De vuelta en la cabaña de Elara, la urgencia llenaba el aire mientras desplegaban las viejas mantas sobre la mesa de madera. El tejido suave y descolorido evocaba recuerdos de una infancia lejana, pero ahora contenía la promesa de desvelar un secreto largamente guardado.Valentina y Richard extendieron las mantas con cuidado, alineándolas una junto a la otra. Tal como recordaba Valentina, los patrones de flores tejidas se entrelazan de forma armoniosa, creando una conexión visual entre las piezas.—Miren —dijo Valentina, señalando un detalle específico—. Son cuatro líneas principales de flores que parecen converger en un solo punto. ¿Lo ven?Magaly se inclinó sobre la mesa, observando con atención. —Sí, tienes razón. Y son flores de diferentes colores, tal como estaban en el jardín. Azul, amarillo, rojo... y parece haber un cuarto color, un tono Naranja, que también se une en ese punto central.Richard observó el punto de convergencia con una mirada analítica. —Tengo una idea. Si la
—Y no voy a permitir que vea lo que hay en su interior —concluyó Gustavo, avanzando lentamente hacia la mesa donde descansaba el cofre recién abierto. Sus ojos oscuros se clavaron en Valentina, destilando un odio frío y obsesivo. Los dos hombres que lo acompañaban se desplegaron a sus flancos, observando al grupo con una amenaza silenciosa. El comedor, se había convertido en el escenario de un enfrentamiento peligroso. Richard se interpuso entre Gustavo y Valentina, con los puños apretados. —No te dejaremos acercarte, Gustavo. Este cofre pertenece a Valentina. Javier se colocó al lado de Richard, su rostro mostrando una mezcla de rabia y determinación. —Te advertimos que te mantuvieras alejado. No tienes nada que ver con esto. Magaly se aferró al brazo de Javier, temblando pero sin apartar la mirada de Gustavo. Incluso la madre de Javier y Elena, aunque confundida, parecía percibir el peligro y se acercó un poco más al grupo, como buscando protección. Gustavo soltó una
La llegada del señor Contreras a la mansión fue un torbellino de angustia y desesperación. Apenas unas horas después del terrible suceso, su vehículo irrumpió por el camino de entrada a toda velocidad, deteniéndose bruscamente frente a la casa. Se bajó del coche como un torbellino, su rostro pálido y demacrado, sus ojos inyectados en una mezcla de terror y furia.Sin prestar atención a los policías que aún se encontraban en la escena, irrumpió en la mansión gritando con una voz desgarradora que resonó por toda la casa:—¡Javier! ¡¿Dónde está mi hijo?! ¿Qué ha pasado aquí? ¡¿Dónde está Javier?!Su mirada frenética recorrió el recibidor, deteniéndose en los rastros de la confrontación en el comedor, en las manchas oscuras que aún quedaban en el suelo. Su angustia se intensificó al no ver a su hijo de inmediato.El señor Contreras irrumpió en el comedor como un volcán en erupción, su voz retumbando con una mezcla de furia y desesperación. Su mirada frenética se clavó en Richard, luego en
Valentina se acercó a Richard, su rostro reflejando la profunda angustia que la embargaba tras la terrible revelación. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su voz temblaba ligeramente al hablar.—Richard... me siento tan angustiada —susurró, tomando sus manos entre las suyas—. Mi padre... fue él quien mató al tuyo. ¿Cómo... cómo podemos superar esto?Richard apretó sus manos con ternura, su mirada llena de amor y comprensión. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, permitiéndole sentir su apoyo incondicional.—Mi amor —dijo con voz suave pero firme, apartándose delicadamente para mirarla a los ojos—. Lo que pasó... lo que tu padre hizo... fue un acto terrible, pero eso no va a afectar lo que siento por ti. Tú no eres responsable de sus acciones.Continuó, con una sinceridad que llegaba al corazón de Valentina.—Lo que siento por ti es verdadero, profundo. Nada de esto va a hacer que deje de amarte. Eres la mujer que amo, mi compañera. Juntos superaremos esto, como hemos superado tan
