Capítulo 4

Desde los años en que el alfa Tron levantó su propia manada lejos de Luna de hierro, tanto él como el alfa Riú y otros alfas de manadas aledañas celebran la bienvenida de las estaciones del año con festivales y fiestas.

Cada cuatro meses, se escoge a una manada para dicha conmemoración, donde los lobos más jóvenes que se han transformado asisten a esos festejos, ansiosos por encontrar a su mate.

Tres años atrás, Dylan se reunió con Clara en el festival de una manada cercana a Fuerza de bronce, con la ilusión de que ella fuera su mate, ya que él llevaba un año esperando su conversión y poder confirmar lo que en ese entonces para ellos era algo incierto; sin embargo, aquello no aconteció.

No hubo lazo para ninguno de los dos.

Ahora, a sus veintidós años, él mantiene la esperanza de que en ellos surja el vínculo o, en su defecto, de encontrar a su verdadera mate.

—¿Crees que será esta noche? —inquiere Leandro, uno de los hijos de Arel, Gamma de la manada Fuerza de bronce.

—Eso espero... —Él busca a la joven rubia con la mirada y, cuando la vislumbra junto a otras chicas, hace una mueca de frustración porque, como en las otras ocasiones, no ha sentido nada especial.

—Creo que deberías resignarte a que no es ni será Clara. Si así fuera, hubiese sucedido mucho tiempo atrás; cuatro años para ser exactos.

Dylan suspira con tristeza.

—Lo sé... —Se aparta las mechas negras que le caen sobre el rostro—. Me gustaría encontrar a mi verdadera mate, por lo menos. Quizás si la rechazo, podría unirme a Clara.

Leandro agranda los ojos debido a la sorpresa que sus palabras le causan.

—¿Te has vuelto loco? No sabes lo que dices, el lazo es muy fuerte. Cuando la encuentres sólo te importará reclamarla. Sé de lo que hablo.

—Cierto, encontraste a tu mate, pero no me quieres decir quién es ella. ¡Qué mal amigo eres!

—Todo a su tiempo, Dyl. Pero hazme caso, renuncia a la idea de unirte a mi hermana y ábrete a otras posibilidades. Mírame a mí, siempre me gustó Legna, pero cuando encontré a mi mate se me quitó esa tontería de la cabeza. Creo que te pasará igual.

—No puedo creer que hayas encontrado a tu compañera años atrás y que todavía la ocultes. ¿Por qué lo haces? —interpela Dylan intrigado.

Leandro se relame los labios con nerviosismo y niega con la cabeza.

—No es que la oculte, es que ella es la hija de un alfa, entonces quiero ser merecedor de reclamarla. Estoy trabajando duro para poder darle el nivel de vida de acuerdo a su status. Todavía somos unos cachorros, así que tenemos toda una vida para unirnos.

—¡Vaya! Eso es tener autocontrol y fuerza de voluntad.

—Ha sido difícil, pero lo estamos logrando. Mi mate se merece cualquier sacrificio de mi parte.

Dylan sonríe conmovido. De los dos hermanos, Leandro es el más maduro y sensible, así que está seguro de que esa chica estará en buenas manos.

***

Ya en la noche, la música alegra la plaza y los más jóvenes saltan eufóricos por doquier. Para ese entonces, la mayoría ha encontrado a su mate y sólo unos pocos continúan a la espera de que suceda la chispa.

Por su parte, Dylan se separa del resto malhumorado, puesto que ya perdió las esperanzas de que algo cambiará con Clara o, en su defecto, de encontrar a su verdadera compañera. A este punto se ha resignado a que no es Clara, pero le fastidia el hecho de que no sea nadie.

«Quizás no tengo una mate», piensa decepcionado y lleno de frustración.

Sin un rumbo fijo, él se dirige al bosque, en busca de esa soledad que necesita para dejar salir su enojo.

Decide convertirse en lobo y correr entre los árboles, con la luz de la luna como testigo de su fracaso.

Odia sentirse así.

Su ropa se recoge a medida en que él cambia de forma, dejando atrás su apariencia de hombre y dando lugar a un enorme lobo negro.

Encima de un risco, el imponente lobo observa la luna llena y sus aullidos de dolor e infortunio resuenan en toda la manada, porque él saca toda su frustración e impotencia por medio de estos.

De repente, un delicioso olor capta su atención de una manera abrumadora.

«Frambuesa», piensa maravillado y con la boca hecha aguas.

Como si estuviera bajo el encanto de un hechizo, él sigue aquel dulce perfume que lo tiene inquieto y fascinado.

Necesita conocer a su dueña porque percibe que es una hembra.

«¡Mate!», grita su lobo.

El corazón de Dylan aumenta los latidos y su respiración rápida se torna agobiante. Las ansias por conocer a su compañera se adueñan de su ser, por lo que corre eufórico en dirección a ella.

—¿Quién eres?

«Esa voz», piensa la chica, quien también busca al dueño del perfume viril parecido al eucalipto y al bambú.

