La nieve caía lenta, pasmosa, como anunciando su despedida para dar paso a la calidez de la primavera. Las aves, de a poco, retornaban a los bosques y sus abedules de troncos blancos, aun y cuando el frío seguía calando en lo profundo de los huesos. Hacía tanto tiempo que no salía de su pequeño paraíso, que Jerome Sallow se sentía como un extranjero en tierras desconocidas. Los castaños aun no reverdecían, el cielo celeste, había sido reemplazado por uno color gris tan similar al color de los ojos de su familia. Todo era igual, y, al mismo tiempo, todo había cambiado. Años atrás, cuando era tan solo un muchacho en sus veintes, había deseado ser lo que era su padre; un cazador en toda regla, cumplir con aquel juramento que había hecho ante dios y acatar tan solo su palabra…sin embargo, todo cambio el día en que lo vio morir ante un vampiro…e mas aterrador de los príncipes. Quizás, fue el miedo de tener que enfrentarlo lo que hizo huir como el cobarde que era, o tal vez, solo no quería
El viento comenzaba a calmarse, y el cruel invierno, de a poco, comenzaba a ceder ante la cercana primavera. Los aromas cambiaban, y las avecillas regresaban a sus tierras en busca del calor que próximamente lo abrazaría todo. Aquel sentimiento de impotencia, sin embargo, crecía sin detenerse dentro de Elijah Bennet, que una y otra vez buscaba en las páginas de aquellos polvorientos libros que tenían ya poco más de un milenio de existir. Abriendo sus ojos con la intención de capturar en su mente todo lo que esas letras escritas a mano decían, su furia se hacía cada vez más evidente.—No, ¡No! ¡Maldición! Esto está mal, ya tengo la sangre de ese maldito hibrido, ¿Por qué es que no logro entrar en la mente de ese maldito caído —Arlen miraba a aquel maldito cazador que lo había forzado a traicionar a su maestro. Revisando su teléfono una y otra vez, sintió un alivio enorme cuando pudo ver aquella fotografía que le mostraba a su familia completamente a salvo y en un país en donde aquel m
Aquella tarde, el cielo rojo no era observado por los hermosos ojos grises de Eufemia Farbauti. Tonalidades pasteles, ropones pomposos y coloridos, era todo lo que su mirada quería notar. Bolsas y bolsas de compras eran cargadas por algunos lobos, quienes no podían evitar sentirse plenamente conmovidos por aquella escena de una futura madre escogiendo todo para su pequeño hijo. Ares, sonreía de verdadera dicha, y aun cuando el futuro seguía siendo incierto, aquel momento era solo de ellos, y los disfrutaba como jamás antes creyó posible.En aquel pueblo, Noah miraba meditando a ese hombre; Jerome Sallow, el ultimo descendiente vivo junto a Eufemia de su poderoso linaje. Quizás, las intenciones de Lenore eran que Jerome mantuviese a su hija a salvo, pero con la tremenda muestra de poder que Eufemia había demostrado, algo dentro aquello no le cuadraba. Había algo más que todos estaban pasando por alto; el hijo de la hermosa rubia, llevaría más sangre de lobo que de humano…un lobo hijo d
—Una mesa para tres servida —Noah admiraba a aquella mujer que servía las mesas en su bar. Elijah le había mentido con su muerte, como les había mentido a muchos otros con tal de ver sus terribles planes realizados; había hecho aquel corto y rápido viaje, tan solo para decirle a su vieja amiga y amante que él se encontraba a salvo.Katherine había sido en antaño una extraordinaria cazadora, sin embargo, después de una cruenta batalla, se había retirado; arriesgar la vida peleando contra seres que a menudo los superaban en fuerza y habilidad, era prácticamente una condena de muerte y un acto de heroísmo que jamás seria bien recompensado. Mirándola con atención, la vio tan bella y radiante como había sido en sus años mozos en que su inigualable belleza lo habían cautivado en cuerpo y alma…aunque al final, ellos no habían permanecido juntos; había cosas que ni siquiera el amor más profundo, podían a bien sobrellevar. Ella siempre había sido un espíritu libre y el, un amargado que prefer
