En una noche pesada, Adam da vueltas en la cama mientras trata de conciliar el sueño. Muchas veces sufre de insomnio, por lo tanto, se pasa la madrugada viendo series, jugando vídeos juegos o escuchando música. Pero esa situación le ha traído consecuencias en su rendimiento, puesto que al otro día amanece soñoliento, con ojeras, distraído y le es difícil concentrarse.
—Necesito dormir, mañana tengo clases y no quiero arruinarlo. Tengo que graduarme con honores o papá no me llevará con él —se recrimina con frustración.
Todos los días lucha contra la presión que ser un heredero Fine conlleva, en especial si eres un hijo bastardo, entonces debes esforzarte el doble. Muchas veces tiene ganas de mandar todo a la borda y buscarle un significado a su vida, que no consista en estudiar una carrera para complacer a su padre millonario con clase y a la bruja de su abuela paterna.
Después de patalear y quejarse por no poder dormir, toma uno de los libros de economía que le compró su papá y empieza a leerlo. No pasa mucho tiempo para que comience a bostezar y, al cabo de unos minutos, se queda dormido.
***
—Oye, puto. —Es el saludo que le da su hermana cuando él entra en la cocina—. Mi celular se rompió.
—¡Qué desgracia! —exclama con sarcasmo, y se pone la mano sobre el pecho mientras sobreactúa dolor—. Me importa un carajo tu celular y lo que le haya pasado —dice indiferente.
—Dado que mi cumpleaños está cerca... —añade, ignorando la ironía de parte de él.
—Corrección, Jimena —la interrumpe. Adam se sienta frente a ella y echa cereal en su tazón—. Es mi cumpleaños el que se acerca, el tuyo ya pasó.
—Bueno, como sea. —Hace un puchero berrinchudo—. Dado que es tu cumpleaños, tu papá millonario te va a dar un regalo...
—No le voy a pedir un celular para ti. —Niega con su dedo índice, después de poner la caja de leche sobre la mesa.
—¿Por qué no? —interpela con el ceño fruncido.
—Se supone que es mi cumpleaños, no el tuyo.
—Pero puedes pedir dos regalos. Él es rico, así que te puede mandar todo un barco de presentes si así lo quieres —alega.
—No le pediré nada a ese..., a mi papá... —masculla lo último entre dientes.
—¡Pero es tu cumpleaños! Él te engendró y está podrido en dinero, no le veo la complicación.
Adam se queda en silencio un rato y se enfoca en terminar su desayuno. Medita las palabras de su hermana, quien tiene razón en algo: Él está seguro de que su padre no le negaría nada que le pidiese; sin embargo, no le gusta molestarlo ni para pedirle lo básico, así que no cederá a los deseos de Jimena.
—Tienes un papá que trabaja, pídele a él que cumpla tus caprichos —rompe el silencio.
—Sabes que papá no me comprará un celular nuevo. Y menos del modelo que lo quiero, puesto que no es millonario como el tuyo. Eres un egoísta y mal hermano; mientras que tú recibes regalos caros desde el extranjero, yo me tengo que conformar con las baratijas que papá y mamá me compran por ser unos pobretones —se queja con expresión frustrada.
Como respuesta a su berrinche, Adam resopla del hastío.
«No tengo por qué soportar a drama Queen. Esta niña solo es una caprichosa y manipuladora», piensa mientras juega con la comida.
—Eres una exagerada. Nuestros padres cubren todas nuestras necesidades —la reprende.
—Pero no me dan regalos valiosos como tu papá a ti. ¡Es tan injusto! ¡Quiero un papá rico! —chilla de manera insoportable.
—¡Qué fastidio! Mejor me largo... —Se levanta de la silla, dispuesto a marcharse.
—Deberías considerar lo que te pido. Es lo menos que puedes hacer por mí porque he compartido a mi papá contigo desde...
—¡Ya! ¡Déjame en paz! No le pediré nada a ese hombre —la interrumpe, fuera de sus cabales.
—De algo te debe servir tener un papá millonario, puto.
—Pues, me va a servir. Cuando termine mi carrera me iré a vivir con él al extranjero, donde administraré una de sus franquicias —ataca con aire victorioso.
—Si fueras un buen hermano me llevarías contigo; sin embargo, eres un egoísta de lo peor.
«Tonta...»
—Como digas, bruja —concluye la discusión sin sentido.
Después de desayunar, Adam va por su mochila y su patineta, ya que en esa universidad cuentan con lugares exclusivos, donde las personas pueden pagar para guardar sus menesteres. Mira su medio de transporte con orgullo. Es una Santa Cruz morada con negro, que está decorada con una palmera y un sol anaranjado que simulan la playa; para él, ella es perfecta y ama cada centímetro de su superficie.
