Fulgores prohibidos, apasionadas caricias, y agitaciones silenciosas, se quedaban encerradas en aquella habitación. Los botones de rosa estaban erizados, como erizada estaba su blanca piel que rosaba con aquella besada por el sol, del único hombre al que había amado. Los placeres secretos en medio de la noche, se compartían entre besos cándidos que llevaban a dos almas a fundirse en una sola, y, sin palabras, transmitían todo aquello que el agitado corazón sentía en aquella penumbra cálida entre dos cuerpos desnudos. El amor era terrible, una condena que el alma disfrutaba, y que los hacia prisioneros de aquel sentimiento que era tan capaz de llevarlos a la gloria, o al propio infierno. No había razones, no había lógica, tan solo aquel fuego que los consumía en alma y en carne. ¿Por qué era inevitable sentir aquello? La mente racional, cedía ante el impulso del amor, arrastrándolos como una ola que imposible de esquivar, ante emociones que agitaban cada uno de sus sentidos, y que los
El cándido esplendor de las amarillentas velas, iluminaba tenuemente aquella habitación. La música sonaba suave, distante, haciendo que los enmascarados bailaran aquella magnifica sonata que emulaba a la luna llena. Los seres de la noche, aquellos inmortales que serían eternamente despreciados, no tendrían cabida alguna dentro de aquella celebración que, irónicamente, se regocijaba ante aquel retrato que no le hacía justicia a la divina belleza que el primer maldecido, se decía, poseía en realidad. Los vestidos rojos y los trajes negros que intentaban imitar a un tiempo mucho más oscuro, mucho más antiguo, volaban al compás del piano y el violín y los rostros ocultos tras las máscaras, mostraban una visible mueca de satisfacción ante las buenas noticias que el cazador había traído consigo.Aquella daga de plata relucía sobre el altar del altísimo; la sangre del hijo del ángel, aún estaba fresca como era de esperarse de un ser inmortal, y todos aquellos que habían asistido a tal celebr
Dentro de la danza macabra, una virgen bailaba suavemente. Aquel sentimiento dentro de su alma, era de solo poseerla. Tan bella y pura como una estrella, tan frágil y encantadora como una flor, aquellos cabellos rubios se mecían en el viento, y entonces, aun sabiendo que aquello era un pecado, la deseo. ¿Puede un inmortal amar a una doncella? La respuesta, era no. Pues seres humanos y bestias eran diferentes, sus mundos, siempre serian diferentes. Sin embargo, cuando sus ojos se abrieron para mirarlo fijamente, él sabía que jamás podría dejarla marchar…y, aun así, la había perdido. El fuego del rencor y el odio lo consumió todo, dejando a su alma eternamente rota, eternamente herida. El amor entre un inmortal y un humano era un sacrilegio; algo prohibido entre ambos mundos, pues simplemente no podía ser. La bestia, amaba para siempre, pues una vez entregados su corazón y alma, ya nunca podrían amar o mirar a nadie más, por ello, era que el amor mismo para un lobo era algo prohibido
Las grandes llamaradas consumían voraces las pequeñas casas y comercios de aquel pueblito. El sonido de las sirenas de los bomberos y la policía, poco a poco se iba apagando al igual que los gritos de la multitud. No había manera de que humanos normales pudieran hacer frente a lo que había llegado desde los helados bosques y el desespero que invadía el corazón de Eufemia, alteraba sus sentidos. — ¿Que vamos a hacer? Son demasiados lobos para hacerles frente, y el vampiro ha salido un momento, ¿Acaso nos estaban espiando? ¿Porque atacan una vez que el señor Albescu no se encuentra entre nosotros? Dentro de esta casona estamos a salvo, ¿Pero que pasará con las personas de afuera? Los están asesinando — cuestionaba Jennifer a nadie en particular. — Mi padre es un cobarde, pero muy astuto, estoy segura de que si nos estaban espiando...el problema es, que si salimos de este edificio, esa maldita maldición podría volver a atacar el vientre de esa mestiza, y el hijo de Ares podría morir, e
