En ese instante, el miedo y la inseguridad la invadieron. El peso de su pasado, la culpa que llevaba dentro, todo se precipitó sobre ella, haciéndola retroceder. Con un movimiento sutil, pero decisivo, Hellen dobló su rostro, evitando el ósculo que él le ofrecía. Justo en ese momento, un relámpago rasgó el cielo, iluminando brevemente sus rostros en un destello blanco. El estruendo del trueno que siguió retumbó en el firmamento, como si la naturaleza misma estuviera reaccionando al conflicto que se desarrollaba en sus corazones.—No —dijo Hellen, su voz apenas un susurro, pero firme en su resolución.El trueno resonó nuevamente, pero esta vez, fue el eco de su propia determinación. El dolor en los ojos de Hadriel fue evidente, y aunque ella podía sentir el sufrimiento que le estaba causando, no podía dejar de lado el abismo que la separaba de él. Su corazón se rompió un poco más en ese momento, sabiendo que, a pesar de lo que ambos pudieran sentir, el destino parecía empeñado en mante
El frío de la lluvia se mezclaba con el calor de sus lágrimas, creando un contraste que solo acentuaba la tormenta emocional que la consumía. Su pecho subía y bajaba con fuerza, luchando por aire entre los sollozos que la ahogaban. La sensación de vacío que había sentido al quitarse el anillo ahora se había convertido en un abismo en su corazón, un agujero negro que absorbía toda su energía, dejándola sin fuerzas.Cada recuerdo de Hadriel pasaba por su mente como una herida abierta. Su rostro serio, pero amable, sus ojos turquesa que la miraban con una mezcla de calidez y admiración, su voz profunda que siempre encontraba la manera de tranquilizarla. Todo eso ahora era parte de un pasado que había decidido destruir, y esa decisión la quemaba por dentro. Sentía como si hubiera traicionado no solo a Hadriel, sino a sí misma, a todo lo que alguna vez había querido ser y tener.El peso de su decisión era aplastante. Sabía que había hecho lo que creía correcto, pero eso no aliviaba el dolo
Hadriel miró a Hellen, su rostro empapado de lágrimas y lluvia. No importaba cuánto doliera, no importaba cuánto deseara que ella sintiera lo mismo por él, lo único que realmente quería era que estuviera a salvo, que supiera que él siempre estaría allí para ella, sin importar lo que ocurriera.La tormenta alrededor de ellos era intensa, pero en ese momento, Hadriel solo podía pensar en lo frágil que se veía Hellen. No era solo la lluvia que caía sobre ella, sino la carga que llevaba en su corazón, esa carga que él deseaba aliviar de alguna manera. Aun si eso significaba aceptar que ella no lo amaba, aun si eso significaba dejarla ir, él lo haría, porque su amor por ella era más grande que su propio deseo de ser amado a cambio.Hadriel tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que, a pesar de todo, debía estar allí para ella, incluso si eso significaba mantener una distancia que lo destrozaba por dentro. Porque para él, Hellen se había convertido en su verdadera esposa, su
Hadriel sostenía el paraguas sobre Hellen, protegiéndola de la lluvia que caía con fuerza. El sonido de las gotas golpeando el paraguas era constante, un murmullo que llenaba el silencio entre ellos. A pesar del dolor que sentía por dentro, aceptaba su decisión, comprendía que había cosas que no podía cambiar, y que su papel ahora era el de cuidar de ella, aun cuando ella lo había rechazado.Cuando habló, su voz era tranquila, aunque en su interior se sentía desgarrado. Recordó a aquellas dos mujeres que había conocido, ambas ocultas tras máscaras, sus rostros velados por el misterio. La metáfora de su encuentro con ellas resonaba en su mente. Había prometido protegerlas, así como había prometido proteger a Hellen, su esposa, la mujer que amaba más que a nada en el mundo, aunque ella no lo supiera, aunque ella no lo correspondiera.—Hace tiempo conocí a dos personas, una estaba sufriendo y la otra estaba necesitada —dijo Hadriel, recordando su encuentro con aquellas misteriosas mujere
