—Vas a decírmelo, niña, vas a decirme en donde se encuentran los Fenrir —El silencio se hacía presente, el viento soplaba violentamente llevando el aroma a sangre a cada recoveco de aquellas desoladas tierras. Los heridos miraban horrorizados aquella escena, y Adara sentía como el aire comenzaba a hacerle falta. La furia de Félix Farbauti era palpable, y su corazón herido clamaba por venganza al tiempo que su fuerte mano apretaba el delicado cuello femenino de aquella morena que se negaba a hablar.—Yo…no lo sé —El lobo apretó con más fuerza, y mirando fijamente a los ojos de aquella mujer que con valentía había defendido las tierras de su señor, frunció el entrecejo al no obtener respuestas. Adara sentía que la vida se le iba de su cuerpo debilitado y herido, sin embargo, no hablaría.—Es admirable que aun estando a punto de morir, te niegues a traicionar a tu señor, sin embargo, él no está aquí para defenderte ni a ti, ni a ninguno de estos infelices que lo dieron todo por defende
—Vamos cariño, no falta mucho para llegar —Aquella madre intentaba animar a su pequeño a seguir caminando. El paso hacia la montaña los recibía con el cruel azote de una tormenta de nieve que les helaba hasta el alma, y el viento arrastraba palabras de aliento que cada madre en aquel grande grupo, decía para animar a sus cachorros a seguir adelante. Habían logrado perderles el rastro a los esbirros Farbauti que los habían estado siguiendo durante la primera parte de su largo recorrido a pie hasta los más ancestrales territorios ocultos de los Fenrir. El frío era implacable, y los azotaba con crueldad mientras se preguntaban lo que había ocurrido con sus seres queridos. La manada Fenrir había caído en desgracia, y el Alfa Ares ni siquiera se daba por enterado de que sus amadas tierras habían sido salvajemente tomadas. Caminando sin rendirse, tomaban el rumbo hacia la vieja mansión oculta entre las montañas.Eufemia meditaba sobre sus sentimientos, mientras Jennifer la examinaba. Había
— Hay café en la cocina y mantas en el salón principal —Eufemia observaba desde el pasillo, oculta tras los pilares, como Ares dirigía a toda esa multitud que repentinamente había llegado en medio de la noche y bajo una cruel tormenta invernal que casi le cuesta la vida a los más pequeños y los más ancianos. — Venga, siéntense aquí, les traerán mantas y sopa caliente — Aquel mismo Alfa que en el pasado la había tratado con crueldad, parecía tan amable y genuino con aquellas personas, que parecía ser alguien distinto. Eufemia, se sentía conmovida al ver a semejante cantidad de lobos refugiados, que con determinación se habían abierto paso entre las montañas para llegar hasta ese lugar. Según lo que había alcanzado a escuchar, una manada enemiga había invadido las tierras de los Fenrir, dando una declaración abierta de guerra hacia Ares. Todo aquello era terrible, y no comprendía quien o porqué motivo, querría iniciar un conflicto contra una de las manadas más poderosas del mundo...
