La carretera continuaba deslizándose bajo las ruedas del auto, el trayecto parecía interminable. Hadriel se preguntaba qué les esperaba una vez que llegaran al apartamento, cómo sería la vida después de esa noche. La incertidumbre lo asustaba, pero lo que más lo aterraba era la posibilidad de perder a Hellen por completo. Sabía que su relación nunca había sido convencional, que su matrimonio había comenzado como un contrato, un acuerdo de conveniencia. Pero con el tiempo, ella se había convertido en algo más, en alguien a quien no podía imaginar perder.La lluvia seguía cayendo, su sonido cada vez más distante mientras Hadriel se sumergía en sus pensamientos. Cada kilómetro recorrido era un recordatorio de lo frágil que era su situación, de lo fácil que sería que todo se desmoronara. Pero también sabía que, a pesar de todo, no podía rendirse. No podía dejar que el miedo y la tristeza lo consumieran.El apartamento apareció a la vista, sus luces apagadas en la distancia. Hadriel se est
Ese amor, tan puro e incondicional, contrastaba dolorosamente con la confusión y la tristeza que sentía por lo que había sucedido con Hellen. A su lado, ella también permanecía en silencio, sus ojos fijos en los bebés, pero Hadriel podía sentir que su mente estaba en otro lugar, probablemente recordando los eventos recientes, igual que él.Miró a Hellen de reojo, tratando de descifrar sus pensamientos, pero su expresión era impenetrable. A pesar de todo lo que habían compartido, todavía había una distancia entre ellos, una barrera que ni siquiera el cariño por sus hijos parecía poder derribar. Recordó la escena en el restaurante, cómo había reunido el valor para confesar sus sentimientos y proponer formalizar lo que inicialmente había sido un acuerdo frío y calculador. Pero su propuesta había sido rechazada, y de una manera que le había herido profundamente.El recuerdo de Hellen quitándose el anillo de matrimonio y dejándolo en la mesa seguía fresco en su mente, como una herida abier
Hellen experimentó una mezcla de tristeza y resolución mientras hablaba. Su pecho se oprimía con la certeza de que esta era la decisión correcta, aunque le rompiera el alma. Sentía una profunda admiración por Hadriel, su integridad, su nobleza, su capacidad de sacrificio. Él era un hombre extraordinario, y en su mente, merecía una vida extraordinaria, una vida en la que ella no sentía encajar, por más que lo amara.El simple hecho de pensar en que Hadriel podría recuperar su puesto, su legado, y continuar con la vida que había construido antes de que ella entrara en su camino, le producía una mezcla de alivio y desolación. Hellen quería lo mejor para él, aunque eso significara apartarlo de su lado. Sabía que su relación, basada en un contrato, no podía ofrecerle la felicidad completa que ambos merecían.Al darle esos nombres a sus hijos, Harvey y Hadriel, un torrente de emociones la inundó. La idea de que ellos llevaran el apellido de Hadriel era un tributo al hombre que tanto admirab
El silencio entre ellos era pesado, cargado de palabras no dichas y emociones reprimidas. Hadriel quería decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor que ambos sentían, pero las palabras se le escapaban. ¿Cómo podía expresar todo lo que sentía por ella en unos breves instantes? ¿Cómo podía agradecerle por haberle mostrado una vida diferente, por haberle dado dos hijos que ya se habían convertido en el centro de su universo?Cuando el coche finalmente se detuvo, y se giró hacia ella, notó que Hellen también lo miró con la misma intensidad. Sus ojos celestes, siempre tan claros y tranquilos, ahora reflejaban una tormenta interna que él reconocía muy bien. Habían comenzado su relación de una manera tan fría y calculada, pero el camino que habían recorrido juntos había desafiado cualquier expectativa. Nunca había anticipado enamorarse de ella, y mucho menos que ese amor llegara a ser tan profundo y doloroso.Hellen caminaba al lado de Hadriel por los pasillos del aeropuerto, cad
