Capítulo 2

Después de que Legna y Dylan discuten de nuevo por otra tontería, todos ellos se van a nadar al río. Los mellizos hacen piruetas en el agua para impresionar a Legna, quien está pendiente de su hermano.

El niño sale del río y se pone a jugar con los insectos de la grama que rodea la orilla, entonces Legna se relaja y decide divertirse un rato en el agua.

Ella vislumbra a Dylan haciendo acrobacias frente a Clara con la intención de impresionarla, entonces entorna los ojos y hace una mueca de disgusto.

«¡Hombres! Son todos unos ridículos», piensa molesta.

Legna sonríe de manera peligrosa y de repente sus ojos se tornan verdes, cuyo tono es el mismo de las plantas enredadoras que se encuentran en el fondo del río.

De un momento a otro, Dylan cae de golpe y se hunde en el agua. Por más que lucha, no puede salir del fondo porque las plantas acuáticas se han enredado en sus tobillos y lo jalan con fuerza hacia la profundidad.

Los gritos de Clara resuenan en el lugar, mientras que los demás buscan la manera de ayudarlo, menos Legna, quien ríe a carcajadas por su malvada hazaña.

—Deja de hacer eso o se lo diré al abuelo —la amenaza su hermano menor, al tiempo en que la juzga con la mirada, puesto que bien sabe que Legna es la causante de aquella travesura.

Ella resopla con fastidio y mueve sus dedos de forma disimulada, como resultado, las plantas sueltan a Dylan.

Él sale del agua con un ataque de tos y los demás lo rodean para percatarse de que esté bien.

—¡Fuiste tú, m*****a bruja! —Dylan le apunta a Legna con del dedo, muy enojado y con mirada de acusación.

—¡Por supuesto que no! ¿Por qué me culpas a mí de todas tus desgracias? No tengo la culpa de que no sepas nadar. ¡Qué vergüenza! El hijo del gran alfa Tron no es capaz siquiera de bañarse en el río. ¡Qué pena con tu padre! —se burla, con esa sonrisita que saca de quicio a Dylan.

—No te hagas la tonta, sé que fuiste tú. ¡Estás loca! —Él se le coloca en frente con expresión amenazante y la encara muy molesto.

—Estás delirando, cara de culo.

—¡Maldición! —El rostro de Dylan queda tan cerca de Legna, que sus respiraciones se hacen una—. ¿Acaso quieres que te dé una lección?

—¡Ay, no, papi! —exclama ella con tono sensual y muy provocativo. Le divierte tanto molestarlo.

—¿Te estás burlando de mí? —Él cruje los dientes y la mira con odio.

De momento, sus miradas se conectan y el mutismo se adueña del lugar.

Para Clara, verlos tan pegados y observándose de esa manera tan intensa y, que deja mucho a la especulación, se le hace de mal gusto; asimismo, esos segundos le parecen eternos, razón por la que se aclara la garganta al desesperarse.

—Dylan, cariño, no vale la pena que discutas con ella. Sabes lo problemática que Legna es. Mejor ignórala, ya que ella sólo busca llamar la atención —interviene.

—Tienes razón, esta tonta no vale la pena —profiere él en acuerdo y le agarra la mano a Clara. Los dos salen del río y se alejan del resto.

Una hora más tarde, Legna los busca con la mirada porque tiene la sensación de que ellos no están por los alrededores.

Sin entender el motivo de sus actos, ella camina en dirección a un conglomerado de árboles, donde encuentra a Dylan besando a Clara en los labios. Tras unos segundos de estupefacción, ella despabila y arruga el rostro.

—¡Qué asco! —vocifera con dramatismo y empieza a fingir arcadas—. ¿Cómo borro esta imagen de mi cabeza ahora?

Dylan entorna los ojos y resopla.

—No te atrevas a decir una palabra de esto—exige en forma de amenaza.

—Como si para alguien fuera un secreto que ustedes hacen cochinadas. Son unos desvergonzados.

—Nosotros no hacemos lo que aludes —replica Clara con voz trémula y muy asustada—. De hecho, es la primera vez que nos besamos.

—No le des explicaciones a la insoportable —la increpa Dylan—. ¿Qué le importa a ella lo que nosotros hagamos

—Tienes razón —secunda Legna—. Me da lo mismo lo que hagan ustedes. Clara, si lo que te preocupa es que le diga a tu padre; relájate, que yo no me meto en lo que no me incumbe.

Legna regresa al río con expresión seria y se sienta en una roca sin decir palabras. Así permanece toda la tarde.

En la ciudad de la manada Fuerza de bronce, Dylan se despide de Clara con un apretón de manos, que pone a Legna de mal humor.

