El agua caliente resbalaba sobre su cuerpo desnudo, y su vientre crecido comenzaba a oprimirle los órganos internos. Aquella era la primera vez en que sentía que un baño era u verdadero reto; estaba ya muy embarazada, y solo era cuestión de tres meses para que el heredero del Alfa Ares, abriera por primera vez sus ojos al mundo. Terminando aquella dificultada ducha, Eufemia se vestía con su más cómoda pijama, y encendiendo el ordenador que Ares le había dejado en lugar de su teléfono, comenzaba a teclear con una rapidez virtuosa. Escribir la liberaba y su imaginación desbordada tomaba la forma de mil personajes que en su mente nacían, pero que cada uno de ellos, como un alma viviente, eligió su propio destino. Cada letra escrita, cada párrafo hecho, iba dándole forma a aquella historia que escribía para alguien en especial. Algún día, tenía la esperanza de aquel libro cargado de anécdotas y recuerdos propios, fuera leído por su ser más amado…el único al que amaba aun antes de conocer
—¡Corran, no se detengan! —En medio de la nieve y una terrible tormenta, varias siluetas huían hacia los bosques.—Por favor, alguien ayúdeme, mi bebé tiene frío —La tormenta arreciaba con violencia, y tan solo encontrar una cueva podría salvarlos a todos de morir congelados en la nieve. Los pasos torpes se volvían lentos, y el cielo gris tan solo presagiaba más tormentas idénticas a esa en la que se encontraban. Habían salido huyendo de la vieja mansión entre las montañas, cuando repentinamente la gran mayoría de los refugiados, junto a los lobos que Ares Fenrir había dejado a cargo, se habían amotinado con la terrible intención de hacerle daño a la hembra marcada por el Alfa. Apenas habían logrado escapar con vida, junto a los refugiados que se negaron a amotinarse en contra de la joven rubia que ahora miraba con tristeza el sufrimiento de todos los que la estaban acompañando.—¡Vengan! ¡Por aquí! — gritaba Gabriel haciendo una señal para que todos lo siguieran.Tras unos pasos má
Aquella tormenta invernal, repentinamente, había comenzado a amainar. El silencio repentino se había hecho presente, y las aves asustadas se marchaban volando. El sonido estruendoso de aquel disparo, acalló tambien los gritos eufóricos, y un lobo herido caía sobre el manto nevado que, antes prístino, ahora se teñía de rojo.Aquellos ojos zafiro se sentían pesado, y el pelaje negro completamente erizado ante el dolor, subía y bajaba al ritmo de una respiración agitada que poco a poco iba decayendo. ¿Iba a morir en aquel lugar a manos de su propio hermano? Un aullido doloroso escapó desde el alma del Alfa Ares, llamando a aquella mujer de la que se había perdidamente enamorado. ¿No la vería nunca más? ¿No llegaría nunca a conocer el rostro de su anhelado cachorro? Aquel frio sepulcral, como nunca antes lo había sentido, llegaba más hondo que el que las peores nevadas podrían traer consigo…era un frio que abrazaba el alma. Lágrimas cayeron desde aquellos ojos que tan solo anhelaban ver u
El paisaje nevado de aquellas praderas era simplemente sublime. El prístino color de la nieve, evocaba a la pureza y a la perfección. La luz del sol se había asomado por aquellos lares, y Elijah sentía que todo, finalmente, estaba marchando tal cual lo había planeado. El aroma del café recién molido y preparado, era un deleite para los sentidos, y casi como un regalo de Dios para animarlo a seguir con su sagrada tarea.Ares Fenrir, para esas alturas, debía ya de estar muerto, al igual que ese maldito Farbauti que le arrebató a la única mujer a la que él había amado. Mirando a los niños juguetear y mirando las tiendas de juguetes, el cazador sonrió. Pronto, el mundo y su santa humanidad se verían liberados de esa raza demoniaca que con forma de humano caminaban entre los hombres, engatusando así a los pobres incautos que de su belleza quedaban deslumbrados, pero que, sin embargo, ocultaban a la bestia que eran realmente. Nada más que esbirros de Satanás creados por el para repartir el