El tiempo pareció detenerse mientras se mantenían abrazados. La lluvia continuaba cayendo, cada gota un recordatorio de la realidad que los rodeaba. Hadriel sabía que el camino que tenían por delante sería difícil, que las heridas que ambos llevaban en el corazón no sanarían fácilmente. Pero en ese momento, bajo la lluvia, lo único que importaba era que Hellen estuviera a salvo, que él cumpliera su promesa de protegerla, sin importar lo que el futuro les deparara.Y así, mientras el mundo seguía girando a su alrededor, Hadriel sostuvo a Hellen con más fuerza, permitiendo que sus propias lágrimas cayeran en silencio, en la oscuridad de la noche. No sabía qué vendría después, pero sí sabía una cosa: estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa por ella, porque a pesar de todo, a pesar del dolor y la incertidumbre, no podía dejar de amarla.—Volvamos a casa —dijo Hadriel de manera tranquila.Hadriel tomó la mano de Hellen con suavidad, sintiendo su calidez a través de sus dedos entrelazad
La carretera continuaba deslizándose bajo las ruedas del auto, el trayecto parecía interminable. Hadriel se preguntaba qué les esperaba una vez que llegaran al apartamento, cómo sería la vida después de esa noche. La incertidumbre lo asustaba, pero lo que más lo aterraba era la posibilidad de perder a Hellen por completo. Sabía que su relación nunca había sido convencional, que su matrimonio había comenzado como un contrato, un acuerdo de conveniencia. Pero con el tiempo, ella se había convertido en algo más, en alguien a quien no podía imaginar perder.La lluvia seguía cayendo, su sonido cada vez más distante mientras Hadriel se sumergía en sus pensamientos. Cada kilómetro recorrido era un recordatorio de lo frágil que era su situación, de lo fácil que sería que todo se desmoronara. Pero también sabía que, a pesar de todo, no podía rendirse. No podía dejar que el miedo y la tristeza lo consumieran.El apartamento apareció a la vista, sus luces apagadas en la distancia. Hadriel se est
Ese amor, tan puro e incondicional, contrastaba dolorosamente con la confusión y la tristeza que sentía por lo que había sucedido con Hellen. A su lado, ella también permanecía en silencio, sus ojos fijos en los bebés, pero Hadriel podía sentir que su mente estaba en otro lugar, probablemente recordando los eventos recientes, igual que él.Miró a Hellen de reojo, tratando de descifrar sus pensamientos, pero su expresión era impenetrable. A pesar de todo lo que habían compartido, todavía había una distancia entre ellos, una barrera que ni siquiera el cariño por sus hijos parecía poder derribar. Recordó la escena en el restaurante, cómo había reunido el valor para confesar sus sentimientos y proponer formalizar lo que inicialmente había sido un acuerdo frío y calculador. Pero su propuesta había sido rechazada, y de una manera que le había herido profundamente.El recuerdo de Hellen quitándose el anillo de matrimonio y dejándolo en la mesa seguía fresco en su mente, como una herida abier
Hellen experimentó una mezcla de tristeza y resolución mientras hablaba. Su pecho se oprimía con la certeza de que esta era la decisión correcta, aunque le rompiera el alma. Sentía una profunda admiración por Hadriel, su integridad, su nobleza, su capacidad de sacrificio. Él era un hombre extraordinario, y en su mente, merecía una vida extraordinaria, una vida en la que ella no sentía encajar, por más que lo amara.El simple hecho de pensar en que Hadriel podría recuperar su puesto, su legado, y continuar con la vida que había construido antes de que ella entrara en su camino, le producía una mezcla de alivio y desolación. Hellen quería lo mejor para él, aunque eso significara apartarlo de su lado. Sabía que su relación, basada en un contrato, no podía ofrecerle la felicidad completa que ambos merecían.Al darle esos nombres a sus hijos, Harvey y Hadriel, un torrente de emociones la inundó. La idea de que ellos llevaran el apellido de Hadriel era un tributo al hombre que tanto admirab