—André, ven aquí —comanda ella. Cuando él se acerca, le pega tremendo beso en la boca que sorprende al grupo—. Considéralo como la despedida, bombón. —Le guiña un ojo.

—¿Eres loca o qué? —le reclama Dylan—. ¿Por qué besas a este imbécil de la nada? ¿Acaso no tienes vergüenza?

Ella lo mira sorprendida de su descaro.

—¿Qué te importa a ti lo que yo haga o deje de hacer? Sí, soy una desvergonzada, ¿y qué? Por lo menos no soy hipócrita ni me oculto detrás de los árboles.

—¿Lo estás haciendo a propósito?

—No sé de qué hablas.

—¡Estás loca! —gruñe Dylan—. No sé por qué pierdo mi tiempo contigo.

—Y yo no entiendo por qué te metes en lo que no te importa.

Otra discusión estalla y los demás resoplan cansados.

—Dylan, a veces me pregunto por qué te la pasas peleando con Legna —interviene Clara con recelo.

Él nota su alusión y niega varias veces con la cabeza.

—Es que ella me provoca.

—Esta vez fuiste tú quien empezó todo —refuta la rubia con una mueca de disgusto.

Es obvio que está celosa y él no entiende la razón.

—¿Acaso no viste lo que hizo esa loca?

—Dylan tiene razón —añade Leandro—. Ella debió besarme a mí no a él.

Miha lo mira con tristeza y exhala un suspiro rendido. No tiene caso nadar contra la corriente, a veces es mejor ignorar.

—Ya dejen de discutir por tonterías, chicos —los reprende Miha con voz suave—. Mañana Legna se irá por cuatro largos años y, en vez de aprovechar el poquito tiempo que nos queda con ella, ustedes se están peleando…

—Es cierto, deberíamos celebrar que no tendremos que aguantar a esta loca insoportable —la interrumpe Dylan con sorna, y otra vez se arma tremenda discusión.

***

Cuando el sol se pone los chicos se despiden, pero Dylan y Miha se van con Legna y Ryan a la casa del alfa Riú, dado que Tron se encuentra allí porque fue a visitar a su amigo.

El alfa Tron y sus hijos son convidados a cenar, así que todos ellos se sientan a la mesa y degustan el festín que Riú les mandó a preparar a sus invitados.

En toda la cena, Dylan se mantiene en silencio y su atención se enfoca en aquella pelirroja inquieta, habladora y enérgica, que no deja de hablar en todo el tiempo que ellos se encuentran allí.

De repente, ella lo mira a los ojos. Él traga pesado al tener la corazonada de que ella le expresa alguna cosa importante por medio de su escrutinio, por lo que se pone nervioso y las mejillas se le acaloran.

Ese presentimiento se esfuma cuando ella le saca la lengua.

«Qué infantil», piensa él mientras niega con la cabeza y sonríe divertido. Esa chica saca lo peor de él y le provoca una tensión que lo abruma. No la soporta y nunca le agradará.

Después de cenar, Tron y sus dos hijos se despiden.

—Legna, te voy a extrañar mucho. —Miha la abraza con lágrimas en los ojos.

—Yo también. Espero que, cuando regrese, ya hayas encontrado a un mate que esté bueno y que sea poderoso como nuestros padres.

Tron se aclara la garganta ante las palabras de la chica.

—Todavía son unas cachorras para estar pensando en esas cosas —gruñe él incómodo.

—Pero en cuatro años ya no seremos cachorras —refuta Legna.

—Claro que sí... —masculla Riú con mirada asesina.

—Bueno, ya debemos irnos, no vaya a ser que Otsana se preocupe —dice Tron—. Legna, te deseo mucha suerte en tu entrenamiento. En cuatro años, espero poder ver los resultados.

—Gracias, Alfa. Ya verá que me volveré muy fuerte.

Tanto Miha como Tron se despiden, mas Dylan se queda inerte en su lugar, al no saber qué decir o hacer.

—Adiós, Dylan. Quizás nos veamos en cuatro años, quizás no... —Es Legna quien rompe el silencio que se ha instalado entre ellos dos.

—Hasta entonces, chiquilla insoportable. —Él le sonríe.

—Recuerda que te daré una paliza, desabrido. —Ella le devuelve el gesto.

—Ni en tus sueños, creída. —Dylan le guiña un ojo y le da la espalda.

Legna lo ve alejarse por última vez mientras piensa que va a extrañar pelear con ese gruñón.

—Adiós, cara de culo —musita para sí—. Espero que Clara te haga muy feliz, tonto.

Ella entra a la casa y se dirige a su habitación. Esa noche, tiene un sueño raro y que no se atrevería a contarle a nadie nunca.

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