La ida a la universidad se torna divertida porque lo hace encima de su amada patineta. En su andar, el viento le acaricia el rostro atractivo y simétrico que enloquece a las chicas, de igual manera, le levanta el cabello rubio con mechones castaños, cuyas hebras terminan fastidiándole la vista cuando se le pegan, gracias a los movimientos de él.
Llega a la universidad donde un sonriente Ricky lo saluda con el puño. Minutos más tarde, Jason se une al grupo para empezar la charla matutina, antes de que les toque entrar a sus clases.
En ese momento, Sandra se acerca a ellos y Adam le finge una sonrisa para que se sienta victoriosa y siga su camino; es lo ella que quiere, es lo que él le da. Chicas como Sandra solo buscan conseguir la envidia de las demás, por eso ella les hace creer a todas que Adam es su chico.
***
—Hola, guapo —lo aborda una joven de semblante atractivo cuando este sale de su última clase. Él la recorre de arriba abajo y se moja los labios por lo hermosa que está la morena. La ha visto en algunas materias, pero es la primera vez que ella le habla.
—Hola, lindura —saluda con picardía. Le regala esa sonrisa de galán que le ha ayudado a conseguir buenos ligues y, puesto que ella no es la excepción, cae en el encanto y le devuelve el gesto mientras se acerca, acortando el espacio que los separa. De inmediato, su fragancia femenina le inunda las fosas nasales y él celebra en su interior el buen gusto de la chica.
—Tengo una duda —le dice mientras le acaricia la mejilla con su dedo índice, cuya yema hace movimientos circulares—. Te he visto cerca de una chica que se llama Sandra, incluso escuché por ahí que ustedes son novios.
—No somos novios si es lo que vienes a preguntar —recita con rapidez. Sabe bien lo que busca ella y él está dispuesto a cumplirle el capricho, debido a que las morenas son su debilidad.
—Ya veo... —Sonríe y acorta la poca distancia entre ellos—. Entonces, tú y yo podemos divertirnos juntos —suelta sin reparo.
—Cuando quieras y donde quieras —responde sin vacilar.
—Es bueno saberlo. Estaré en el baño del área deportiva en unos diez minutos. —Le tira un beso y se marcha con pasos sensuales. Como respuesta de confirmación, él le guiña un ojo.
—¿De casanovas? —lo sorprende Ricky, quien sale de la nada y lo saca de sus perversos pensamientos, donde él maquinaba todo lo que hará con esa chica.
—Para nada —responde cortante.
—Sí, claro. —Sonríe con ironía—. Esa morena está buenísima y tiene buena delantera.
—No olvides la parte trasera. —Ambos se carcajean con malicia.
Minutos más tarde, Adam se dirige al área deportiva donde se encuentra con la chica de piel mulata.
—¡Qué puntual! —exclama ella mientras se lame los labios. No pasa mucho tiempo para que los dos terminen comiéndose en el baño de mujeres, ya que a esa hora es raro que estos sean utilizados.
La chica intenta quitarle el pantalón, pero él la detiene. Ella va a proferir un reclamo, mas es interrumpida por el impacto de la puerta al abrirse. Dado que ellos están dentro de uno de los cubículos, Adam le tapa la boca a la morena y hace un gesto de silencio al ponerse el dedo índice en la suya.
Ella, por su parte, sonríe divertida y empieza a besarlo en el cuello, puesto que no le importa que otra chica descubra que ella se liga tremendo hombre. Le encanta ser el motivo de envidia y que otras vean que ella es superior y que por eso los chicos más atractivos le andan atrás.
—¿Qué haces? ¿Acaso te has vuelto loca? —le reclama él mientras trata de quitársela de encima.
—¿Qué te pasa a ti, idiota? A mí nadie me rechaza.
—No soy un exhibicionista, pendeja. —Los dos hacen silencio cuando escuchan el sonido del orine al caer en el retrete del cubículo vecino, luego se oye el agua salir del inodoro, debido a que la persona jala de la cadena. Ellos perciben que la desonocida sale y escuchan el agua del grifo, entonces la acompañante de Adam se le lanza encima y lo besa con desesperación y ansias.
Él, molesto con su actitud inmadura e imprudente, trata de quitársela de encima, mas ella insiste.
—¿Por qué temes a que nos encuentren? ¿Acaso sí eres novio de esa tipeja y tienes miedo de que te descubra? ¿Eh? ¿Me estás usando como si fuera una cualquiera?
