Capítulo 5

Acostado en la cama, Adam recapacita acerca de su comportamiento y la manera en la que le habló a su madre. También revive en su mente, lo acontecido con aquella chica tímida. De repente, recuerda un evento al que no le había dado importancia.

 «Es casi mi cumpleaños», piensa mientras mira hacia el techo.

Para su desgracia, su madre está renuente a dejarlo salir, situación que lo lleva a preguntarse cómo festejará que por fin será mayor de edad, si su progenitora le prohibió salir de casa.

«Estoy harto de esta m*****a prisión», se queja en su mente mientras hace una mueca de desagrado.

Salir solo para ir a la universidad lo tiene ansioso. Adam siempre ha sido un chico activo, que le encanta estar en los espacios abiertos y hacer sudar el cuerpo. Es por esto que necesita ir a patinar, respirar el aire fresco, charlar con sus amigos y hacer cualquier cosa fuera de esa casa, que se está tornando asfixiante.

Al otro día, se levanta con desdén y se prepara para ir a la universidad. Ya vestido, se mira en el espejo mientras se cepilla el cabello. Revisa los moretones en su piel y suspira al notar que estos están desapareciendo, al fin.

Como todos los días, sus dos amigos lo reciben con el tema del dichoso cumpleaños.

—Chicos, mi mamá se ha encargado de arruinar nuestros planes, ya dejen de insistir con algo que no será —dice hastiado del tópico.

—No lo aceptaremos. Ya tenemos todo listo y celebraremos esa fiesta contigo o sin ti —replica Jason.

—¡Vaya amigos que me gasto! —refunfuña.

—Entonces deja tu pesimismo que, si no te dan permiso, te ayudamos a escapar. Pero nada se cancela. —Jason vuelve a insistir.

—Como digas... —contesta entre dientes y entorna los ojos.

De momento hace pausa y se queda congelado en su lugar. Otra vez tiene esa sensación de que todo a su alrededor se detiene y solo están él y esa niña rara allí. Con alelamiento, examina los pasos lentos de ella, como si estuviera viendo a la octava maravilla del mundo. Esa niña es tan tierna y rara, que le roba el aliento cada vez que él la ve.

—Se llama Samantha. —Jason lo saca de aquel extraño trance en el que se ha sumido, donde parece que está a punto de babear.

—Ah... —No puede creer que las palabras no logren salir más allá de sus labios. Se imagina lo tonto que debe lucir y ese hecho le molesta en demasía. Odia que esa chica lo afecte tanto.

—Estás enamorado —sentencia Ricky.

—¿Qué? —cuestiona confundido.

—Te enamoraste de la nueva, ¡si te vuelves un tonto cada vez que te percatas de su presencia! Es graciosa la manera en que pierdes la chispa de casanovas y llenas el piso con tus babas —le explica con sorna.

—No estoy enamorado. Ni siquiera conozco a esa niña.

—Como mencioné antes, se llama Samantha —dice Jason y lo mira sugestivo.

—No me interesa.

«Así que se llama Samantha...», piensa emocionado, aunque al instante se reprende por sentirse de esa manera.

—Sí, como no —dice Ricky con sorna—. De seguro sueñas con ella todas las noches y hasta te descargas en las mañanas en su nombre.

—¡Qué inculto! —lo interrumpe con dramatismo fingido para que se calle.

—¡Qué delicada la niña! Por lo menos tienes un nombre para tu juego de dados. ¡Samantha! ¡Ay, Samantha! —espeta Jason mientras hace gestos que sugieren la masturbación.

Ellos estallan en carcajadas ante la payasería de Jason, mas Adam hace una mueca de molestia, entorna los ojos y les enseña el dedo de en medio. Se aleja de ellos con sonrojo en las mejillas y el corazón agitado. Y, pese a los llamados, burlas y risas de parte de sus amigos, este camina deprisa en dirección a la entrada mientras los ignora.

«¡Cabrones!», estalla en su mente.

Entra a la universidad con urgencia, puesto que solo quiere dejar de sentirse tan expuesto, sonrojado y nervioso. Va tan rápido que no se percata de que alguien viene en su dirección, así que choca con esa persona y, el impacto es tan fuerte, que ambos caen al piso, quedando él encima de ella.

Sus miradas se cruzan con espanto, mas se mantienen conectadas como si una fuerza superior los controlara. Adam aprecia con fascinación cada detalle de su rostro y nota que, de cerca, sus ojos cafés son más hermosos e hipnotizantes. También se relame los labios al fijarse en los de ellas y lo apetecible que se tornan.

—L-Lo siento... —tartamudea la chica con timidez—. Venía distraída...

—¡Vayan a un hotel, puercos! —exclaman unos chicos entre risas. Las burlas y silbidos a su alrededor los saca de su ensoñación, y es cuando caen cuenta que aún continúan en una posición comprometedora y que son el espectáculo de todos en el pasillo.

—¡Disculpa! ¡Qué tonto! —Adam se levanta de encima de ella y la ayuda a incorporarse. Entrar en contacto con la mano suave y pequeña de la chica, le provoca un estremeciendo en todo el cuerpo y la sensación de un choque eléctrico en las palmas.

