Hadriel sostenía el paraguas sobre Hellen, protegiéndola de la lluvia que caía con fuerza. El sonido de las gotas golpeando el paraguas era constante, un murmullo que llenaba el silencio entre ellos. A pesar del dolor que sentía por dentro, aceptaba su decisión, comprendía que había cosas que no podía cambiar, y que su papel ahora era el de cuidar de ella, aun cuando ella lo había rechazado.Cuando habló, su voz era tranquila, aunque en su interior se sentía desgarrado. Recordó a aquellas dos mujeres que había conocido, ambas ocultas tras máscaras, sus rostros velados por el misterio. La metáfora de su encuentro con ellas resonaba en su mente. Había prometido protegerlas, así como había prometido proteger a Hellen, su esposa, la mujer que amaba más que a nada en el mundo, aunque ella no lo supiera, aunque ella no lo correspondiera.—Hace tiempo conocí a dos personas, una estaba sufriendo y la otra estaba necesitada —dijo Hadriel, recordando su encuentro con aquellas misteriosas mujere
El tiempo pareció detenerse mientras se mantenían abrazados. La lluvia continuaba cayendo, cada gota un recordatorio de la realidad que los rodeaba. Hadriel sabía que el camino que tenían por delante sería difícil, que las heridas que ambos llevaban en el corazón no sanarían fácilmente. Pero en ese momento, bajo la lluvia, lo único que importaba era que Hellen estuviera a salvo, que él cumpliera su promesa de protegerla, sin importar lo que el futuro les deparara.Y así, mientras el mundo seguía girando a su alrededor, Hadriel sostuvo a Hellen con más fuerza, permitiendo que sus propias lágrimas cayeran en silencio, en la oscuridad de la noche. No sabía qué vendría después, pero sí sabía una cosa: estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa por ella, porque a pesar de todo, a pesar del dolor y la incertidumbre, no podía dejar de amarla.—Volvamos a casa —dijo Hadriel de manera tranquila.Hadriel tomó la mano de Hellen con suavidad, sintiendo su calidez a través de sus dedos entrelazad
La carretera continuaba deslizándose bajo las ruedas del auto, el trayecto parecía interminable. Hadriel se preguntaba qué les esperaba una vez que llegaran al apartamento, cómo sería la vida después de esa noche. La incertidumbre lo asustaba, pero lo que más lo aterraba era la posibilidad de perder a Hellen por completo. Sabía que su relación nunca había sido convencional, que su matrimonio había comenzado como un contrato, un acuerdo de conveniencia. Pero con el tiempo, ella se había convertido en algo más, en alguien a quien no podía imaginar perder.La lluvia seguía cayendo, su sonido cada vez más distante mientras Hadriel se sumergía en sus pensamientos. Cada kilómetro recorrido era un recordatorio de lo frágil que era su situación, de lo fácil que sería que todo se desmoronara. Pero también sabía que, a pesar de todo, no podía rendirse. No podía dejar que el miedo y la tristeza lo consumieran.El apartamento apareció a la vista, sus luces apagadas en la distancia. Hadriel se est
Ese amor, tan puro e incondicional, contrastaba dolorosamente con la confusión y la tristeza que sentía por lo que había sucedido con Hellen. A su lado, ella también permanecía en silencio, sus ojos fijos en los bebés, pero Hadriel podía sentir que su mente estaba en otro lugar, probablemente recordando los eventos recientes, igual que él.Miró a Hellen de reojo, tratando de descifrar sus pensamientos, pero su expresión era impenetrable. A pesar de todo lo que habían compartido, todavía había una distancia entre ellos, una barrera que ni siquiera el cariño por sus hijos parecía poder derribar. Recordó la escena en el restaurante, cómo había reunido el valor para confesar sus sentimientos y proponer formalizar lo que inicialmente había sido un acuerdo frío y calculador. Pero su propuesta había sido rechazada, y de una manera que le había herido profundamente.El recuerdo de Hellen quitándose el anillo de matrimonio y dejándolo en la mesa seguía fresco en su mente, como una herida abier