El aire soplaba feroz, haciendo un sonido tal que se asemejaba al gruñido de un lobo hambriento. Las nubes se divisaban rojas, como el preludio de un amanecer trágico. La nieve cubría los campos, y todo en aquel paraje lucia tan solitario y desolado, que no parecía que un alma viva o muerta habitara el sitio. Sin embargo, una vez alcanzada la cima de la colina, todo era tan distinto, que durante un momento Ares y Félix sintieron haber entrado en un mundo distinto, con la sorpresiva expresión marcada en sus rostros, después de dar un primer vistazo a ese sitio tan…extraordinario.Aquel sitio de inefable belleza parecía sacado de las páginas de un cuento de hadas. Las flores que crecían sobre el verde pasto eran de todos los colores y aromas, y las avecillas cantaban su magnífica melodía como era la llegada de una anticipada primavera. Aquel sitio, de alguna manera, parecía aislado del resto del mundo. No había frio o helada nieve que brillara prístina; aquel lugar parecía estar atrapad
—¡Quémenlo todo! ¡Que de ese maldito edificio no queden ni las cenizas! — ordenó el Beta traidor.Aquel incendio se había extendido, y al interior de ese edificio, todo estaba en llamas.—¡Salgamos de aquí! ¡Rápido! — gritaba Adara mientras corría sosteniendo a Eufemia por el hombro.—Me…duele… — se quejó Eufemia intentando caminar tan rápido como fuese posible. El hechizo protector, parecía estarse consumiendo junto al edificio.—Tsk — chasqueo Adara. — Los hechizos pueden ser devorados por el fuego, eso es algo que no todo el mundo sabe, supongo que esto es cortesía de mi padre, Soromir no es tan inteligente para haber deducido esto el solo — decía mientras seguía sosteniendo a aquella rubia a la que había odiado siempre.—¡Por aquí! — gritó Jennifer quien se había adelantado para prevenir peligros.—¿Por qué me estas ayudando? Creí que me odiabas — cuestiono Eufemia.Adara se río.—No te confundas, te odio y no voy a dejar de odiarte jamás, es tu culpa que todo esto esté pasando en
Las garras afiladas apuntaban directamente al corazón. Aniquilando a esa maldita mujer, todo terminaría, finalmente. Alguna vez, Ares estaba dispuesto a convertirse en el mejor Alfa que la manada Fenrir había tenido, pero todo aquello había cambiado, gracias a esa despreciable mujer que tenía delante. Con su muerte, el error seria reparado, y Ares volvería ser aquel lobo temible y poderoso que estaba destinado a ser.Alguna vez, hacía ya tanto tiempo, tanto que los bosques se habían marchitado y florecido al menos en doscientos inviernos y primaveras, él había admirado tanto a su hermano Ares, que estuvo dispuesto a morir por él. Ares era respetado, temido a pesar de ser tan joven y no haber completado aun su madurez como lobo ni mucho menos como Alfa. Él estaba destinado a ser el nuevo líder de los Fenrir, quien llevaría a su casta hasta lo más alto, consolidándola como la raza de lobos más fuerte, incluso por encima de los Elara. Sin embargo, todo aquello se había venido abajo una v
El sol brillaba en lo alto aun cuando el frío asolaba con fuerza, señal de la primavera que se aproximaba cada día un poco más y más. Los lobos se habían marchado del pueblo, dejando a su paso un rastro de destrucción que debía de repararse, aunque, afortunadamente, no había víctimas humanas que lamentar. Eufemia miraba a las personas desfilando una a una para que sus recuerdos de lo ocurrido les fuesen removidos, y todo lo que pasó había quedado solamente en una tragedia que comenzó con un incendio en la panadería del pueblo.Los sobrenaturales eran simplemente asombrosos; podían hacer prácticamente lo que sea, y aun cuando los cazadores se jactaban de ser solamente humanos, la fuerza que tenían era meramente algo que no era lo natural. Noah había logrado que todos olvidaran a los lobos de la manada Fenrir, y de esa manera podrían permanecer en el pueblo…Soromir ya no se atrevería a poner un pie en ese lugar después de la humillación y derrota que había sufrido en sus manos.—Por aqu