Años atrás…Pasos firmes en medio de la espesura de los bosques de los Cárpatos, tomaban rumbo a la ciudad de Sibiu sin que nadie supiese de ello. La blanca nieve caía en abundancia coloreando todo el panorama de blanco, las copas de los árboles se mecían a merced de la furia de la tormenta invernal que los asolaba, el invierno había llegado, quizás, demasiado pronto; como presagiando lo que estaba a punto de pasar. El sol no se asomaba a través de aquellas nubes oscuras; el frio era francamente insoportable, imposible de tolerar para un humano, sin embargo, aquellos seres que caminaban en medio de los bosques, dejando huellas sobre la prístina nieve en el suelo, no eran humanos, su belleza sobrenatural, su piel pálida tan fría como la tormenta que los azotaba, los revelaba como aquellos a los que tanto temían, los inmortales que se alimentaban de la sangre caliente de aquellos que los reducían a meramente condenados de la larga noche: vampiros.Los Cárpatos era un sitio de leyenda, d
El viento soplaba cada vez más feroz en aquellas tierras desoladas e inhóspitas. La nieve comenzaba a derretirse, alcanzándose a divisar los primeros brotes que férreamente peleaban contra el cruel frio, intentando brotar en medio de una tormenta. El cielo nuevamente se hallaba gris, avisando sobre la última tormenta que habría aquel invierno que próximamente sucumbiría contra la calidez de la primavera. Eufemia Farbauti avanzaba a duras penas, sintiendo su pesado vientre dolerse, pero con la determinación ciega de seguir adelante. Sabía que aquello que había hecho era una completa locura, pues estaba a nada de dar a luz al hijo del Alfa que pateaba duramente dentro de ella. ¿Pero qué otra cosa debía de hacer? La vida de Ares corría peligro, y no quería perderlo…no de nuevo.El amor era, sin duda alguna, la perdición para todo aquel que cayera en sus redes; te hacia realizar actos demenciales, como aquel que la tenía caminando en la última etapa de su embarazo, tan solo para salvar al
El sonido de un incesante goteo, hacía eco en aquella oculta caverna bajo el cementerio en donde los restos de todos los Fenrir encontraban el final de sus días para perderse en la nada. El olor a humedad se mezclaba con aquel a viejo, a encerrado, volviendo aquel aire tan difícil de respirar, que parecía estrujar con violencia los agitados pulmones. A la luz de una linterna, a duras penas se lograba avanzar por el estrecho pasadizo que los guiaba hasta el ataúd de aquel ser al que ambos deseaban despertar su largo sueño. Elijah Bennet se mantenía en silencio, logrando solo escuchar la agitada y forzada respiración del lobo que caminaba delante de él que parecía no tener realmente el deseo de seguir avanzando.Mirando la espalda de Soromir Fenrir, así como la luz de la linterna, parecía que está, a momentos, se tambaleaba producto de la mano temblorosa que la sostenía y que parecía a todo momento dudar de seguir iluminando lo que tenía delante. Era más que obvio que aquel lobo sangre
—¿E-En donde…estoy? — musitó casi imperceptiblemente para si misma.Eufemia sentía su cabeza dolerse. Intentando tocarla, notaba que tanto sus manos y pies estaban atados, y se hallaba sobre una blanca cama de pieles. Alarmada, miró lo mejor que pudo a su alrededor para intentar comprender en donde era que se hallaba, sin embargo, le quedaba claro que aquel sitio era una cueva. La tintineante luz de una antorcha iluminaba a medias aquel lugar, y el calor de una fogata cercana la había mantenido caliente. Asustada, intento zafar aquel amarre en sus manos buscando liberarse. Pasos pesados se escucharon repentinamente, alertando que alguien se acercaba.—¡No te acerques! ¡O juro por la madre Luna que te matare! — gritó la hermosa rubia liberando su fuerza de cazador, sin embargo, aquellos pasos no se detuvieron. — ¡Esto no es una advertencia, es una amenaza! —Aquellas cuerdas, sin embargo, no cedían ante su poder. Era casi como si un hechizo las mantuviera atadas sin zafarse siquiera un