Los ojos de Hellen comenzaron a llenarse de lágrimas, pero se obligó a mantenerse fuerte con su expresión firme. Ese no era el momento para derrumbarse. Quería que su despedida fuera sensata, que Hadriel recordara su entereza, no su tristeza. Pero por dentro, su corazón se partía en pedazos. La nostalgia por lo que nunca podrían tener la embargaba. En su mente, revivió todos los momentos que habían compartido: las noches en las que dormían abrazados, las risas silenciosas que intercambiaban cuando se quedaban en vela cuidando a sus hijos, las miradas que lo decían todo, aunque las palabras nunca se atrevieran a salir.Al llegar la puerta de embarque. Se detuvieron, y Hellen alzó la vista para encontrarse con la mirada de Hadriel. En ese instante, el mundo pareció detenerse. Sus ojos hablaban más que cualquier palabra. No había odio, ni rencor, solo un profundo entendimiento de lo que habían sido el uno para el otro. Sabía que este no era solo un adiós temporal, sino una despedida de a
Las piernas de Hellen temblaron, y, por un momento, pensó que no podría sostenerse en pie. El peso de la tristeza la aplastaba, haciendo que todo a su alrededor pareciera gris y sin vida. Quería ser fuerte, mantener la compostura, pero cada segundo que pasaba sin él a su lado la debilitaba más. Así, cuando Hadriel desaparecía de su vista, experimentaba como la última chispa de esperanza se apagaba en su interior. Estaba sola, y aunque era lo que ella misma había decidido, el dolor de esa soledad era más de lo que podía soportar.Se llevó una mano al lugar donde Hadriel la había besado, como si al tocarlo pudiera revivir el momento, mantener vivo el recuerdo de su cercanía. Pero todo lo que sintió fue el frío de su piel, un frío que contrastaba con el calor que él le había dejado. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer, primero una, luego otra, hasta que no pudo detenerlas. No había vuelta atrás. Había dejado ir al hombre que amaba porque creía que era lo mejor par
Al llegar a su apartamento, el lugar que solía ser su refugio ahora se sentía grande, vacío, como si la calidez que Hadriel había traído consigo se hubiera desvanecido. Sin embargo, cuando cruzó la puerta, el sonido suave y rítmico de la respiración de sus gemelos la recibió. Esa melodía calmó un poco el caos que se arremolinaba en su interior. Hellen se dirigió al cuarto de los niños, y al entrar, una oleada de amor y ternura la envolvió. Sus dos pequeños estaban allí, en su cuna, durmiendo pacíficamente, ajenos a la tormenta emocional que sacudía el mundo de su madre.Hellen se acercó con cuidado, temiendo despertarlos, pero necesitaba sentir su cercanía. Con delicadeza, levantó primero a uno y luego al otro, sosteniéndolos contra su pecho. Sentir el calor de sus cuerpos, el peso de sus diminutos seres en sus brazos, le trajo una sensación de paz que hacía mucho no experimentaba. En ese momento, recordó que, a pesar de todo lo que había perdido, también había ganado algo invaluable:
El regreso a su mansión marcaba un nuevo capítulo en su vida, uno en el que tendría que aprender a vivir sin la mujer que había llegado a amar y sin los hijos que había soñado criar. Sabía que tenía que seguir adelante, que tenía responsabilidades que cumplir y un legado que mantener, pero en ese momento, sentado en el silencio de su hogar, solo podía pensar en lo que había dejado atrás.Mientras guardaba las fotografías restantes, sintió una extraña mezcla de paz y tristeza. Había amado y perdido, pero al menos tenía esos recuerdos para aferrarse. Aunque su vida no había salido como lo había planeado, sabía que siempre llevaría consigo la experiencia de haber amado profundamente, algo que, hasta Hellen, nunca había creído posible. Y con ese pensamiento, Hadriel se preparó para enfrentar lo que viniera, sabiendo que, aunque la vida lo había endurecido, también le había enseñado a sentir.Hadriel se sumergió de inmediato en sus responsabilidades, revisando meticulosamente cada uno de l