El frio comenzaba a calar en los huesos tan despiadadamente que parecía que aquella agonía no tendría final. La nieve entraba por aquella pequeña ventana y las crueles brisas invernales se colaban dejándola entumecida sobre aquella raída colcha que sobre el suelo había dejado para ella. Sus dedos comenzaban a verse azulados, estando segura con ello de que había caído en un estado de hipotermia. Y cada uno de sus pensamientos, iba dirigido a Ares Fenrir, aquel Alfa del que ella se había enamorado caprichosamente y debido a una obligación que le habían encomendado.¿Iba a morir en ese sitio? Congelada como una rata de campo que no había alcanzado a guarecerse hasta el regreso de la primavera. ¿Para qué había sido todo aquello? La respuesta era simple: para absolutamente nada. Deseaba que el llegase por ella, deseaba que Ares apareciera por aquella puerta de hierro y la tomara entre sus brazos para decirle que todo estaría bien…pero Adara sabia, que aquello no pasaría.“Eres bonita, me g
Amor, posesión. El deseo irrefrenable de tener a esa mujer para sí mismo. La obsesión que le generaba, la desesperación que sentía. Aquellos cabellos rubios que tomaba con brusquedad, aquella mujer debajo de el a la que tomaba sin piedad o remordimientos como un salvaje incapaz de frenar sus más bajos, oscuros y profundos deseos. La piel blanca se había enrojecido, y aquellas marcas de golpes y de arañazos, danzaban al ritmo del vaivén de sus feroces estocadas. Aquellos quejidos no eran de placer, si no, de dolor, y a Elijah poco o nada le importaba estarla lastimando. —Shh calla mujer, aún no he terminado — Aquella dama de compañía, apretaba las rojas sabanas de seda intentando soportar el dolor que aquel hermoso hombre le provocaba. Todas las prostitutas de aquel elegante burdel, ya lo conocían; el temible cazador que las visitaba dos veces al mes, y, si tenías la desgracia de ser rubia, te tomaría como una fiera salvaje sin ningún tipo de contemplación. No podía quejarse, no podía
Años atrás… Los helados bosques cercanos a Brasov eran terriblemente fríos aun en verano, su extraordinaria belleza y el sin fin de turistas que llegaban desde todo el mundo atraídos por ella, lo volvían un territorio adecuado para la caza, aquel solitario castillo que se mantenía oculto de la vista de todos, era considerado como un tesoro nacional y fuente innegable de turismo que cada año, atraía a un desfile de personas que llegaban con la ilusión de ser partícipe de alguna de sus muchas leyendas…aunque, por supuesto, y muy típico de la naturaleza humana, cuando se encontraban con una leyenda encarnada lo único que siempre atinaban a hacer era huir…aun cuando esto no les serviría para nada. Los guardias humanos que se mantenían vigilando el castillo, siempre se mantenían alejados de los oscuros recovecos y los traicioneros pasillos, las coloridas multitudes que solían visitar aquel antiguo lugar que databa del siglo XIV en primavera, solían siempre tener a uno o dos incautos que
Estar enamorado, es una sensación de plenitud y felicidad como nunca antes se ha experimentado. Amor desde el corazón, desde el fondo del alma, entregándose por completo a los sueños e ilusiones de un día, es el acto más puro e inocente que un ser puede cometer. Aquellos besos, aquellas caricias, eran todo lo que ella había soñado durante tanto tiempo, añorando el momento de una entrega en que solo el amor se haría presente, dejando los prejuicios y el dolor atrás…sin embargo, cuando era el desamor el que golpeaba, rompiendo ilusiones y sueños color de rosa, el alma quedaba fragmentada, sintiendo un dolor terrible e inimaginable.—Eres hermosa…Eufemia…Aquellas caricias que sentía suavemente como un roce sobre su erizada piel, aquel camino de besos que recorría su húmeda intimidad…aquel pecaminoso deseo que la hacía sentirse como una nube; tan ligera y tan libre, que no deseaba perder nunca.Ares, alguna vez, hacía ya demasiado tiempo, lo había sido todo para ella; aquel primer amor q
El amor de una madre es sagrado, el primero y verdadero que experimentamos en la vida, y aquel al que nunca podremos simplemente olvidar. Una madre, por su amado hijo o hija, es capaz de darlo todo, incluso, la propia vida. Aquella calidez, aquel sacrificio, la más noble de las entregas que se da por genuino y verdadero amor, uno incondicional.Eufemia observaba nuevamente oculta entre los pilares, a aquellas madres que junto a sus hijos habían llegado buscando un refugio para sus seres más amados. Observaba como aquellas, muchas de ellas, alguna vez la habían humillado por ser una mestiza, incluso, alegrándose cuando fue cruelmente expulsada fuera de la manada Fenrir con la esperanza de volverla a ver. Sin embargo, en aquellos momentos no veía a esas mujeres con rencor; la mayoría de ellas recientemente se había convertido en madres, y cuidaban con tanto amor y desvelo a sus hijitos, que ella no pudo odiarlas. Tocando su ya crecido vientre, la hermosa rubia sintió un nudo lastimándol