Las horas se arrastraron lentamente en la oscuridad del dormitorio. Lo que al principio fue sorpresa y frustración se convirtió en una creciente desesperación. El tenue resplandor de las baterías de sus teléfonos comenzó a parpadear, amenazando con sumirlos en una oscuridad total.—¡Ayuda! ¡Hay alguien ahí! —seguía intentando Richard, aunque su voz era estaba ya más apagada.Valentina se sentía débil, con el estómago vacío rugiendo en protesta. La falta de agua era cada vez más agobiante, la boca pastosa y ya con dolor de cabeza punzante. La energía que habían tenido al entrar en la mansión se había disipado, reemplazada por un agotamiento físico y mental.Javier y Magaly se acurrucaban juntos en una esquina, tratando de conservar el calor corporal. El silencio entre ellos era pesado, cargado de incertidumbre y temor. La pregunta de quién los había encerrado y por qué seguía sin respuesta, alimentando la paranoia.¿Era Laura, que los había descubierto y quería retenerlos hasta que él
Con el corazón latiéndoles con fuerza y la imagen de la risa escalofriante grabada en sus mentes, cada uno se retiró a la habitación que había elegido. Valentina y Magaly se encerraron juntas, asegurando la puerta con el pestillo y colocando una silla como barricada adicional, a pesar de lo inútil que sabían que sería contra una amenaza real.El silencio en la habitación era casi tan opresivo como la risa lo había sido en el comedor. Cada crujido de la madera, cada susurro del viento contra las ventanas, los hacía saltar. La comida que habían llevado consigo permaneció intacta en la mesita de noche, sus estómagos anudados por el miedo.—¿Crees que era un fantasma de verdad? —susurró Magaly, acurrucándose junto a Valentina en la cama, con los ojos muy abiertos y mirando fijamente la puerta.Valentina la abrazó con fuerza, intentando transmitirle un poco de seguridad que ella misma no sentía del todo. —No lo sé, Magaly. No creo en fantasmas, pero... esa risa no sonaba humana.En su prop
De vuelta en la cabaña de Elara, la urgencia llenaba el aire mientras desplegaban las viejas mantas sobre la mesa de madera. El tejido suave y descolorido evocaba recuerdos de una infancia lejana, pero ahora contenía la promesa de desvelar un secreto largamente guardado.Valentina y Richard extendieron las mantas con cuidado, alineándolas una junto a la otra. Tal como recordaba Valentina, los patrones de flores tejidas se entrelazan de forma armoniosa, creando una conexión visual entre las piezas.—Miren —dijo Valentina, señalando un detalle específico—. Son cuatro líneas principales de flores que parecen converger en un solo punto. ¿Lo ven?Magaly se inclinó sobre la mesa, observando con atención. —Sí, tienes razón. Y son flores de diferentes colores, tal como estaban en el jardín. Azul, amarillo, rojo... y parece haber un cuarto color, un tono Naranja, que también se une en ese punto central.Richard observó el punto de convergencia con una mirada analítica. —Tengo una idea. Si la
—Y no voy a permitir que vea lo que hay en su interior —concluyó Gustavo, avanzando lentamente hacia la mesa donde descansaba el cofre recién abierto. Sus ojos oscuros se clavaron en Valentina, destilando un odio frío y obsesivo. Los dos hombres que lo acompañaban se desplegaron a sus flancos, observando al grupo con una amenaza silenciosa. El comedor, se había convertido en el escenario de un enfrentamiento peligroso. Richard se interpuso entre Gustavo y Valentina, con los puños apretados. —No te dejaremos acercarte, Gustavo. Este cofre pertenece a Valentina. Javier se colocó al lado de Richard, su rostro mostrando una mezcla de rabia y determinación. —Te advertimos que te mantuvieras alejado. No tienes nada que ver con esto. Magaly se aferró al brazo de Javier, temblando pero sin apartar la mirada de Gustavo. Incluso la madre de Javier y Elena, aunque confundida, parecía percibir el peligro y se acercó un poco más al grupo, como buscando protección. Gustavo soltó una
