Narrador. En esas reuniones, de las tres parejas, que habían hecho durante estos dos días antes al evento, se hicieron muchos avances para concretar el plan de esa noche, y todo gracias a la información que se extraída de los textos que Samary Nikolaus le había dado a Sofía Wilson para que las tradujera. En esos textos, en su mayoría, eran en apariencia simples poemas, o extractos del Corán, pero gracias a los estudios de historia de la mexicana, y a uno de los ancianos de su barrio donde que solía vivir mientras estudiaba en la universidad, que le enseñaba le árabe, además de hablarle de la historia de su país, Siria, supo que estos textos estaban cifrados, y tenían su propio Código. El anciano había sido cartógrafo, historiador, y un simbolista muy famoso en Siria, pero por motivos de desavenencias políticas, y por haber colaborado con el ejercito norte americanos en la guerra en ese país, había tenido que huir, bajo amenaza de muerte, pidiendo asilo político, para tanto él, co
Sofía (alías Isabel). Nuestros tres maridos se estaba encargando de llevar a cabo la planificación con todas autoridades que se iba a realizar, para evitar que nada se le escapara al gran plan que muy pronto se desarrollaría, para atrapar a todos, sin dejarse a ninguno, de esos malditos. - “Tranquila, y escúchame, para que podamos ayudarte.”- me dijo Vermont cogiéndome por los hombros para que lo mirara la cara, y a esos atractivos ojos negros que trataba de olvidar, porque me alteraban el pulso. - “Sabemos que ninguno de ellos te ha reconocido, porque ya sabrían quién eres, ósea que no saben cómo es físicamente Sofía Martínez. Sólo debemos hablar con tu madre para que alguien se haga pasar por ti, allí en Hidalgo como si nunca hubieras salido, pero ya regresaste, para que tu madre conociera a su marido. Tiene que ser alguien que físicamente se parezca a ti, y que nunca haya pisado Cleveland, en las fechas que murió Viki. Además, nos ayudaran ambos a proteger a mi suegra, y a tu a
Sofía (alias Isabel). - “¡Desde luego Sofía!, como te vea tu marido con ese vestido, y ese aspecto, tendrás otra noche de sonidos interesantes en tu habitación.”- me dijo burlona Vale, mientras yo salía de mi habitación para reunirme con ellas en el salón del primer piso. Inevitablemente y como siempre me pasaba ante cualquier comentario del abierta Vale, el rubor me subió hasta la raíz del cabello. Era muy normal, que la exmodelo me sacará los colores. - “¡Déjala ya! que siempre estás buscándola. Además ¿te has mirado en el espejo? Vas a conseguir que, “el pervertido”, no te deje salir de la mansión te va a tener encerrada en tu habitación hasta que le des un hijo varón.”- dijo Samary protegiéndome, haciéndome sonreír. - “¿El pervertido?”- pregunté sorprendida, pensé que me había equivocado cuando había oído esa palabra. - “Es una historia muy larga, Sofí, ya te la contaré algún día”- me dijo Vale con una sonrisa enigmática. - “Mejor que no te la cuente tiene muchas X en el rel
Vermont. - “¡Cálmate Vermont!, tienes que centrarte.”- era la maldita frase que me llevaba repitiendo, desde que vi a Jessica Rabbit, bajando por esas escaleras. Se suponía que después de la noche es que estuvimos juntos, la atracción entre nosotros debía de haber disminuido, que la tensión sexual sería menor, o eso suelen decir los psicólogos y terapeutas de estas cosas. Que una vez que te obsesionas con algo, cuando lo consigues, el interés disminuye. Claramente en este caso, estos profesionales no tienen ni idea. Porque para ser sinceros, por la causa que sea, ya sea porque, por desgracia, esta mujer despierta sentimientos en mí, que no son los más adecuados en este momento, o bien porque, esta maldita mujer me ha creado una adicción y una necesidad, que no tenía hasta que la conocí. Todo esto ha provocado que, en vez de disminuir mi interés por ella, cada día crezca más. Y si encima añadimos que aparece ante mí, como una un ángel tentador descendido de los cielos, para volver