«Otra loca», piensa arrepentido de haberse enredado con esa desquiciada.
—¡Déjame en paz! —profiere. Él la empuja para que ella pare de apretujarlo y sale del cubículo a toda prisa.
—¿Qué sucede? —La voz asustada de una chica, que deja de lavarse las manos debido a que se espanta por la brusca salida de él, resuena en el baño. Ella grita desconcertada, al caer en cuenta de que hay un chico en el tocador de mujeres y que este podría ser uno de esos pervertidos, que se escabullen para espiar a las chicas.
Él, por su parte, se queda estático en su lugar porque reconoce a esa niña de cabello castaño y ojos cafés.
«¡Diablos, ella es esa chica rara y sin gracia que se ha colado en mis sueños y pensamientos! ¡Vaya suerte la mía!», se queja en su interior y le evade la mirada, muerto de la vergüenza.
Las miradas desorbitadas de ambos jóvenes se cruzan y el mutismo se adueña del lugar. Ella lo reconoce al instante, puesto que este no le ha pasado desapercibido en las clases que tienen en conjunto. Además, las compañeras que han coincidido con él hablan sobre lo guapo y sexy que es, aparte de que la mayoría hace planes para poder captar la atención de él.Por su parte, se pone nerviosa cada vez que este entra al aula cuando les tocan materias juntos. Quizás es el efecto de tener tan cerca de un chico atractivo como él o solo sea parte de su timidez. Sin importar la razón de las extrañas sensaciones que siente cuando este está presente, es una persona con la que debe mantener distancia.—¿Qué haces en el baño de mujeres? —interpela mortificada y asustada. Él, por su parte, traga pesado al no poder articular palabras.—Viene conmigo, ¿algún problema? —responde la morena por él, quien sale con pasos de diva y mirada desafiante.—Oh, entiendo… —musita ella avergonzada, pero aliviada de
A media tarde, el sol aún resplandece potente sobre la universidad y el calor se siente insoportable. Ella ya ha terminado la última clase del día, así que pronto su tío vendrá a buscarla.La angustia de tener que estar tan cerca de él le provoca un malestar en todo el cuerpo, pero esta vez no se sentará en el copiloto; según su plan, de inmediato se subirá en el asiento de atrás, de esa manera evitará los roces atrevidos de parte de su tío.La bebida fría que se tomó después de clase, como manera de calmar un poco el calor, le provoca ganas de orinar. Mas, ella se siente intimidada por las demás personas y compartir hasta el baño le es incómodo. Esa fue la razón para empezar a usar el baño de la facultad de deporte, puesto que este, a horas específicas, es poco transcurrido.Sin embargo, al parecer no solo ella conoce ese detalle, y supone que esa fue la razón para que ese chico decidiera hacer cochinadas allí. Cada vez que recuerda ese suceso, siente que se le revuelve el estómago.
Acostado en la cama, Adam recapacita acerca de su comportamiento y la manera en la que le habló a su madre. También revive en su mente, lo acontecido con aquella chica tímida. De repente, recuerda un evento al que no le había dado importancia. «Es casi mi cumpleaños», piensa mientras mira hacia el techo.Para su desgracia, su madre está renuente a dejarlo salir, situación que lo lleva a preguntarse cómo festejará que por fin será mayor de edad, si su progenitora le prohibió salir de casa.«Estoy harto de esta maldita prisión», se queja en su mente mientras hace una mueca de desagrado.Salir solo para ir a la universidad lo tiene ansioso. Adam siempre ha sido un chico activo, que le encanta estar en los espacios abiertos y hacer sudar el cuerpo. Es por esto que necesita ir a patinar, respirar el aire fresco, charlar con sus amigos y hacer cualquier cosa fuera de esa casa, que se está tornando asfixiante.Al otro día, se levanta con desdén y se prepara para ir a la universidad. Ya vest
Samantha se encuentra sentada en la sala, con las manos aferradas al borde de la falda de su vestido, mirada baja y expresión sumisa y asustada. La mujer de cabellera castaña, ojos oscuros y cuerpo esbelto, ceñido en un vestido de tela gruesa y de color negro; y de cabello peinado en una coleta alta y estilizada, la observa con una ceja levantada y un látigo negro en manos, de esos que se utilizan para domar a los caballos.—¿Acaso te eduqué de esa manera, Samantha? —interpela mientras juega con el objeto de manera amenazante y autoritaria.—No, mamá.«Me educaste para ser una cobarde y una sumisa», termina en su mente, lo que no se atreve a decir con su boca.—Entonces, ¿por qué diablos te comportas como una niña rebelde?—Solo me defendí, mamá —replica con voz temblorosa.—De tu tío… —La mujer hace una pausa, suspira y luego la mira con odio—. Eres una malagradecida, ¿lo sabías?—No lo soy… —musita al borde del llanto. No podía creer que su propia madre pusiera a ese depravado por e