El apartamento de Gustavo. La tensión en el aire es palpable. Estamos sentados en el sofá, pero la distancia entre nosotros parece insalvable. Sus palabras resuenan en mi cabeza, como un eco lejano y doloroso. "Tiempo", dice. "Necesitas tiempo". ¿Tiempo para qué? ¿Para que se desvanezca lo que sentimos? ¿Para que se enfríe el amor que creí eterno?Miro a Gustavo, buscando en sus ojos alguna señal de duda, de arrepentimiento. Pero solo veo preocupación, una preocupación que me duele más que la indiferencia. Se supone que nos vamos a casar. En unos meses.Él se acerca, intenta tomar mi mano, pero me aparto. No quiero su consuelo, no quiero su lástima. Quiero que me entienda, que me apoye. Pero él solo ve mi dolor, mi confusión. Y cree que la solución es alejarme, dejarlo todo atrás.—Valentina, cariño, tenemos que hablar.—Ya lo estamos haciendo, ¿no?—Sé que estás pasando por un momento difícil con lo del trabajo. Y me duele verte así.—¿Así cómo?—Desanimada, perdida. Necesitas un res
Con el corazón aun latiendofuerte por la reciente conversación con Gustavo y la llamada de mi jefe, tomé una decisión impulsiva. Villa Esperanza. Nueve horas de distancia, un viaje que nunca antes había considerado. Pero la frase de la postal resonaba en mi mente: "Donde los secretos duermen, la verdad espera". Necesitaba respuestas, y Villa Esperanza parecía ser el único lugar donde podía encontrarlas.Nunca había hecho un viaje tan incómodo, pero interesante. Nueve horas en autobús, un trayecto que se sintió eterno. El paisaje cambiaba lentamente, la ciudad dando paso a campos verdes y luego a colinas ondulantes. La soledad se apoderaba de mí, pero la determinación me mantenía firme.Al llegar al último pueblo antes de Villa Esperanza, descubrí que el acceso final era por lancha. Un pequeño muelle, el agua salpicando con fuerza, el olor a sal y a mar. La lancha, vieja y desgastada, parecía un símbolo de la aventura que estaba a punto de comenzar.El viaje en lancha fue aún más difí
El día siguiente amaneció con un sol radiante, pintando Villa Esperanza con una luz dorada. Después de un desayuno sencillo pero delicioso en el hotel, decidí explorar el pueblo a pie. Las calles estrechas y empedradas me llevaban a través de casas de colores vibrantes, jardines llenos de flores y pequeñas tiendas con encanto.Mientras caminaba, me encontré con Anselmo, quien parecía estar disfrutando de un paseo matutino. Su sonrisa cálida me invitó a unirme a él, y pronto estábamos conversando sobre la vida cotidiana en Villa Esperanza. Me habló de las tradiciones del pueblo, de los pescadores que salían al mar al amanecer y de las fiestas que animaban las noches de verano.En medio de la conversación, sentí que era el momento de compartir mi historia.—Anselmo, hay algo que quiero contarte —dije, deteniéndome para mirarlo a los ojos—. La razón por la que vine a Villa Esperanza... no fue solo por un cambio de aires.—¿No? —preguntó, con curiosidad.—Encontré una postal de este lugar
La curiosidad me carcomía. A pesar de mi escepticismo, no podía ignorar la extraña coincidencia de la llave. "¿Y si Anselmo tiene razón?", pensé, sintiendo un escalofrío. "No pierdo nada con investigar".Comencé a buscar la llave, explorando los alrededores del árbol donde Anselmo había estado sentado. La encontré lejos de donde el estaba, lo cual me hizo pensar que él simplemente la puso allí, y así hacerme creer que tuvo un sueño. "Que viejito más raro", pensé. "Como si no tuviera nada mejor que hacer". Aun así, ya tenía la llave en mis manos.La llave era vieja y oxidada, con un aire misterioso. La examiné con detenimiento, preguntándome qué secretos podría ocultar. "¿Dónde estará el faro?", me pregunté, mirando hacia el horizonte.Pregunté a algunas personas en el pueblo, y me indicaron un sendero que conducía a la costa rocosa. El faro se alzaba majestuoso en la distancia, una torre de piedra gris que parecía desafiar al tiempo.Cuando estaba preguntando a las personas de la vill