Hellen experimentó una mezcla de tristeza y resolución mientras hablaba. Su pecho se oprimía con la certeza de que esta era la decisión correcta, aunque le rompiera el alma. Sentía una profunda admiración por Hadriel, su integridad, su nobleza, su capacidad de sacrificio. Él era un hombre extraordinario, y en su mente, merecía una vida extraordinaria, una vida en la que ella no sentía encajar, por más que lo amara.El simple hecho de pensar en que Hadriel podría recuperar su puesto, su legado, y continuar con la vida que había construido antes de que ella entrara en su camino, le producía una mezcla de alivio y desolación. Hellen quería lo mejor para él, aunque eso significara apartarlo de su lado. Sabía que su relación, basada en un contrato, no podía ofrecerle la felicidad completa que ambos merecían.Al darle esos nombres a sus hijos, Harvey y Hadriel, un torrente de emociones la inundó. La idea de que ellos llevaran el apellido de Hadriel era un tributo al hombre que tanto admirab
El silencio entre ellos era pesado, cargado de palabras no dichas y emociones reprimidas. Hadriel quería decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor que ambos sentían, pero las palabras se le escapaban. ¿Cómo podía expresar todo lo que sentía por ella en unos breves instantes? ¿Cómo podía agradecerle por haberle mostrado una vida diferente, por haberle dado dos hijos que ya se habían convertido en el centro de su universo?Cuando el coche finalmente se detuvo, y se giró hacia ella, notó que Hellen también lo miró con la misma intensidad. Sus ojos celestes, siempre tan claros y tranquilos, ahora reflejaban una tormenta interna que él reconocía muy bien. Habían comenzado su relación de una manera tan fría y calculada, pero el camino que habían recorrido juntos había desafiado cualquier expectativa. Nunca había anticipado enamorarse de ella, y mucho menos que ese amor llegara a ser tan profundo y doloroso.Hellen caminaba al lado de Hadriel por los pasillos del aeropuerto, cad
Los ojos de Hellen comenzaron a llenarse de lágrimas, pero se obligó a mantenerse fuerte con su expresión firme. Ese no era el momento para derrumbarse. Quería que su despedida fuera sensata, que Hadriel recordara su entereza, no su tristeza. Pero por dentro, su corazón se partía en pedazos. La nostalgia por lo que nunca podrían tener la embargaba. En su mente, revivió todos los momentos que habían compartido: las noches en las que dormían abrazados, las risas silenciosas que intercambiaban cuando se quedaban en vela cuidando a sus hijos, las miradas que lo decían todo, aunque las palabras nunca se atrevieran a salir.Al llegar la puerta de embarque. Se detuvieron, y Hellen alzó la vista para encontrarse con la mirada de Hadriel. En ese instante, el mundo pareció detenerse. Sus ojos hablaban más que cualquier palabra. No había odio, ni rencor, solo un profundo entendimiento de lo que habían sido el uno para el otro. Sabía que este no era solo un adiós temporal, sino una despedida de a
Las piernas de Hellen temblaron, y, por un momento, pensó que no podría sostenerse en pie. El peso de la tristeza la aplastaba, haciendo que todo a su alrededor pareciera gris y sin vida. Quería ser fuerte, mantener la compostura, pero cada segundo que pasaba sin él a su lado la debilitaba más. Así, cuando Hadriel desaparecía de su vista, experimentaba como la última chispa de esperanza se apagaba en su interior. Estaba sola, y aunque era lo que ella misma había decidido, el dolor de esa soledad era más de lo que podía soportar.Se llevó una mano al lugar donde Hadriel la había besado, como si al tocarlo pudiera revivir el momento, mantener vivo el recuerdo de su cercanía. Pero todo lo que sintió fue el frío de su piel, un frío que contrastaba con el calor que él le había dejado. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer, primero una, luego otra, hasta que no pudo detenerlas. No había vuelta atrás. Había dejado ir al hombre que amaba porque creía que era lo mejor par