Adam se ha pasado toda la fiesta buscando a Samantha con la mirada. A ese punto, siente que no disfrutará de su cumpleaños. Si es sincero consigo mismo, lo que más lo motivó a escaparse de casa fue saber que ella estaría allí.—¿Bailamos? —lo aborda Sandra, quien se le acerca seductora; sin embargo, este solo la mira inexpresivo, dado que su interés está puesto en otro lado.—Disculpa, pero él bailará conmigo —interviene con desafío, la morena que lo maldijo en el campus y de quien ni el nombre se sabe.—¡Aléjate, perra! Él es mi chico —profirió Sandra con gestos despectivos.—Disculpa, zorra —la otra la empuja y se le coloca al lado a Adam con expresión posesiva—, pero él no tiene nada contigo porque él y yo estamos juntos.«¿Qué? ¿Juntos?», piensa él alarmado.—Ah..., disculpen las dos, pero hoy es mi cumpleaños y quiero pasarla bien. Ahora mismo no tengo ganas de bailar, creo que me está doliendo la cabeza. —Adam se frota las sienes con dramatismo, puesto que no sabe cómo salir de
La brisa fría del mar es una caricia agresiva y pasional a la piel de ellos, que provoca que los vellos se les erice. O quizás esa reacción se deba a la unión de labios, que ha agarrado a Samantha desprevenida. Como respuesta a la invasión de parte de él, ella se ha quedado paralizada en su lugar, puesto que no tiene ni la mínima idea de cómo reaccionar al movimiento de Adam. Ella, a diferencia de él, carece de experiencia debido a que es la primera vez que alguien la besa. Esa sensación en los labios, al ser degustados de esa manera tan cosquilleante y placentera, le parece extraña, pero exquisita a la vez. Siente un estremecimiento en todo el cuerpo, debido a la mezcla del aliento cálido con la humedad y frescura, que emana de la boca invasora, que se come la de ella con atrevimiento y falta de pudor. «No, Samantha, no debe gustarte», piensa ella angustiada, puesto que ese no debe ser el comportamiento que la defina. ¿Besarse con un chico a quien apenas conoce y en público? No,
«Siento que floto en el aire y que dejaré de respirar en cualquier momento. La estoy besando... Sus lindos labios están entre los míos ahora mismo, esto es delicioso. Percibo como ella tiembla en mis brazos, porque no solo la estoy besando, me he atrevido a abrazarla.Su cuerpo es tan calientito...Su brusca resistencia me saca de aquel delicioso trance, aunque debo admitir que no he despertado a la realidad aún, no... Estoy ido, aturdido, sorprendido de mí mismo, pero también de todas esas sensaciones que me recorren el cuerpo.Solo fue un beso».Adam se despabila agitado y colorado.—Un beso no correspondido, por cierto —masculla molesto y mira por todos lados.Repasa en su mente lo acontecido y es cuando cae en cuenta que Samantha se ha ido. Las voces molestas de las dos chicas frente a él le torturan los oídos, mas este las ignora.Sin entender la razón de su comportamiento, Adam corre fuera de la playa y no responde a los llamados preocupados de sus amigos, puesto que, lo único
Adam se queda sentado en su lugar, mientras que los demás salen del aula de la última clase del día para él. Observa a Samantha atento, quien recoge sus menesteres y lo entra en la mochila.Por un momento siente la necesidad de hablar con ella y de pedirle disculpas por lo que le hizo, pero es más grande su orgullo o la evasión de lo que está surgiendo dentro de él.La ve traspasar la puerta en silencio y sin dedicarle ni una mirada a él, de la misma manera que ha hecho en todos esos días. Cuando Adam sale de su ensoñación, nota que a ella se le ha quedado la lapicera en el asiento. Dubitativo, se pone de pies dispuesto a recogerla y correr tras ella para dársela; sin embargo, no logra su cometido porque Sandra entra al aula y se lanza sobre él, como si fuera gata en celo.—¡Oye! ¿Qué te pasa? —El trata de quitársela de encima, pero eso solo provoca que ella lo apriete más.—Hola, Adam.—¿Qué quieres? —cuestiona él con hastío.—Escuché que terminaste con la mosca muerta y fea de tu “n