Dylan recupera su forma y, de inmediato, su pantalón de mezclilla hace aparición, junto a la camiseta blanca y la chaqueta con capucha negra.

Ella lo observa alelada por unos segundos, donde se permite apreciar lo mucho que ha cambiado en tan solo cuatro años. Ahora luce más musculoso y varonil, aunque con el mismo aire rebelde que lo caracterizaba.

Nota que lleva el cabello medio recogido en una extraña coleta y que parte de este cae libre a los lados de su rostro ovalado. Aretes negros le decoran las orejas y varias gargantillas le adornan la piel, que la camiseta medio holgada y de cuello en pico no cubre.

Sus ojos grises brillan con una emoción que a ella le parece fascinante, asimismo, la luz de la luna resalta el oscuro de su cabello ondulado y abundante.

Él es un chico apuesto y de buen gusto; sin embargo, se trata de Dylan. Ella nunca tendría ese lazo con ese lobo pedante, arrogante e insolente.

Simplemente no lo soporta.

—Tú... —musita ella con voz desafiante.

Por un leve momento, él la contempla sin poder disimular la fascinación en sus facciones, debido a lo hermosa que aquella pelirroja le resulta.

Su piel caramelizada le parece muy apetecible, al igual que los labios llenos y rojos. Ceñido con ese vestido blanco y ajustado a sus delicadas curvas, su cuerpo luce muy sensual y más desarrollado de lo que él lo recuerda.

«Esa hembra está muy buena», expresa en su mente con expresión maravillada. Él se deshace de ese extraño pensamiento con leves sacudidas de cabeza, entonces sonríe con picardía.

—Vaya, vaya... Miren quién regresó. —Su tono de voz suena burlesco—. ¡Qué mala suerte la mía! ¡Con un demonio!

—¡Ah! —exclama ofendida—. ¡Querrás decir la mía! Eres un ser inferior, jamás me uniría a ti. ¡Qué asco!

—¿Asco? —Él ríe, pero su carcajada carece de diversión—. Ya quisieras tú, loba insoportable.

Dylan se le acerca tanto que ella siente que el pulso se le acelera.

—No seas ridículo. —Lo mira desafiante.

Ambos mantienen el contacto visual, a la espera de terminar intimidando al otro.

—No quiero que seas tú. —Dylan rompe el silencio.

La mirada miel de Legna se torna sombría, al sentir un extraño dolor punzante en el pecho.

—Lo sé, prefieres que sea tu amada Clara. Yo tampoco quiero que seas tú; sin embargo, será divertido ver tu cara de idiota cuando ella se entere de que tú y yo somos mates.

—No te atreverías. —Dylan aprieta la mandíbula y la mira con rabia.

—¿Me estás retando?

—Entonces te rechazaré aquí mismo. Una vez quede libre de este estúpido lazo, podré unirme con la mujer que me dé la gana.

La carcajada de Legna le altera los nervios. Odia que ella le afecte al punto de ponerlo ansioso.

—Vas a sufrir en vano porque no aceptaré tu rechazo. ¿Sabes por qué? Porque esta será mi venganza.

—¿Qué m*****a venganza? —gruñe él, a punto de perder la paciencia.

—Confórmate con saber que te odio y que te haré pagar por todo lo que me hiciste.

—¿Lo que yo te hice? ¿Acaso te has vuelto loca? —reclama confundido y fastidiado.

—¡Qué olvidadizo eres!, pero ¿sabes qué?, ¡no me importa! Será divertido este asunto del lazo.

—¡Maldita loca! ¡Yo no estaré atado a ti!

—No tienes opción. Yo soy más poderosa que tú, así que tu rechazo no me haría tanto daño como a ti y solo sería efectivo si yo lo acepto.

—¡No eres más poderosa que yo, insolente! —escupe él con el ego herido.

Legna ríe con sorna. De momento sus ojos se tornan verdes y empiezan a brillar, como consecuencia, varias plantas parásitas se reúnen debajo de sus pies y la levantan por encima de Dylan.

—¡Buenas noches, amorcito! —Ella le tira un beso y le guiña un ojo.

Con una velocidad impresionante, Legna se mueve por encima de los árboles hasta que Dylan deja de percibir su presencia.

—Veremos quién se venga de quién, loba insoportable —escupe él molesto y sus labios forman una sonrisa malvada.

Por su parte, Legna regresa a la cabaña y se oculta debajo de las sábanas, como si con ello pudiera escapar de su nueva realidad: Tiene un mate.

«El abuelo va a matarme», piensa mortificada mientras se acurruca en forma de ovillo.

Se recrimina por haberse dejado llevar por su tonto impulso de molestar a Dylan, en vez de rechazar el lazo en ese mismo instante.

—Presumido, debo rechazarte antes de que el abuelo regrese de su misión, pero mientras tanto, me divertiré a tu costa y me vengaré de todos tus desplantes —dice para sí con una sonrisa malvada.

Esa noche, Legna se duerme satisfecha al imaginarse lo mal que Dylan la pasará, de ahora en adelante.

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