba. El Edén Escarlata sería el lugar donde buscaría las respuestas que había anhelado durante años, las que le darían la paz que tanto necesitaba.Al anochecer, llegó la hora de su encuentro con Arthur. Vestido con su habitual elegancia, pero con una seriedad en su expresión que no permitía dudas, salió de su oficina y se dirigió al lugar donde descubriría si el pasado podía reconciliarse con el presente. La mariposa dorada lo había guiado hasta aquí, y ahora, lo llevaría al siguiente paso en su búsqueda.—¿Por qué el interés? —preguntó Arthur en al auto. Lo último que había imaginado sería compartir coche con Hadriel, su archienemigo y el hombre que más odiaba—. ¿Te enamoraste de esa dama de compañía y no la has podido olvidar?—Tal vez —dijo Hadriel de forma serena. Aunque ella le había gustado, ahora se había enamorado de Hellen y era a quien amaba—. Solo quiero hacer algunas preguntas.—Po cierto, debes utilizar est
Hadriel se tomó un momento para admirar los detalles de la oficina, recorriendo la estancia con la mirada mientras su mente procesaba todo lo que había presenciado hasta ahora. Los cuadros en las paredes parecían contar historias que no se atrevían a decir en voz alta, mientras que las rosas, rojas y negras, dispuestas cuidadosamente sobre el escritorio de La Madame, le transmitían una mezcla de elegancia y peligro. Cada detalle del salón hablaba de opulencia, pero también de un control implacable. La atmósfera era cargada, como si el aire mismo estuviera impregnado de los secretos y las pasiones que se habían desatado entre esas paredes. Caminó lentamente por la habitación, analizando cada rincón, cada mueble, cada objeto decorativo. La oficina era más que un lugar de negocios; era un reflejo del poder y la influencia que La Madame ejercía sobre todos aquellos que entraban en su mundo. Pero más allá de la admiración por la sofisticación del entorno, una sensación oscura comenzaba a a
Al observar al cliente, Radne pensaba sobre cómo cada movimiento que había hecho en su vida había sido una pieza de un complejo juego de ajedrez, donde cada persona era una pieza que podía mover a su antojo. Él estaba allí ahora, buscando respuestas, y aunque él desconocía la historia completa, sabía que tenía el control. Era seguro que día ser a aquel que le hicieron el obsequio los otros tres. Entonces, él había sido con quien su tonta y mojigata sobrina había pasado la noche.Para Radne, la vida era un juego de poder, un entramado de manipulaciones sutiles y decisiones calculadas. Cada victoria, cada paso que tomaba, no era sino una confirmación de su habilidad para manejar a los demás, para tejer una red en la que, tarde o temprano, todos quedaban atrapados. Mientras seguía con la mirada al muchacho, no pudo evitar preguntarse si él también sería una pieza más en su tablero, otro personaje en la historia que ella estaba escribiendo.Radne no sentía compasión ni remordimiento por l
Radne estaba sentada en su elegante oficina, revisando algunos informes, cuando el encuentro reciente con los clientes regresó a su mente. Algo en la manera en que aquel había preguntado por la "mariposa" de hacía cuatro años la había dejado intranquila. Aquella noche, esa misma "mariposa" no era otra que su sobrina, Hellen. La dulce y recatada Hellen había sido, en un giro irónico del destino, una de las inversiones más lucrativas para ella. El recuerdo de cómo la había "vendido" y el dinero que había ganado con su virginidad provocaba en ella una sensación de logro. Hellen había sido ingenua, y su pureza, una ventaja que no había dudado en explotar.Se dispuso a investigar qué había sido de su sobrina. Era extraño cómo, después de todo este tiempo, un cliente importante preguntaba por ella. Se preguntó si podría haber alguna forma de volver a beneficiarse de la situación. Sin embargo, no había tenido contacto con Hellen en años. Después de aquella noche, Hellen había desaparecido de
Mientras Radne se agachaba, Hellen no pudo evitar recordar cómo esta mujer había sido la que la había arrastrado hacia el abismo. Su tía había sido quien le había ofrecido una vía de escape a su desesperación, pero el precio había sido su pureza, su dignidad, y la paz de su conciencia. Había sido madrina quien le había propuesto convertirse en dama de compañía, presentándole la oferta con una fría lógica que no sabía que su remordimiento y su acto la perseguirían para atormentarla. Y ahora, aquí estaba, la misma mujer que la había empujado hacia la oscuridad, mirando a sus hijos con ese mismo calculador interés.—Hellen, ¿cuánto tiempo sin verte, sobrina? ¿Y ellos son tus hijos? —preguntó Radne con sagacidad, mientras sus ojos brillaban en perversidad.Las palabras de Radne resonaron en la mente de Hellen, cargadas de una falsedad que la hizo sentir náuseas. La tía que apenas se había preocupado por ella, que había visto en su vulnerabilidad una oportunidad para obtener beneficios, ah