Sofía (alias Isabel). - “¡No!, ¿Entiendes? Es la peor idea que has tenido, ¡no!, y no pienso ceder en esto.”- me decía un enérgico Vermont delante de mí, después de bajarme, con cara muy seria, del atrio donde estaba subida, tras yo comunicarle a todos, por el dispositivo de escucha que compartíamos, mi genial plan. - “Pienso igual que Cop, eso es muy arriesgado.”- oí como decía Dante. - “Yo me uno a ese pensamiento, ahí te la juegas.”- se terminó solidarizando con el frente masculino, Smile. Yo malhumorada esperaba la opinión de mis dos amigas, y las buscadoras de aventuras, Samary y Vale, y como me imaginé, no me defraudaron. - “Pues yo no lo veo tan peligroso, al contrario, intentar colarnos en sus habitaciones privadas, es mucho más, además podemos mejorar esa idea, haciendo que Sofía no vaya sola.” Dijo la inteligente exmodelo. Mi idea se había basado en que yo de forma despistada me acercara a Andrew, y de alguna forma, tropezando con él, entablando una conversación,
Narrador. Mientras nuestras tres aguerridas espías estaban siendo llevadas por sus respectivos y muy enfadados maridos, hacia tres reservados que habían alquilado, uno para cada pareja, en el gran salón, rodeado de varios representantes de la célula, entre los que se encontraba su padre, Andrew Corneld, aún sentía contra su cuerpo, el calor que le había dejado, la que hasta ahora había considerado, una simple tentación. Fue ese calor, y esa sensación que le quedó, tras sentirse las manos, en su cuerpo, a través de su ropa, mientras se disculpaba por tropezar con él, aparte de la mirada de reto y fuego que recibió del señor Wilson, al ver a su mujer en sus brazos, lo que le decidió a tomar, como fuera, a Isabel, como suya, para convertirla en la reina de su harén. Nadie notó el cambio que, al estar en contacto con esa mujer y en especial del reto de la mirada de Vermont Wilson, había sufrido el CEO de Corneld Industries en su interior, nadie excepto, Cotton Macferson, que después de
Vermont. Se que me había excedido en mi respuesta ante los que claramente era otra manera de acabar con mi tranquilidad de esta desesperante mujer. Pero es que aun no comprendo con Sofía a su edad podía estar ilesa, con esa maldita manía que tiene de ponerse en peligro, o más bien no pensar antes de actuar. A una persona con dos dedos de frente, y que sabe algo de autoprotección, no se le ocurre arrojarse a los brazos de uno de los hombres más peligrosos que he conocido, que además pretende aniquilar a media humanidad, sólo por unos malditos ideales religiosos. Y no sólo con eso, se dedica a toquetearlo, para colarle un micro. Esta es sólo una de las muchas donde la maldita Femme fatal se ha metido. Es normal que quiera golpear algo o alguien, preferiblemente a ese estúpido de Andrew Corneld. - “¿Es que esta mujer no se da cuenta, de cómo ese hombre la mira?”- pensé mientras mis palabras de enfado salían solas para intentaba aliviar, mi frustración. Ella, por su parte, no me ayuda
Sofía (alias Isabel). Pronto, como siempre que estoy con este hombre, la ropa sobró, y cayó la primera, sólo me dio una orden, una que si lo llego a saber no la hubiera obedecido, pero yo ya estaba entregada, no pensaba. - “Tienes que agarrarte al brazo del sillón con las dos manos, por ninguna razón debe solarlo, si lo haces, aunque sea sólo un segundo, no importa lo que te esté haciendo, aunque este dentro de ti, se acaba todo, ¿lo entiendes? ¿Hazme sabe que lo entiendes, Sofía, o no continuo?”- me dijo al oído mientras yo estaba como mareada por los besos que había recibido mientras me desnudaba. - “Lo…lo…en…en… entiendo”- le dije en un susurro ahogado, mientras mis pechos, mi piel y mi entrepierna dolían de impaciencia por ser tocadas, se puede decir que el He-man me había drogado, con sus besos, y ahora podía hacer de mí, lo que quisiera. Mentira, estoy mintiendo, ya podía hacer hecho de mí lo que quisiera, desde el momento que comencé a comérmelo con los ojos, cuando él esta