Hellen permaneció en silencio mientras Hadriel regañaba a los niños, su mirada fija en el suelo. Aunque su corazón se retorcía con cada palabra de reprimenda dirigida a sus pequeños, sabía que Hadriel tenía razón. Lo que habían hecho era peligroso, y las consecuencias podrían haber sido trágicas. El susto aún pesaba en su pecho, y cada vez que recordaba la imagen del coche acercándose a toda velocidad hacia ellos, una nueva oleada de temor la invadía.Sentía una mezcla de emociones que la dejaban en un estado de confusión. El alivio de que sus hijos estuvieran a salvo se mezclaba con la culpa por no haber percibido sus planes a tiempo. Sabía que su papel como madre era protegerlos, y en ese momento se sentía como si hubiera fallado. Se culpaba por no haber sido lo suficientemente atenta, por no haber previsto lo que podían hacer, por haber confiado demasiado en la aparente normalidad de su comportamiento.Mientras Hadriel continuaba su regaño, Hellen se mantenía cerca de sus hijos, pe
Así, cuando Helena Hanger hizo su aparición, Hellen no pudo evitar sentir una ligera opresión en el pecho. La reconoció de inmediato como la misma mujer que había visto junto a Hadriel en una ocasión anterior, cuando había ido a saludarlo. Ahora, de cerca, podía apreciar mejor su belleza y elegancia, lo que sólo acentuaba la diferencia entre ambas. Hellen se sintió un poco intimidada por la presencia de Helena, consciente de que esta mujer provenía de una familia rica y poderosa, y era la tía de las gemelas Hanger.—Me disculpo por lo que causaron estas niñas —dijo Helena—. Están un poco consentidas.—Al menos las cosas no pasaron a mayores —dijo Hellen de forma tranquila.Hellen mantuvo la calma exterior, aunque por dentro estaba luchando con una mezcla de emociones. Apreciaba la cortesía de Helena, pero sabía que también era su responsabilidad asegurarse de que los niños comprendieran la gravedad de lo sucedido. Su respuesta fue tranquila y medida, pero al mismo tiempo, sentía un nu
Helena tomó su mano, notando la firmeza de su apretón y la calidez de su piel. La diferencia en edades era evidente, pero eso no le importaba. Lo que sí capturó su atención fue el destello de esperanza y determinación en sus ojos. Era un joven que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quería, incluso disfrazarse de repartidor para hablar con Hadriel Drews. Eso decía mucho de su carácter, y para Helena, era una cualidad que admiraba, pero también algo que podía manipular a su favor.Mientras sus dedos se separaban lentamente, una sonrisa se dibujó en el rostro de Helena, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos pero que denotaba una mezcla de diversión y cálculo. Era un gesto sutil, pero contenía una promesa silenciosa de que algo más estaba en juego, algo que Howard probablemente no percibía en ese momento. Para Helena, esta no era simplemente una oportunidad de ofrecerle un trabajo a un joven atractivo; era la oportunidad de obtener algo mucho más valioso
—Quisiéramos a la mejor de sus mariposas —dijo uno de los tres jóvenes, que vestían limpios y costosos trajes de sastre de tonalidad negra.Eran amigos, descendientes de familias adineradas y poderosas. Estaban allí para contratar a una dama de compañía; no una cualquiera, sino que, tenían unas particulares condiciones. Además, no era para ninguno de ellos, puesto que reservaban para un cuarto hombre, que no hacía acto de presencia en esta reunión, por la simple razón de que no tenía conocimiento de lo que querían hacer. Sería más como una sorpresa y un regalo especial. Además, cada uno tenía tapada la cara con un antifaz, así como la anfitriona del sitio, ya que proteger la identidad de los clientes y empleadas era necesario para el trabajo.El trío de muchachos se encontraba en un espléndido despacho, que más parecía la misma oficina presidencial, debido a la elegancia, limpieza y extravagancia del lugar, que había sido organizada, nada más con el objetivo de mostrar que le hacía ho
El primero y el segundo, miraron al tercero; el cual no había emitido palabra alguna en la conversación.El tercero asintió con su cabeza, para confirmar que podían proseguir con el diálogo. Se había mantenido en silencio y expectante ante la negociación que tenían sus amigos con aquella señora de cara cubierta por la máscara. Era el que mejor conocía al cuarto, que era el más poderoso, misterioso y el de más difícil carácter y al que le harían el obsequio de una las mariposas del distinguido y exitoso burdel. Sin embargo, no había tenido más opción que colaborar con ellos. Por lo general usaba gafas que adornaban su dócil rostro, pero en esta oportunidad se había puesto lentes de contacto. Parecía incómodo en el sitio, como si no quisiera estar ahí, y como si no estuviera de acuerdo en lo que estaban por hacer, y era así, ya que había manifestado su oposición respecto a este de regalo tan degradante, pues sabía que aquel no era partidario de este tipo de asuntos de trata de blancas.