La llegada del señor Contreras a la mansión fue un torbellino de angustia y desesperación. Apenas unas horas después del terrible suceso, su vehículo irrumpió por el camino de entrada a toda velocidad, deteniéndose bruscamente frente a la casa. Se bajó del coche como un torbellino, su rostro pálido y demacrado, sus ojos inyectados en una mezcla de terror y furia.Sin prestar atención a los policías que aún se encontraban en la escena, irrumpió en la mansión gritando con una voz desgarradora que resonó por toda la casa:—¡Javier! ¡¿Dónde está mi hijo?! ¿Qué ha pasado aquí? ¡¿Dónde está Javier?!Su mirada frenética recorrió el recibidor, deteniéndose en los rastros de la confrontación en el comedor, en las manchas oscuras que aún quedaban en el suelo. Su angustia se intensificó al no ver a su hijo de inmediato.El señor Contreras irrumpió en el comedor como un volcán en erupción, su voz retumbando con una mezcla de furia y desesperación. Su mirada frenética se clavó en Richard, luego en
Valentina se acercó a Richard, su rostro reflejando la profunda angustia que la embargaba tras la terrible revelación. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su voz temblaba ligeramente al hablar.—Richard... me siento tan angustiada —susurró, tomando sus manos entre las suyas—. Mi padre... fue él quien mató al tuyo. ¿Cómo... cómo podemos superar esto?Richard apretó sus manos con ternura, su mirada llena de amor y comprensión. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, permitiéndole sentir su apoyo incondicional.—Mi amor —dijo con voz suave pero firme, apartándose delicadamente para mirarla a los ojos—. Lo que pasó... lo que tu padre hizo... fue un acto terrible, pero eso no va a afectar lo que siento por ti. Tú no eres responsable de sus acciones.Continuó, con una sinceridad que llegaba al corazón de Valentina.—Lo que siento por ti es verdadero, profundo. Nada de esto va a hacer que deje de amarte. Eres la mujer que amo, mi compañera. Juntos superaremos esto, como hemos superado tan
El apartamento de Gustavo. La tensión en el aire es palpable. Estamos sentados en el sofá, pero la distancia entre nosotros parece insalvable. Sus palabras resuenan en mi cabeza, como un eco lejano y doloroso. "Tiempo", dice. "Necesitas tiempo". ¿Tiempo para qué? ¿Para que se desvanezca lo que sentimos? ¿Para que se enfríe el amor que creí eterno?Miro a Gustavo, buscando en sus ojos alguna señal de duda, de arrepentimiento. Pero solo veo preocupación, una preocupación que me duele más que la indiferencia. Se supone que nos vamos a casar. En unos meses.Él se acerca, intenta tomar mi mano, pero me aparto. No quiero su consuelo, no quiero su lástima. Quiero que me entienda, que me apoye. Pero él solo ve mi dolor, mi confusión. Y cree que la solución es alejarme, dejarlo todo atrás.—Valentina, cariño, tenemos que hablar.—Ya lo estamos haciendo, ¿no?—Sé que estás pasando por un momento difícil con lo del trabajo. Y me duele verte así.—¿Así cómo?—Desanimada, perdida. Necesitas un res
Con el corazón aun latiendofuerte por la reciente conversación con Gustavo y la llamada de mi jefe, tomé una decisión impulsiva. Villa Esperanza. Nueve horas de distancia, un viaje que nunca antes había considerado. Pero la frase de la postal resonaba en mi mente: "Donde los secretos duermen, la verdad espera". Necesitaba respuestas, y Villa Esperanza parecía ser el único lugar donde podía encontrarlas.Nunca había hecho un viaje tan incómodo, pero interesante. Nueve horas en autobús, un trayecto que se sintió eterno. El paisaje cambiaba lentamente, la ciudad dando paso a campos verdes y luego a colinas ondulantes. La soledad se apoderaba de mí, pero la determinación me mantenía firme.Al llegar al último pueblo antes de Villa Esperanza, descubrí que el acceso final era por lancha. Un pequeño muelle, el agua salpicando con fuerza, el olor a sal y a mar. La lancha, vieja y desgastada, parecía un símbolo de la aventura que estaba a punto de comenzar.El viaje en lancha fue aún más difí