—Está bien... —Ella guarda un mechón de cabello detrás de su oreja y le evade la mirada con nerviosismo.

«Su sonrojo es tan hermoso», piensa él, al notar lo rojizas que se tornan las mejillas de ella.

Se queda observándola como tonto mientras ella sacude su falda de rayas azul marino, roja y crema. No puede evitar apreciar cada detalle de su persona. La manera tan llamativa en que su camisa blanca se aferra a su cuerpo pequeño y llenito, atrapada por la falda que resalta se angosta cintura.

La chica lleva unos pendientes rojos, pulseras coloridas en su muñeca derecha y su gran libro abrazado mientras se muerde el labio inferior. ¡Cómo desea ser él, quien lo esté mordiendo en ese momento!

—¡Ya cásense! —Otra burla lo saca de su ensoñación para traerlo de vuelta a la realidad. Cree que se ha excedido al mirarla como si fuera un delicioso bizcochito.

—Mi nombre es Adam. Hemos pasado por varios incidentes incómodos, pero aún no nos hemos presentado —dice con ironía para romper con la tensión del momento.

—Mucho gusto, Adam —responde con una hermosa sonrisa que le acelera el pulso a él—. Soy...

—¡Samantha! —Es interrumpida por los llamados eufóricos de otra chica.

—Te llamas Samantha —responde él con coquetería. En ese momento la otra chica se coloca al lado de Samantha y mira a Adam como si este fuera una aparición, mas se queda en silencio.

—Sí... —responde ella con las mejillas más sonrojadas que antes. Adam sonríe malicioso porque, al parecer, él no le es indiferente a la chica. Aunque también cabe la probabilidad, de que ella se muestre nerviosa y avergonzada por lo acontecido en el baño de la facultad de deportes.

Los silbidos y las risas burlescas detrás de él, le dan a entender que sus amigos se encuentran allí. Maldice en su interior debido a lo imprudente que pueden a llegar a ser, cuando de molestarlo se trata, y ruega en sus adentros que estos no lo hagan quedar en ridículo delante de Samantha y su amiga que parece muda.

—Bella Samantha —la aborda Jason con un beso en la mejilla que la pone nerviosa. A Adam le molesta la confianza con la que este se le acerca a esa niña, pero reprime su incomodidad y disimula que aquello lo afecta—. Tenemos una fiesta en la playa el sábado, celebraremos el cumpleaños de este cabrón. Está de más decir que estás invitada —añade con tono coqueto mientras apunta en dirección a Adam.

—Ah... —balbucea ella dubitativa mientras encara a su amiga, quien, en vez de articular si quiera una palabra, se limita a encogerse de hombros.

—Tu amiga también está invitada.

A Adam no le pasa desapercibida la mirada seductiva que Jason le atina a la desconocida. No puede negar que la amiga de Samantha es hermosa y que su mirada misteriosa luce intrigante; sin embargo, sus ojos solo pueden fijarse en los encantos de la bella castaña que, aunque este quisiera no tener que tratar, le es imposible sacársela de la cabeza

—¿Cómo te llamas, linda? —inquiere Ricky mientras observa a la amiga de Samantha con flirteo. Ella, en cambio, posa la mirada al suelo con vergüenza y se relame los labios.

—Adriana… —musita con timidez y en un tono muy bajito. Todos la miran raro, menos su amiga, quien le da palmadas en el hombro para animarla a que se abra.

—Mucho gusto, bella Adriana. —Ricky le extiende la mano con esa sonrisa seductora que volvía loca a las de secundaria. Ricky es un mulato de cabellera rizada y oscura. Su cabello abundante era tocado por casi todas las chicas del aula cuando ellos estaban en la escuela, debido a sus risos brillosos y definidos. También estas enloquecían con los ojos grises que hacen contraste con su piel oscura.

—Es a las ocho, en el malecón. Estaremos en la orilla de la playa —informa Jason, rompiendo la burbuja de cristal que se ha formado entre los dos chicos que aún se sostienen de la mano.

—Está bien, allí estaremos —responde Samantha. De inmediato, Adam posa la mirada asombrada sobre ella, puesto que aún no puede creer que esa chica que, luce tímida y que se ve muy pendeja, quiera ir a una fiesta.

Por otro lado, Adriana mira a Samantha como si esta hubiese hecho un pacto con el diablo, quien la ignora y se despide de los chicos. Cuando se marchan, Adam enfoca sus orbes celestes sobre Ricky y forma una sonrisa ladina.

—¡Te gusta la muda! —espeta, saboreando la venganza de las burlas previas.

—¡¿Qué!? No... —Se frota la nariz—. Bueno, quizás me atrajo un poco. Es que es hermosa. ¿Viste sus ojitos ambarinos?

—Yo le vi el culo bien definido que resalta en ese pantalón apretado —suelta Jason con cara de depravado.

Adam estalla en una sonora carcajada. Ricky, después de manotear a Jason, se une a la risa divertida del rubio. Entonces, los tres caminan en dirección a sus clases, entre risotadas, frases imprudentes y chistes de mal gusto.

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