—Los resultados de los exámenes, no son nada alentadores —dijo el doctor, con semblante serio, tal como su profesión lo ameritaba al momento de dar una noticia de tal magnitud. Lucía, su bata blanca, sin manchas y con sus logros académicos en cuadros colgados en la pared de su consultorio. Los lentes que tenía puesto reflejaron por un instante a la paciente que le estaba hablando. Sintió tristeza, porque ella era su amiga—. Lamento informarle, que su madre tiene cáncer de mama. Lo siento mucho, Hellen.Hellen Harper, una mujer de cabello castaño oscuro y ojos azules celestes, como una clara y resplandeciente piedra de aguamarina, percibió como su realidad se derrumbaba el escuchar las palabras del doctor. Sus manos temblaron y un frío le recorrió las piernas. Un pitido resonaba en su cabeza y se sintió mareada, sin aliento y sin fuerzas. ¿Cáncer? Cuando alguien oía esas palabras tan fuertes, se quebraban en todos los sentidos existentes y no existentes, a nivel físico y emocional; no
Las pupilas de Hadriel se ensancharon al oír la gravedad de los hechos. Si había sucedido algo terrible, su imagen estaría en las noticias y sus rivales aprovecharían, para quedarse con el control de la compañía. Algunos que decían ser sus amigos. Mas, solo buscaban su caída. Se quitó el cinturón de seguridad con increíble destreza. Se puso una mascarilla oscura, similar a las quirúrgicas; era prudente y cauteloso, pues así sería más complicado de obtener una toma limpia de su rostro. Bajó la manija de la puerta del coche y salió sin titubear; dudar de sus decisiones no era su estilo; si había pensado en ejecutar o realizar algo, lo haría hasta el final. Avanzaba con su mandíbula tensa y su semblante rígido. Estaba a la expectativa de observar lo que había ocurrido. Si salía huyendo e identificaban las placas del vehículo, sería mucho peor. No hacía nada, solo por hacerlo. Aunque no quería verse envuelto en un incidente de autos, tampoco le gustaba lastimar o herir a las demás persona
Hellen encontró el peatón que buscaba. Miraba la figura de la señal de tránsito, esperando que se colocara en verde. Los segundos, se le hicieron una eternidad, hasta que por fin se cambió de color. Sí, aunque no fuera con nitidez, se acordaba del sitio exacto donde se había caído. Pero, por más que miraba, no la veía por ningún lado.—No está —dijo Hellen, con preocupación—. No está. —Repetía, con apuro.—¿Qué es lo que no está? —preguntó Howard, sin entender lo que estaba pasando.—Mi pulsera de mariposa. —Hellen le mostró la muñeca, sin nada, y eso era la novedad, ya que desde que su madre se la dio, siempre la llevaba puesta—. Fue mi regalo de quince años y la he perdido.—Muchas personas pasan por aquí. Es muy probable, que alguien la haya visto y la haya agarrado. Lo siento —dijo Howard, pasando cerca a su hermana—. Nuestra madre te espera. Quiere saber el resultado de los exámenes. Regresemos, la luz está por cambiar; no queremos que suceda un accidente.Hellen, resignada, sigu