—Eufemia… — Ares llamaba por su nombre a aquella mujer que amaba. —Eufemia… — Aquel hermoso nombre le causaba confusión, y delante de él, dos hermosas mujeres de hermosa melena dorada cual rayos de sol, y poderosos ojos grises de tormenta, le miraban en silencio. —Eufemia… — Farbauti o García, aquella vieja promesa llegaba repentinamente a su memoria haciéndole sentir miserable al no poderla cumplir. Aquellas hermosas mujeres, caminaron hacia el con los brazos extendidos, cuando repentinamente se habían fundido en una misma mujer que lo abrazaba con fervor haciéndole sentir que todo estaría bien, que él, no estaba solo. García y Farbauti se habían unido en una misma Eufemia, a quien le había cantado mil promesas de amor y la de un regreso que no sabía si lograría cumplir. Aquel dolor lo estaba quemando como la plata quemó un día a las traicioneras manos de Judas…él había sido traicionado por su propio hermano. ¿Iba a morir? Aquella niebla repentinamente aparecía ante el negándol
Aquellos caminos inhóspitos, lucían prístinos al estar cubiertos de aquella espesa capa de fría nieve que repentinamente había dejado de caer. El calor al interior de la cabaña mantenía a salvo a los refugiados que, oponiéndose a Soromir Fenrir, se habían negado a cometer un acto tan cruel y aberrante como el que les había sido encomendado.—Si, sin duda es ella, es la hija de Farbauti y no una humana como habían dicho —Aquellos murmullos llegaban hasta Eufemia, que tan solo pasaba de largo a todas aquellas miradas curiosas que la recorrían de arriba abajo con una interrogante. Su sangre de lobo, finalmente, había emergido y aquel hechizo que su querido Noah había puesto sobre ella, estaba roto. Los pensamientos de la rubia, sin embargo, no se hallaban en aquel hecho ni tampoco en aquellas miradas que la perseguían con insistencia; su mente y cada pensamiento en ella, estaban con ares Fenrir, el Alfa del que ella se había enamorado, y de quien, aseguraban, a esas alturas ya debería d
El rio helado mantenía en calma su corriente, el cielo se mostraba celeste después de semanas en constantes tormentas que habían asolado aquellas tierras y los murmullos ahora agradecían el buen tiempo. En aquel bote al que Eufemia había abordado, la hermosa rubia meditaba en silencio sobre todo lo ocurrido. A su mente, repentinamente llegaba el recuerdo de esa extraña mujer que en sueños le había hablado, quizás, pensaba en esa extraña aparición en un intento de olvidarse un momento de todas sus angustias. ¿Quién era ella? Quizás, eso nunca llegaría a saberlo. Aquel sentimiento extraño que sintió en ese sueño, aquella mujer de cabellos rubios y rostro difuso, de alguna extraña manera la había hecho sentirse en calma.“Aun no es tu hora Eufemia, aférrate a tu vida y la de tu hijo, el dulce beso de la muerte aun no te será correspondido”Esas palabras la habían alentado a levantarse. Aquella mujer de sus sueños era un completo misterio, sin embargo, ella debía de mantenerse con vida pa
—¡Hola! —Aquel eufórico saludo, retumbaba en cada pared haciendo un prolongado eco que la repetía una y otra vez hasta desvanecerse. El aroma a humedad y a viejo, impregnaban el ambiente de aquella oscura y lúgubre mansión, que parecía tener al menos un siglo de abandono. Aquel intimidante lugar de pintura vieja y carcomida, de olores extraños y presencias fantasmales, era el ancestral hogar de la familia Tudor. La magia lo protegía, y a pesar de estar durante tanto tiempo en abandono, y los extraños aromas que despedía, cada mueble y recoveco estaban en perfecto estado.Alguna vez, hacía ya demasiado tiempo, los Tudor, emparentados con la realeza, habían sido temibles cazadores, el primer clan sagrado y bendecido por la iglesia católica, para llevar el deber de la caza hacia cada rincón de la tierra, logrando así acumular gran conocimiento de casi toda criatura sobrenatural que existía, y la manera de destruirles. En aquella vieja mansión, se hallaba el conocimiento que necesitaba p